La causa del reto a duelo fue la publicación días antes de una carta del diputado por Amazonas, Eduardo Watson Cisneros, publicada en el diario La Prensa, en la que criticaba con cierta sorna un “mensaje a la ciudadanía” del ex candidato presidencial, pronunciado el viernes 11 de enero de 1957. En ese discurso, Fernando Belaunde Terry acusaba al gobierno de Manuel Prado de ser un “continuismo” del anterior gobierno de Odría.
A través de sus padrinos, por una carta poder, Belaunde le pidió formalmente a Watson, político cercano al gobierno de Manuel Prado, una disculpa pública con el retiro de todas las frases que consideraba “ofensivas”, a lo que el diputado se negó. Ante ello, el arquitecto retó a duelo al diputado pradista, y para eso recibió lecciones de esgrima a solo un día del lance.
Watson no habría necesitado esas lecciones porque era un “experto” con el sable o, al menos, eso se dijo para destacar el “desigual choque”. La verdad era que Watson no practicaba esgrima, pero conocía un poco más esta práctica que su contrincante ocasional. El “acta de honor” fijó los términos y la fecha del duelo: sería en la madrugada del jueves 17 de enero de 1957.
LA ANTESALA DE UN DUELO ANUNCIADO
Las 24 horas anteriores al encuentro de honor fue muy tenso para Belaunde. Recibió llamadas de amigos y familiares que le pedían desistir del enfrentamiento. Pero el reciente fundador del partido Acción Popular (lo fundó en julio de 1956), no les hizo caso. Es más, por regla general en este tipo de lances, el político se mantuvo aislado de dar declaraciones públicas. El que sí declaró sin ningún problema fue el parlamentario Watson. Confirmó el duelo y dijo que así “lo quiere el desafiante, y yo estoy dispuesto a aceptar el reto”.
Como los reporteros sabían que el duelo se realizaría al despuntar el alba de ese jueves 17 de enero, pero no estaban informados del lugar de los hechos, se apostaron desde la noche del miércoles 16 a las afueras de la casa de Belaunde, en la calle Inca Ripac, muy cerca de la avenida Salaverry, en Jesús María. Hicieron la guardia entre cabeceos, chistes y especulaciones sobre quién podría ganar el lance.
Entonces, apenas vieron salir al arquitecto, quien les dio un saludo con las manos, los hombres de prensa subieron a sus unidades de transporte y lo siguieron embalados. Pero no fue nada fácil, ya que uno de sus padrinos, el señor Miguel Mujica Gallo (el otro fue el señor Tomás Escajadillo) tomó un laberíntico camino para despistar no solo a los periodistas sino también a los agentes policiales que trataron de impedir el encuentro de honor.
Fue una odisea seguir el rastro del auto Cadillac, pero El Comercio lo siguió como sea. De esta forma, junto con otros colegas vieron que el coche de Belaunde y también el auto Sedán de Watson, que se unió al grupo luego de partir desde su casa en la calle Manuel Villavicencio en Lince, tomaban la carretera a Ancón; y luego, ya a las 5 y 30 de la mañana, la antigua Panamericana Norte para volar a toda velocidad hacia Collique.
Entonces los periodistas y reporteros y gráficos ya no tenían dudas de dónde sería el duelo: en el Aeroclub de Collique. Para cuando tomaron sus ubicaciones, en los alrededores de la terraza del club, Belaunde y Watson ya empezaban a descamisarse, remangarse los pantalones y hacer un calentamiento previo con los sables.
LA LUCHA DE CABALLEROS POR EL HONOR POLÍTICO
Apareció primero en el terreno de los hechos el arquitecto Belaunde. Segundos después lo hizo el diputado Watson. Vestido de negro, el “director del combate” fue el general FAP Ergasto Silva Guillén (también era padrino de Watson), quien avisó a los contrincantes que, siguiendo los parámetros tradicionales, se llevarían a cabo tres asaltos de dos minutos cada uno “de filo y contrafilo”.
A las 5 y 45, solo les quedaba a los duelistas respirar hondo y enfrentar la realidad que se habían autoimpuesto. Y así, en cada asalto los sablistas se hicieron algunos cortes no mortales, pero sí de cuidado, lo que indicaba que no era un duelo “simbólico” sino uno verdadero. Los sables se cruzaron con energía, cortando el aire, como metales agresivos y peligrosos.
De hecho, lo más arriesgado fue lo que hizo el buen Watson al herir levemente en la mano derecha al líder de Acción Popular, quien acicateado por la agresión arremetió como si fuera un caballero cruzado para hacerle un corte, también leve, en la oreja izquierda y otro pequeño corte en una mano al diputado por Amazonas. De allí, no pasó a mayores y ante cualquier eventualidad estaban como testigos y salvavidas dos médicos, uno por cada lado.
Los tres asaltos se disputaron básicamente en el terreno de Watson. En el primer asalto, incluso, los nervios le fallaron al hombre del gobierno de turno quien resbaló aparatosamente. Belaunde no tenía experiencia en estos lances, pero no le faltó valor y ánimo para sobrellevar la presión de una confrontación de este tipo.
Concluido el duelo, el general FAP Silva Guillén propuso una reconciliación, pero Belaunde, aun con las pulsaciones por minuto muy altas, la rechazó. El primero en irse con sus padrinos, Javier Ortiz de Zevallos y el propio Silva Guillén, fue el diputado Watson; luego lo hizo el líder de Acción Popular con los suyos.
Watson se reunió en la casa de un familiar suyo con personas del entorno gubernamental y hasta recibió la visita del edecán del presidente de la República, quien una vez informado de los hechos, regresó a Palacio de Gobierno. Belaunde, por su lado, regresó a su casa de Jesús María donde recibió el apoyo de su familia, amigos y partidarios acciopopulistas.
EL DESCANSO DEL GUERRERO EN CASA
En Jesús María, el arquitecto y decano de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional de Ingeniería (UNI) fue recibido por un nutrido grupo de simpatizantes. Lo cargaron en hombros y al entrar a su casa, sin decir palabra alguna aun, subió las escaleras y en el segundo piso se fundió en un abrazo con su esposa.
Bajó aun con la camisa ensangrentada, y declaró brevemente: “He tratado de hacer honor a mis padrinos y quiero aquí manifestar públicamente mi agradecimiento a ellos, porque hay cierta ingratitud en hacerlo en privado”. Luego, volvió a subir para esta vez para ducharse, cambiarse de camisa y de vendaje. Siempre lo hizo acompañado de su médico Daniel Becerra.
El líder acciopopulista estaba muy emocionado, rodeado de amigos y partidarios. Se tomó fotos con sus padrinos y su médico, y a su instructor de esgrima de emergencia, que asomaba por allí, le dijo, en tono modesto: “Maestro, qué culpa tiene usted de tener un mal alumno. No he cumplido con sus instrucciones”. Tras ir a la casa de su madre, Belaunde terminó esa mañana en Córpac, donde tomó desayuno en uno de sus comedores, junto con allegados de su naciente partido Acción Popular. El Club Nacional lo esperaba más tarde.
Watson dijo que había tomado el duelo como “una experiencia deportiva” y que esperaba reconciliarse con Belaunde. “No tenía nada en contra de él, aunque discrepaba hondamente de su pensamiento político”, declaró Watson, a quien hoy la historia lo recuerda por ese duelo. Mientras, Fernando Belaunde Terry siguió su vida política y fue dos veces presidente constitucional del Perú.