El ciudadano inglés Arthur Field llegó al Perú en un año de completa inestabilidad política. Solo para tener una idea: en 1863 hubo cuatro presidentes en Palacio de Gobierno. Hasta el 3 abril de 1863 fue jefe de Estado, el general Miguel de San Román. Ese día murió. Asumió el mando solo por 6 días, del 3 al 9 de abril, el mariscal Ramón Castilla ante la ausencia de los vicepresidentes de la República. Cuando el segundo vicepresidente, Pedro Diez Canseco, regresó de Arequipa, ocupó el cargo hasta el 5 de agosto de ese año. Entonces, Juan Antonio Pezet, el primer vicepresidente, regresó de Francia, y terminó ese año de 1863 como presidente de la República.
Es seguro que Arthur o Arturo Field se vio confundido ante tanto cambio de mando en el país. Se preguntó, sin duda, ¿en qué país había arribado? Superado el temor de la inestabilidad (mejor dicho, se acostumbró a ella) míster Field emprendió su negocio galletero en el Perú. Muy pronto hallaría un aliado en su amigo francés Adolfo Fribourg.
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Por entonces, la capital limeña llegaba a los 100 mil habitantes y era una ciudad que empezaba a crecer materialmente, en medio de una limitada actividad comercial. Lo que se vendía era mayormente importado, ya que la industria nacional apenas si se asomaba en el horizonte del país.
Los productos extranjeros provenían de Inglaterra, Francia e Italia, principalmente. Antes de la ‘Guerra del Salitre’ o ‘Guerra del Pacífico’ (1879-1883) era un signo de distinción social en Lima vestirse “a la europea”, con calzados, vestimentas y perfumes; y también consumir alimentos y bebidas –vinos y embutidos– que se exponían en los escaparates de las mejores tiendas de la época.
En ese ambiente precario aún, comercialmente hablando, pero sin duda retador, es que Field y Fribourg iniciaron la empresa de galletas “Arturo Field” en 1864. De esta forma, se dio inicio al mercado nacional de golosinas en nuestro país.
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Era una apuesta por el futuro la de Arturo Field, especialmente porque había invertido todo su capital en ello. Si fallaba en esa empresa, lo único que le hubiese quedado era regresar a Inglaterra con las manos vacías.
Field era galletero, amaba hacer galletas, y con esa idea –al poco tiempo de iniciar el negocio– la firma debió aumentar su producción y portafolio, en general. En esa incipiente industria galletera era vital avanzar porque la otra opción negada era el retroceso, el fracaso.
FIELD: EL PRIMER LOCAL DE GALLETAS EN LIMA Y LUEGO EN EL CALLAO
Arturo Field decidió instalar su local en la ‘plazuela de Guadalupe’ (hoy frente al Palacio de Justicia y la Clínica Maison de Santé de Lima), en una antigua casona, cuya dueña era la señora Mercedes Boza. En ella colocó algunas máquinas y un horno; y contrató a número reducido operarios. Field convirtió ese espacio en los extramuros de la ciudad en un lugar muy activo.
Sin embargo, el empresario inglés estaba dispuesto a expandirse sin demora. Por eso, al poco tiempo, cerró su negocio de Guadalupe, y se trasladó al Callao. El 20 de noviembre de 1865, Field se unió a Fribourg y decidieron formar una “sociedad comercial” para la fabricación de galletas.
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La empresa comenzó a funcionar en un corralón arrendado, con un primer vendedor, Edmundo Leonel, quien fue el primero que tuvo la empresa Field. Sin embargo, ese sistema solo duró unos meses. El 27 de marzo de 1866, poco más de un mes antes del Combate del Dos de Mayo, su socio Fribourg le cedió sus acciones de la “sociedad comercial” a Field a cambio de una suma de “dos mil pesos”.
Ese gasto y los que debió hacer en la propia empresa galletera, desequilibraron el presupuesto del empresario británico. Entonces, Arturo Field no tuvo más remedio que devolver la fábrica a su amigo y ex socio Fribourg.
Esa primera fábrica luego fue vendida y revendida a otros interesados en la producción galletera. Pero no prosperó porque era Field quien tenía los conocimientos y la experiencia en el rubro; además, a esas alturas de la vida económica del país, el inglés era en ese momento el único experto industrial en galletas en Lima.
Arturo Field siguió produciendo de manera independiente, y luego de tres años, en 1869 su nombre ya era respetado en esa industria. La calidad de sus productos le abrió las puertas de la ‘Exposición Industrial” de ese año. El evento era organizado por el alcalde de Lima, Manuel Pardo y Lavalle (1869-1870), quien unos años después sería presidente de la República (1872-1876).
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La participación de Field en ese importante evento fue exitosa. Intervino con la razón social de “Fábrica de Galletas Boza”, ya que precisamente su negocio se ubicaba entonces en la calle Boza (Jirón de la Unión). En 1872 se presentó en la misma exposición, pero al lado de su nuevo socio, el señor Blenkinsop. Field recibió esa vez una medalla de plata por sus méritos comerciales y empresariales.
Arturo Field pensó en grande y exportó a Chile sus galletas, donde fueron bien acogidas. En el vecino del sur también fue reconocido en cuanta feria participaba. Mientras en el Perú, con más de 10 años en el mercado, sus productos eran muy bien promocionados en el diario El Comercio y otros medios de prensa de la época.
Para 1877, en cada aviso publicitario la marca Field se preocupaba en indicar que sus galletas eran “producto nacional”. Esto era clave, pues aún en el Perú se importaban golosinas y galletas. Las presentaciones de Field eran muy variadas: tenían galletas de soda, de chocolate, con grageas, surtidas, entre otras. Un año antes de la guerra con Chile, en 1878, Field ponía exhibir buenas cifras de exportación no solo a Chile sino también a Ecuador, Bolivia y Centroamérica.
Durante la llamada ‘Guerra del Salitre’ con Chile, sucedió la ocupación de Lima, tras cruentas batallas en San Juan y Miraflores. El 17 de enero de 1881 empezó ese calvario para los limeños. Las tropas chilenas marchaban por jirones, calles y avenidas, y ocupaban parques y locales públicos a su antojo.
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La fábrica Field debió hacer frente a una situación concreta: sus sacrificados operarios fueron también defensores de la ciudad y la mayoría de ellos murieron en los ‘reductos’ de Miraflores con verdadero heroísmo. Había pues que comenzar de nuevo con otros operarios para que la fábrica no detuviera su producción.
Esa trágica etapa que vivió el Perú se reflejó en una escasa producción, así como en las importaciones que permanecieron prácticamente paralizadas. El campo fue abandonado a causa de la invasión chilena y muchas fábricas fueron destruidas a mansalva.
De esta forma, los años de posguerra en el Perú fueron muy duros. La década siguiente al final de la guerra, la de 1890 a 1900, fueron años de lenta recuperación económica. El 12 de junio de 1896 se creó la Sociedad Nacional de Industrias, y Field formó parte de las empresas que la conformaron.
En esa década finisecular, la fábrica de Field, con cuatro grandes secciones, accionaba su diversa maquinaria con un poderoso motor a vapor. Asimismo, contaba con distintos talleres de carpintería, hojalatería, herrería, las cuales completaban su infraestructura.
Por entonces, se elaboraban más de 250 clases de galletas, y muchos dulces secos, confites, pasteles, chocolates, hasta mantequilla y café. En tanto, la cabeza de todo, Arturo Field viajaba continuamente a los EE.UU. para mantenerse al día con la tecnología más avanzada en el ramo.
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En 1895, ya estaba en funciones un directorio y Arturo Field dejó que lo representara Alfredo Field en la fábrica, en el puesto de gerente técnico. Con esa nueva jefatura se adquirió la finca de Agustín Guerin, donde se instaló la sección de chocolatería.
Alfredo Field renunció a la fábrica Field y creó en 1907, junto con dos socios, ‘La Estrella’, que se convirtió en una seria competencia para el negocio galletero del pionero. La respuesta de Arturo fue rebajar sus precios, pero ‘La Estrella’ hizo lo mismo.
Field no tuvo más remedio que acudir al Ministerio de Fomento en resguardo de la marca por una posible copia; al mismo tiempo que decidió bajar aún más sus precios en los productos similares; con ello logró enfrentar mejor a su competencia.
Pero el viejo fundador estaba agotado. Así, en 1908, Arturo Field se fue del Perú, y no pensó en retornar. Cuatro años después, en 1912, la fábrica ‘La Estrella’ compró todas las acciones de la “Compañía Industrial Field”, rescatándola y repotenciándola.
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Entonces se vivía una coyuntura internacional prebélica complicada. La ‘Gran Guerra’ (1914-1918) se avecinaba y eso sería difícil de afrontar: afectaría a las importaciones y a la economía en general. Las empresas industriales como Field resintieron el golpe.
Los créditos bancarios se suspendieron y debieron rebajarse los sueldos de los empleados entre un 10% a 20%. Todo se redujo, también los días de trabajo y se limitaron los pedidos para ejecutarlos en el menor tiempo posible. La recesión económica se expandió rápidamente.
La marca Field –especialmente con su producto estrella, las galletas– estaba ya incorporada a las costumbres y hábitos peruanos de esos años. Desde fines del siglo XIX, el consumo de galletas era muy popular y era parte de la tradición en las tertulias familiares, así como en las reuniones entre hombres, mujeres y niños. No había fiesta infantil donde no se comieran galletas a montones.
Incluso el consumo de galletas había sido incorporado al universo de la literatura peruana. En la novela ‘Aves sin nido’ (1889), de la escritora Clorinda Mato de Turner, se hacía referencia a las “galletas Field”. Sus personajes las saboreaban y preferían con frecuencia.
Así avanzaron los años, las décadas, y la marca Field se imponía en un mercado bastante variado. Hasta que sucedió una tragedia para la empresa: el incendio consumió prácticamente toda la fábrica, en el centro de Lima. Ocurrió en la noche del domingo 16 de enero de 1944.
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La fábrica “Arturo Field y la Estrella Ltda.” (así era su nombre legal) estaba asegurada en la Compañía Rímac, pero igual dio mucha tristeza entre los vecinos ver cómo ese “voraz incendio”, como lo describía El Comercio (17/01/1944), terminó acabando con el inmueble e hiriendo a cuatro bomberos y un soldado con distintas quemaduras. Luego se confirmó que dos menores también habían sido afectados.
El siniestro amenazó con destruir también los edificios vecinos, tanto los que daban hacia la avenida Paseo de la República como los cercanos a la esquina de las calles Guadalupe y Mapiri (hoy Miguel Aljovín), muy cerca de la casa matriz original en la plaza Guadalupe.
A las 9 y 40 de la noche empezó el incendio. El aviso lo dio un guardia civil de la 5ta. Comisaria, que custodiaba el cercano Palacio de Justicia. El fuego subió desde las plantas bajas de producción y llegó a las zonas altas donde estaban las oficinas de la empresa.
El lamentable hecho dejó sin trabajo por dos años a unos 400 trabajadores, entre hombres y mujeres. Recién en febrero de 1946, se logró reiniciar las actividades al 100% con una nueva fábrica, ubicada en la avenida Venezuela, a la afueras del centro de Lima.
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A partir de la década de 1970, y tras varios cambios internos, se inició un recambio de nuevas marcas de galletas dentro de la empresa. Estas se volvieron tan emblemáticas como la ‘Soda Field’ (o las galletas ‘María’, famosas en los años 60). Por ejemplo, aparecieron las ‘Coronitas’, ‘Pipos’ y ‘Miami’ (galletas); así como ‘Butterfield’ y ‘Mostro’ (barras bañadas); también ‘Cometa’ y ‘Recreo’ (chocolates); y ‘Picolines’ y ‘Cocorocos’ (caramelos).
La empresa había generado el interés de inversionistas locales y extranjeros a lo largo del tiempo. En 1970 fue adquirida por la familia Arteaga. Y en 1992, la compró la foránea ‘Golosinas Internacionales’. Un año después, en 1993, pasó a manos de Nabisco, una transnacional estadounidense del rubro. En el 2000, Kraft Foods (hoy Mondelez) compró Nabisco.
En vista del potencial de la marca, la compañía relanzó en el 2012 el nombre ‘Field’, y la convirtió en el paraguas de las marcas del portafolio antiguo y la plataforma para el regreso de productos ‘de antaño’.
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