Felipe de Edimburgo y el día que llegó, paseó e hizo suspirar a todo el Perú: ¿qué hizo en su visita al país hace 59 años?
A dos meses de cumplir 100 años, falleció Felipe de Edimburgo (1921-2021), esposo de la reina Isabel II de Inglaterra. Su llegada al Perú en 1962 fue excepcional. A sus 41 años, el duque dejó entre los peruanos evidencias de su calidez humana, espontaneidad y ganas de vivir.
El “Príncipe Felipe, Duque de Edimburgo”, título que le otorgó la reina Isabel II en 1957, llegó al aeropuerto de Limatambo el miércoles 21 de febrero de 1962. Eran las 3 de la tarde en punto cuando una comitiva lo dio la bienvenida a él y a sus 200 maletas de equipaje personal y de todo su séquito. Dos mil personas se arremolinaron para recibirlo.
Su paso por Lima en un automóvil descapotado desde el aeropuerto de Corpac fue un verdadero paseo glorioso por calles y avenidas. Se dirigió, en primer lugar, a Palacio de Gobierno para ver allí al casi saliente presidente Manuel Prado, quien lo esperaba ansioso en el patio con las escoltas militares. Los protocolos palaciegos incluían el Salón Dorado.
Miles de personas lo aplaudieron en su trayecto hacia el centro de Lima, y en la última parte del camino, en el jirón de la Unión, Felipe de Edimburgo se levantó de su asiento para saludar a los limeños y limeñas que le aplaudían a rabiar. Muchas mujeres que lo vieron pasar afectuoso y atento a los aplausos le lanzaban pétalos de rosas, y hasta una de ellas se desmayó a la altura de la plaza San Martín, ya en el centro de Lima. El duque causaba un furor británico mucho antes de que aparecieran los Beatles.
El terno azul oscuro, la corbata verde y el sombrero café le daban un aire moderno, cosmopolita al notable miembro de la realeza británica. La seguridad del duque fue preparada con meticulosidad. No solo lo resguardaban policías de la Guardia Civil sino principalmente un séquito de agentes británicos que, junto con el personal de servicio y las 200 maletas habían llegado en un primer avión al mediodía.
¿QUÉ HIZO EL PRÍNCIPE FELIPE DE EDIMBURGO EN LIMA?
Felipe rindió un homenaje en el Panteón y Cripta de los Héroes de la Independencia, ubicados en el Parque Universitario, al costado de la Casona de San Marcos. Y esa misma noche de su llegada, el presidente Prado lo agasajó con su suculento banquete en Palacio de Gobierno. Esos fueron solo algunos de los actos protocolares en los que el invitado real debió alternar, siempre precedidos por el Good Save The Queen.
El duque de Edimburgo se sintió muy cómodo rodeado de miembros de la colonia británica y de las autoridades peruanas que lo ofrecieron todo tipo de comodidades. En medio del entusiasmo, al día siguiente, el jueves 22 de febrero, Felipe se animó –fuera del programa oficial– a pilotear el avión de su servicio personal durante una hora por el cielo celeste y veraniego de Lima. Fue todo un acontecimiento para la ciudad.
Esa mañana, los limeños pudieron ver volar por una hora al bimotor turbohélice, donde Felipe al lado del piloto capitán C. N. Johnson apreciaron la capital en sus más mínimos detalles, en bloque, sin intermediarios, desde el Morro Solar y el mar limeño hasta el cerro San Cristóbal.
También recibió de manos del alcalde de Lima, Héctor García Ribeyro, las “Llaves de la ciudad” y fue declarado “Huésped ilustre” de Lima. En dicha ocasión, el esposo de la reina Isabell II de Inglaterra agradeció el gesto y de inmediato dio un brevísimo discurso de menos de un minuto. Nunca antes fue tan claro el refrán: “Lo bueno, si es breve, dos veces bueno”.
Después visitó el buque insignia A. P. Almirante Miguel Grau, en el antiguo muelle de guerra del Callao, donde recibió los honores a su alta investidura, y también el intento de abrazo de una señora que estuvo a punto de echársele encima por tener un autógrafo suyo. Ya a salvo en el buque Grau, con todo en orden, el duque de Edimburgo pudo donar un cuadro para el salón de oficiales.
Los siguientes días, visitó la Cámara de Comercio de Lima para recibir más saludos que en la propia Asociación Cultural Peruano-Británica. Pero también tuvo la satisfacción de recibir el grado de Doctor Honoris Causa de la Universidad Nacional de Ingeniería (UNI). El príncipe Felipe estaba abrumado, pero feliz con tantas amabilidades y atenciones peruanas.
El duque en sus discursos de agradecimiento nunca dejaba de demostrar su preparación minuciosa en cada tema, y su variada información sobre el Perú y sus problemas. Siempre estaba atento a reforzar las relaciones culturales y comerciales peruano-británicas. Detallista en cada minuto de su estancia.
Hasta el sábado 24 de febrero, el príncipe Felipe hizo numerosas actividades recreativas. Tuvo tiempo para practicar equitación, su deporte favorito, y para dar un paseo en yate por el balneario de Ancón, al norte de Lima.
FELIPE DE EDIMBURGO VIAJA AL INTERIOR DEL PERÚ
En esos días también voló por unas horas hacia Chiclayo y Trujillo, donde fue grata y brevemente agasajado. Pero el gran viaje que esperaba con anhelo se realizó el domingo 25 de febrero de 1962. Ese día Felipe, duque de Edimburgo, tras despedirse del presidente Manuel Prado y entregarle libros británicos sobre la independencia de América, viajó a la imponente ciudad del Cusco.
En la capital arqueológica de América, unos 30 mil cusqueños se juntaron para recibirlo con todos los honores del caso. De inmediato, el duque quiso marchar hacia la ciudadela de Machu Picchu, donde quedó maravillado. Completamente extasiado.
A su regreso a la ciudad, luego de protocolares despedidas, pasó unas horas por la tarde en Puno, donde subió al vapor “Ollanta” para internarse por el lago Titicaca hacia el país vecino de Bolivia.
De esta manera concluyó el paso del carismático príncipe Felipe, duque de Edimburgo, por el Perú. Dejó entre nosotros una huella difícil de olvidar entre las muchas visitas que recibió nuestro país a lo largo del siglo XX.