El voto indirecto mandó durante casi todo el siglo XIX en el Perú, salvo en los primeros años republicanos (1822-1823) y en una etapa corta a mediados de esa centuria (1855-1867). Es decir, la gente decimonónica votaba mayormente a través de colegios electorales, una especie de élite electoral que designaba al primer mandatario de la nación. Eso no ayudaba en mucho a la transparencia del proceso de conteo de votos.
Valentín Paniagua en su ensayo “El derecho de sufragio en el Perú” (Lima, 2003) indicaba que “las elecciones fueron casi siempre fraudulentas durante los inicios de la República y, desde luego, en la República Aristocrática. Lo fueron más todavía bajo el imperio de las autocracias tanto civiles (Leguía, Prado en su primera administración, y Fujimori) como militares (Benavides, en 1936 y 1939, y Odría en 1950 y 1956)”.
MIRA TAMBIÉN: Elecciones 2021: ¿A qué hora se conocerán los primeros resultados del conteo de votos?
Como lo recuerda también el propio Paniagua, el primer presidente civilista Manuel Pardo afirmaba, 50 años después de la independencia, en la década del 70 del siglo XIX, que el “sistema electoral” estaba viciado. La informalidad y ambición hicieron que aquellas antiguas elecciones, así como sus conteos de votos sufrieran el atropello y la corrupción de los partidos en busca del poder.
Uno podría pensar que esa lamentable realidad de abusos solo podía existir en el siglo XIX, tiempos de caudillos y luchas civiles. Pero no fue así. El historiador Héctor López Martínez nos cuenta que en pleno siglo XX las malas prácticas pusieron en duda muchos comicios electorales y, al mismo tiempo, el decisivo conteo de votos.
“La primera elección propiamente dicha, como diría Basadre, con toda sus impurezas, fue en 1851 cuando Ramón Castilla le entregó el mando a José Rufino Echenique. A partir de ese momento, el conteo de votos ha sido una tarea muy difícil, controvertida, dura, por el robo o desaparición de ánforas, con la consiguiente violencia; o por los cambios del contenido de las ánforas”, dice López.
En tiempos de dolor nacional, de frustración nacional, en los que se supone que los peruanos debimos estar más unidos que nunca, es decir, luego de la Guerra del Pacífico (1879-1883), el caudillo Nicolás de Piérola aun insistía en el anhelo de verdad en el país (citado por Paniagua, 2003):
“Nos falta verdad en las leyes, verdad en las instituciones, verdad en todas partes. Traerla, combatiendo el engaño donde se presente es la necesidad suprema del Perú”, dijo en el diario El Nacional, el 10 de mayo de 1886. Solo 10 años después, en 1896, se pudo contar con un verdadero registro electoral de los votantes en el Perú.
MIRA TAMBIÉN: Lo que Jorge Basadre nos dice del Perú y los jóvenes en sus libros y pocos leemos
El doctor Paniagua mencionó también al patriarca del socialcristianismo en el Perú, Víctor Andrés Belaunde (VAB), para recordar ese anhelo nacional permanente de una “verdad electoral”. Poco antes de las elecciones presidenciales de 1963 (tres años antes de su muerte), VAB indicaba que en nuestro país no había habido jamás “verdad electoral” ni “sufragio libre” y que las elecciones habían sido siempre “una comedia” y “una imposición del gobierno y de la mayoría del Congreso”.
El conteo de votos en el pasado fue, pues, sumamente complicado, todo un reto más allá de las malas artes de los políticos, porque en el siglo XIX, así como bien entrado el siglo XX, “las dificultades del transporte para traer el material electoral y tener un consolidado eran clamorosas”, precisa el historiador López Martínez.
“Otro aspecto a tomar en cuenta es el de las elecciones reñidas. Por ejemplo, en 1931 entre Haya de la Torre y el general Sánchez Cerro”, añade López, quien entiende que las disputas electorales complejas entre dos o más candidatos siempre han traído incertidumbre y una fuerte disputa voto a voto, además de numerosas tachas. Todo ello retrasaba el normal desarrollo de los procesos electorales.
LEE TAMBIÉN: El Archivo Histórico: Salesiano y su aporte en la conservación del patrimonio documental del Perú
Pero la demora en el conteo de votos no solo traía el retraso en la proclamación del ganador sino también generaba ansiedades, lo que provocaba actos desesperados como el de Augusto B. Leguía tras las elecciones presidenciales de 1919, aquellas que llevó adelante el segundo gobierno de José Pardo.
En las elecciones de aquel año se demoraron más allá de lo esperado para dar los resultados. Solo eso y algunos rumores de fraude (el otro candidato era Antero Aspíllaga, civilista como Pardo) hicieron que Leguía promoviera un golpe de Estado. Este argumentaría que se estaba preparando una trampa contra él en el conteo de votos.
“Y dio un golpe rarísimo, lo hizo solo con dos batallones de gendarmes. Lo proclamó presidente un mayor de la gendarmería”, cuenta López. Así, Leguía estableció un gobierno provisional, que actuó del 4 de julio al 12 de octubre de 1919; ese día fue electo él mismo en los nuevos comicios que él mismo organizó.
López Martínez recuerda otro episodio aún más grave: el de las elecciones de 1939, que implementó el saliente gobierno del general Óscar R. Benavides. “Fue una elección controversial, porque el fraude fue impresionante. En esa ocasión ganó Manuel Prado. Muchos años después se encontraron, cuando se tumbaron unas paredes, ánforas de esas elecciones. Se había hecho el cambiazo de votos a favor de Prado”.
LEE TAMBIÉN: Día de la mujer: así fue como la voz y el voto femenino cambiaron la historia del Perú
En los años 50, cuando el Perú salía de la dictadura de Manuel A. Odría, pero aun debía resistir sus elecciones del 17 de junio de 1956, los candidatos principales a la presidencia eran tres: Hernando de Lavalle (Unidad Nacional y Convivencia Democrática), el joven Fernando Belaunde Terry (Frente Nacional de Juventudes Democráticas), inscrito tras un escándalo que lo hizo conocido (“El Manguerazo”), y el ex presidente Manuel Prado (Movimiento Democrático Peruano). Proscritos el APRA y el Partido Comunista, los apristas ofrecieron sus votos a Prado a cambio de volver a la legalidad. Así se consumó el triunfo del pradismo en el país.
El gobierno odriísta persiguió y acosó a los personeros y políticos belaundistas, y aunque El Comercio, con sus redactores y corresponsales dieron cifras relativas y proyecciones a las 24 horas de finalizados los comicios, dando como posible ganador a Prado, en reñida carrera con Belaunde, las autoridades electorales dieron recién algunas cifras oficiales en la primera semana de julio de ese año, casi 20 días después del sufragio.
Ya en los años 80, con el retorno de la democracia y las garantías constitucionales reestablecidas tras 12 años de dictadura militar, la televisión y las encuestadoras, así como los modernos sistemas de cómputo de los saneados organismos electorales permitieron un seguimiento y, hasta cierto punto, un mejor control en el proceso del conteo de votos.
LEE TAMBIÉN: Récord de asistentes y orden sin precedentes caracterizaron a las Elecciones Municipales de 1966
En 1980, las elecciones se realizaron el 18 de mayo y el JNE proclamó el 1 de julio al 100% como presidente electo al arquitecto Fernando Belaunde; esto es, 44 días después del sufragio. Cinco años después, los comicios se desarrollaron el 14 de abril de 1985, y el 1 de junio se dio como ganador oficial del proceso a Alan García, ante la declinación de Barrantes a una segunda vuelta; es decir, 48 días luego de los comicios presidenciales.
En las elecciones presidenciales del 8 de abril de 1990, realizadas por el régimen aprista, se impuso la lentitud de los Jurados Departamentales. Un hecho que ya el 17 de abril, a solo nueve días del proceso, se percibía notoriamente. A ello se sumó la ausencia de facilidades mínimas para que los personeros y candidatos cumplieran con su labor fiscalizadora, así como el desconocimiento de las normas contenidas en la ley electoral, según informó El Comercio ese mismo 17 de abril de 1990. Esa fue una de las ocasiones en que hubo una demora clara en el conteo de votos durante la primera vuelta.
Ciertamente, solo habían pasado nueve días, pero no había ni siquiera una “información parcial de los resultados, conforme avanza la verificación de las ánforas”, decía el diario decano; esa información parcial, en el caso de los dos conteos anteriores (1980 y 1985), habían sido entregadas por los Jurados Departamentales a la prensa antes de los nueve días que ya habían pasado en 1990.
La razón de la demora, indicaron las autoridades, fue que tal información era facultativa de algunas de las Juntas Departamentales; asimismo, se tenía que lidiar con la insistencia de los personeros y el propio trabajo de cómputo que no se realizaba en las mejores condiciones. El problema central era que contabilizaban los votos presidenciales junto con los votos del Parlamento, y estos últimos eran más complejos debido a la votación preferencial. Como señalaron algunos especialistas de entonces, se debía privilegiar el conteo de votos presidenciales. Pero no se hacía así.
Ya en plena década de Alberto Fujimori, el proceso electoral del 9 de abril de 1995 (el de la primera relección de este) trajo algunas denuncias de malas prácticas. Según la Asociación Civil Transparencia, hubo 37 mil actas electorales que desaparecieron. Un grave caso que fue investigado por la Fiscalía de la Nación.
Pero el caso de los comicios del 9 de abril del 2000, el de la re-relección de Fujimori, quedó como uno de los procesos electorales más cuestionados de los últimos 25 años. Esa vez no solo hubo una demora de varias semanas para dar los resultados al 100%, lo cual llevó el conteo de votos hasta finales de ese mes, sino que se cuestionó el propio sistema de cómputo de la Oficina Nacional de Procesos Electorales (ONPE).
Apenas se supo que habría segunda vuelta, Rómulo Muñoz Arce, un funcionario del JNE, dijo que “el sistema de cómputo de la ONPE debía modificarse”. Pero, ante la imposibilidad de hacerlo para esa segunda vuelta, solo atinó a decir que “la mejor garantía de elecciones justas es la presencia de un personero en cada mesa de sufragio”.
Incluso, dos semanas antes de los polémicos segundos comicios, el defensor del pueblo Jorge Santistevan de Noriega llegó a sugerir que una empresa internacional hiciera una auditoría al sistema de cómputo de la ONPE (por su software con fallas) por intermedio de la misión de observación de la OEA. Hacer eso, dijo, “es necesario para garantizar el conteo final de los votos”. Sin embargo, el tema se cerró sin más vueltas. Y Fujimori fue declarado ganador en pocos días. A una velocidad luz.
Aquel fue el punto de quiebre. El gobierno de transición de Valentín Paniagua (2000-2001) aseguró unos comicios limpios tanto el 8 de abril como el 3 de junio del 2001. Desde entonces hasta hoy las demoras en el conteo de votos han sido por cuestiones técnicas o logísticas, con muy poca opción para las irregularidades de los viejos tiempos.
En abril del 2006, los resultados de los comicios presidenciales que llevaron a la segunda vuelta a Ollanta Humala (UPP) y Alan García (PAP) demoraron varias semanas, debido a las tachas e impugnaciones de Unidad Nacional, partido de Lourdes Flores, que discutió hasta el último su pase a segunda vuelta.
La última vez que hubo una demora considerable en dar los resultados al 100% ocurrió en las elecciones municipales y regionales del 3 de octubre del 2010, a causa de lo ajustado o reñido de la contienda en Lima entre Susana Villarán (Fuerza Social) y Lourdes Flores Nano (Unidad Nacional), y a los numerosos procesos, muchas veces conflictivos, que se disputaban en las diversas localidades del país.
La jefa de la ONPE de esos años, Magdalena Chu, debió ir al Congreso para explicar el porqué de la lentitud en el conteo de votos. Con total tranquilidad, un mes después del proceso electoral, la doctora Chu explicó -el 2 de noviembre de 2010- que todo estaba dentro de los parámetros normales de elecciones reñidas de los últimos procesos, los cuales vienen con tachas, impugnaciones y reclamos de todo tipo.
Sobre el tema en Lima, la apacible doctora Chu señaló que en el 2002 se terminó el conteo 32 días después del proceso, mientas que en el 2006 se finalizó a 26 días después de las elecciones. Entonces, todo andaba entre los promedios históricos de los últimos casos. Los resultados finales al 100% se dieron el 4 de noviembre de 2010. Finalmente, la doctora Chu cumplió con su promesa sorprendiendo a muchos.
En un trabajo de paulatina eficiencia, al parecer, durante los comicios presidenciales y congresales del 10 de abril del 2016, los resultados de la primera vuelta al 100% se obtuvieron antes de cumplirse el mes del sufragio, es decir, el 9 de mayo de ese año. Aquel día, el Jurado Nacional de Elecciones (JNE) proclamó, en ceremonia pública, los resultados finales al 100%. El presidente del JNE, Francisco Távara, resaltó entonces la labor de la ONPE. La segunda vuelta sería el 5 de junio de ese año. Sin duda, ya era un plazo razonable.
Si quieres ver y obtener algunas de las fotos de nuestro archivo puedes visitar la tienda virtual de El Archivo Histórico El Comercio, y encontrar una selección de fotos inéditas de los grandes hechos históricos del Perú. Asimismo, podrás conseguir las portadas del día que quieras; e ilustraciones para decorar tu casa o regalar a alguien especial.
Contenido GEC