La historia de la elefanta de circo que decidió cruzar Lima hasta Barranco
En 1959, en uno de los hechos más extraños, sorprendentes y divertidos de esos tiempos, una elefanta caminó por la selva de cemento desde el centro de Lima hasta Barranco, en busca de un lugar donde vivir.
El circo “Tropicana” era uno de los muchos que se levantaban en Lima para disfrute de todas las familias, a fines de los años 50. Lima era entonces una capital aun tranquila, en general, aunque ya había visto cambios de infraestructura, nuevos edificios cada vez más altos y también no dejaba de ver a mucha gente ilusionada por seguir riendo en una carpa de circo o en un zoológico municipal.
Por eso, en ese verano de 1959, todos estaban enterados de que el circo “Tropicana”, instalado en las cercanías de la plaza Dos de Mayo, en el Cercado de Lima, quería prestar a “Mary Jumbo”, una elefanta muy joven de seis años de edad y un peso de seis toneladas, a la Municipalidad de Barranco. La idea era dejarla en el pequeño zoológico del municipio, en el “Parque de la Confraternidad”. El trato con el circo era que cuando volvieran a dar funciones, el circo la recuperaría y luego, al acabar la temporada, la devolverían al zoológico.
“MARY JUMBO” NO QUISO VIAJAR EN CAMIONETA
Con todo arreglado entre circo y zoológico, el Consejo barranquino acordó el traslado del paquidermo el martes 6 de enero de 1959, en un acto simbólico por ser día festivo, el de Bajada de Reyes. Entonces el personal del circo, que se había comprometido a llevar a la elefanta hasta el parque, se empeñó en meterla a un camión de la Empresa de Transportes Aliaga, acondicionado especialmente para el viaje del animal.
Las tres horas de infructuoso intento de empujar esas seis toneladas de peso andantes al vehículo terminaron con la rendición de los cirqueros. Se declararon inútiles en hacer “entrar en razón” a la tremenda elefanta. “Mary Jumbo” no quería ser encapsulada en un hueco con ruedas, sino avanzar por la ciudad libre, sin ataduras ni empujones. Prefirió caminar en la selva de cemento. No le importaba.
Mientras eso sucedía en el centro de Lima, en Barranco, por los alrededores del parque zoológico, una masa de gente, especialmente niños, esperaba ansiosa la llegada de la nueva elefanta. Dentro del zoológico, una multitud que había comprado sus entradas para verla por primera vez tomaban gaseosas y todo tipo de refrescos para soportar el calor.
El parque había recaudado la cifra récord de 4.400 soles de oro en un solo día. Estos visitantes del zoológico fueron los primeros en protestar airadamente. “¡Pagamos para ver a la elefanta de circo!”, reclamaron. A los de afuera, la noticia de que no llegaría solo los decepcionó. Para las cinco de la tarde, ya nadie quedaba en las calles aledañas al parque municipal.
Pero no todas fueron malas noticias para el público ansioso de ver a la simpática paquidermo en Barranco. Se anunció que en las primeras horas del jueves 8 de enero de 1959, para aprovechar el fresco del verano, la elefanta del circo “Tropicana” caminaría hasta su nueva casa zoológica.
¿Quién y cómo era la inquieta “Mary Jumbo”? El dueño del circo, Enrique Varé, contó a El Comercio que la elefanta fue adquirida por la suma de 224.000 soles de oro, y su alimentación diaria costaba un poco más de 50 soles. Era una elefanta especial: comía, como todo paquidermo, alfalfa, pasto verde y seco, afrecho, pero también se volvía loca por los caramelos y las galletas.
Cederla por un tiempo fue una idea que se le ocurrió a Varé, quien entonces pensaba traer a otros animales para su circo, y luego hacer lo mismo que con “Mary Jumbo”: entregarlo en préstamo al zoológico municipal. Barranco hasta contrató por mil soles a la semana a un especialista en elefantes para cuidarla en el zoológico: era un señor conocido como “Sabú II”, nombre seguramente inspirado en el entonces famoso actor indio Sabú Dastagir.
LA GRAN CAMINATA DE LA ELEFANTA DE CIRCO
Entonces no hubo más remedio que obedecer el deseo de la gran elefanta circense. “Sabú II” la condujo desde las seis de la mañana del jueves 8 de enero de 1959. Partieron desde el desbaratado circo, cerca de la plaza Dos de Mayo, en el Cercado de Lima, y durante el trayecto, que duró seis horas y 15 minutos, “Mary Jumbo” estuvo acompañada de numerosos vecinos que la seguían por tramos.
Nunca estuvo sola ni un segundo, siempre bajo la atenta mirada del hipnotizador “Sabú II”, que la guiaba con dulzura y paciencia. Ella avanzaba sin olvidar de hacer algunas gracias para el público espontáneo que se aglomeraba por trechos hasta llegar a Barranco. “Mary Jumbo” era una elefanta dócil y bien domesticada. Estaba acostumbrada a la presencia del público, por eso la caminata la fue relejando y hasta podría decirse que avanzaba contenta. Tan contenta como los niños y jóvenes que festejaban cada proeza que “Mary Jumbo” les regalaba.
En cada parque que atravesaban, la elefanta hacía demostraciones de su destreza circense, y al llegar al Parque Salazar en Miraflores, la elefanta se lucía en el improvisado escenario. Ya estaba llegando al límite con el distrito de Barranco cuando el alcalde de esa comuna, Manuel Campodónico Quevedo, le dio la bienvenida.
El alcalde, el inspector del zoológico, los concejales del distrito, todos estaba dispuestos a darle un caluroso recibimiento. El agua discurría alrededor del animal, que ya algo agotado, ingresó al zoológico bajo los aplausos de los vecinos y los visitantes. A las 12 y 30 de la tarde, “Mary Jumbo” ingresó a la jaula preparada especialmente para ella. No fue la libertad lo que encontró en el parque, pero al menos iba a ver a muchos más niños y niñas diariamente y, por lo tanto, galletas y caramelos no le faltarían.
En la tarde de ese caluroso día, miles de personas visitarían el zoológico del “Parque de la Confraternidad” de Barranco. Y así se repetiría día tras día en ese verano de fin de década en el balneario al sur de Lima.