Es 26 de mayo de 1968 y un reportero gráfico de El Comercio acude a la inauguración de un colector de desagües en Surco. No es una comisión cualquiera: el mismísimo presidente, Fernando Belaunde, estará al frente del acto. Una vez en el lugar, el fotógrafo persigue sigilosamente al mandatario a la espera del encuadre perfecto. En un momento dado, Belaunde ingresa a una de las enormes tuberías y entonces es inmortalizado en esta imagen, en la que pareciera estar en el centro de la mira de un francotirador. Lo vemos sonreír porque tal vez acaba de pronunciar la palabra que él convirtió en lema político: «¡adelante!».
Si nos fijamos bien, su pie derecho aún no ha entrado en contacto con la superficie y es fácil presumir que ese impecable zapato de cuero quedará muy pronto cubierto de polvo. Alrededor vemos a seis o siete hombres que permanecen atentos al menor movimiento del jefe de Estado; uno de ellos es marino: capitán de fragata según sus insignias y edecán de Palacio según su cordón de Estado mayor. Otro de ellos, el que ha vuelto el rostro por un instante, porta una linterna para cuidar que el presidente no dé un paso en falso. Ninguno de los presentes sabe que faltan menos de cinco meses para que Belaunde sea derrocado por Velasco Alvarado. Mientras don Fernando inspecciona el nuevo sistema de alcantarillado, varios problemas se registran en el país: campesinos se movilizan para tomar tierras, guerrillas asoman en el centro y sur, y el Congreso sostiene un duro enfrentamiento con el Ejecutivo. La agitación no solo concierne al Perú: a miles de kilómetros de distancia, Francia hierve en una revolución estudiantil que se volvería histórica. Pero quedémonos en esta imagen –metáfora visual de un gobierno que estaba a punto de irse por un tubo– y aplaudamos retrospectivamente el sentido de oportunidad del reportero gráfico. En estos tiempos es tan raro ver a un presidente haciendo su trabajo que una postal como esta es casi una extravagancia.