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En la edición del 29 de julio de 1971, El Comercio tituló en su portada: “Perú celebró con júbilo y unción patriótica el sesquicentenario”. Y es que las actividades rebasaron largamente lo oficial y parametrado del gobierno militar de Juan Velasco Alvarado (1968-1975), y llegaron a la esfera de lo popular con brío, energía y vigor. La Plaza San Martín fue ocupada por autoridades de todo tipo, pues allí se realizó el evento central. Previamente, en otras cuatro plazas resonaron las palabras de José de San Martín, las mismas de aquel lejano 28 de julio de 1821.
Cerca de las 11 de la mañana del 28 de julio de 1971, y tras el Te Deum en la Catedral de Lima, los limeños pudieron desplazarse a cuatro plazas donde escucharían la proclama independentista del libertador José de San Martín. Con algarabía, pompa e intensa emoción se vivió el develamiento de las placas conmemorativas por los 150 años de la independencia del Perú, tanto en la Plaza de Armas como en la Plaza Bolívar (o Inquisición), así como en la Plaza de la Merced y en la Plaza Italia (antes Santa Ana).
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Se reunieron cientos de vecinos, con relucientes bandas de música y delegaciones civiles y militares. Ningún punto careció de sentimiento patriótico y fe en el porvenir del país. Las palabras del “Acta de la Independencia” del Perú, que José de San Martín hizo aprobar por los ciudadanos libres de Lima el 15 de julio de 1821, se escucharon en las cuatro plazas. De allí, en romería, portando la Bandera Nacional, congeniarían en la plaza principal del evento: la Plaza San Martín.
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En la plaza del Hotel Bolívar, el Club Nacional y el cine Metro, les esperaría el presidente Juan Velasco Alvarado, encabezando la ceremonia por el sesquicentenario patrio, con el Cardenal Juan Landázuri Ricketts secundándolo, junto con numerosos delegaciones nacionales y extranjeras. Pero también estaría el alcalde de Lima, el ingeniero Eduardo Dibós Chappuis, quien se llevó todo el protagonismo de la jornada, ganado a pulso por su liderazgo y gran espíritu cívico.
LA BELLEZA DE LA PLAZA DE ARMAS
En 1956, ya se había hecho una lectura similar de la proclama de la independencia en la Plaza de Armas, recibiendo al segundo gobierno de Manuel Prado Ugarteche; pero esta vez, en el sesquicentenario, y en otras tres plazas más el hecho se tornaba más espectacular. Fue el Consejo de Lima, con Eduardo Dibós como burgomaestre, el encargado de la organización de los actos en Lima por los 150 años de la independencia peruana.
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Apenas acabó el Te Deum, los vecinos de Lima de todas las edades, escolares, universitarios, autoridades ediles y miembros de la “Comisión del Sesquicentenario de la Independencia” se reunieron en medio de la Plaza de Armas, cantaron el Himno Nacional, escucharon el discurso de orden del Coronel EP (r) Carlos Cobilich Portocarrero, representante del Ministerio de Educación, y luego vibraron con las notas de la “Marcha del Sesquicentenario”.
Las palabras que había dicho en su histórico momento el general José de San Martín en 1821, aún resonaban en la Plaza de Armas en ese 28 de julio de 1971, pues la voz del alcalde Dibós las volvió actuales. Dibós anunció de inmediato la romería con la Bandera Nacional rumbo a la Plaza San Martín. Acompañado de los regidores de Lima, el alcalde caminó todo el Jirón de la Unión y con la enorme bicolor se abrieron paso, hasta llegar a la plaza principal de la jornada para ocupar allí el lugar destacado que merecía.
LA CALIDEZ DE LA PLAZA DE LA MERCED
Otro lugar de la proclama fue la cálida Plaza de la Merced, también en el Centro de Lima, al pie del monumento al Mariscal Ramón Castilla. Fue casi en simultáneo con lo que acontecía en la Plaza de Armas, a las 11 de la mañana, aproximadamente. El homenaje a la patria en ese cuadrado fue muy emotivo.
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El patrón básico continuó: se tocó el Himno Nacional, a cargo de una banda de músicos de la Marina de Guerra del Perú; enseguida, un representante de la Municipalidad de Lima, Leónidas Ponce Sobrevilla, develó la placa conmemorativa y luego sobrevino el discurso de orden del R.P. Saúl Peredo, de la Orden Mercedaria.
La placa en referencia decía: “En esta Plaza de la Merced, el 28 de Julio de 1821, el Generalísimo José de San Martín proclamó la Independencia del Perú, declarada por el Cabildo Abierto convocado por el Ayuntamiento de Lima. El Concejo de Lima en el Sesquicentenario de la Independencia Nacional”.
Asistieron a este acto los “abanderados” de todos los clubes de Leones de la capital, y las delegaciones de los colegios Pedro Coronado Arrasco, Nuestro Señor de los Milagros y Nuestra Señora de la Merced, impecablemente presentados y dirigidos por los instructores militares Carlos Verástegui y Luis Morales.
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LA ADUSTEZ DE LA PLAZA BOLÍVAR
En la Plaza Bolívar, demoraron unos minutos más; en realidad, varios minutos más que en las plazas de la Merced y de Armas. Casi al mediodía, se develó la placa conmemorativa a la Declaración de la Independencia, que fue colocada en una de las paredes del local de la Bomba Roma Nº 1, en la cuadra cinco del jirón Junín, en el que, según consigna la historia, fue colocado uno de los tabladillos desde donde el general San Martín proclamó la independencia peruana.
La inscripción de la placa decía: “En esta Plaza de la Inquisición, el 28 de Julio de 1821, el Generalísimo José de San Martín proclamó la Independencia del Perú, declarado por el Cabildo Abierto convocado por el Ayuntamiento de Lima. El Concejo Provincial de Lima en el Sesquicentenario de la Independencia Nacional”.
La placa fue develada por los concejales de Lima, Gonzalo Raffo, Raúl Barrios y Pablo Wislltatter, con la presencia de las delegaciones de escolares de diferentes colegios de la zona y la Policía Municipal, junto a sus escoltas. En un momento dado, el profesor de Historia, Humberto Galindo Rivero hizo un recuerdo del acto proclamatorio de 1821, concluyendo con la colación de ofrendas florales por parte de los miembros del municipio limeño.
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LA POPULARIDAD DE LA PLAZA ITALIA
Otro lugar donde el general San Martín proclamó la independencia peruana fue donde hoy está la Plaza Italia, antiguamente llamada Plaza Santa Ana. No podían faltar los representantes del Concejo Provincial de Lima; y fueron ellos precisamente los que develaron la placa conmemorativa correspondiente.
La ceremonia comenzó aquí, sí, a las 11 de la mañana en punto, con las notas del Himno Nacional, el cual fue entusiastamente coreado por las autoridades y delegaciones de escolares. Después de la inauguración de la placa, el doctor Germán Lizarzaburu realizó una vibrante “alocución patriótica” referente a la fecha conmemorativa. Luego, se entonaron las notas de la “Marcha del Sesquicentenario”.
Amenizando el acto estuvo la banda de músicos del Centro de Instrucción de la Guardia Civil, que acompañó a los asistentes en su traslado en rigurosa romería cívica hacia la Plaza San Martín, centro neurálgico del programa central.
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LA SOLEMNIDAD DE LA PLAZA SAN MARTÍN
El universo de las américas saludó al Perú por su sesquicentenario, aquel 28 de julio de 1971. En Washington (EE.UU.), el Consejo Permanente de la Organización de Estados Americanos (OEA) se reunió ese día para conmemorar el 150º aniversario de la proclamación de la independencia del Perú. Con ese respaldo internacional, el gobierno militar no escatimó esfuerzo en dar un nivel imponente a los actos oficiales.
Pero, más allá del carácter dictatorial del régimen velasquista, o sin importar ello, los peruanos participaron con buen ánimo cívico en todas las jornadas y en todos los actos protocolares, puesto que sintieron, sin duda, que esa era su fiesta y no de los militares en el poder.
Fue tal el jolgorio popular en todo el país, que desde Tinta, en el Cusco, llegaron a Lima como invitados a la ceremonia de la Plaza San Martín, Marcos Condorcahua Palacios y su hijo Leoncio, ambos agricultores y ganaderos, y descendientes de Túpac Amaru II. Los Condorcahua venían invitados por el municipio de Magdalena del Mar, pero también “con un memorial que presentará al Presiente de la República pidiendo mejorar la situación de su pueblo”. (EC, 29/07/1971)
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Y así, alrededor del estrado oficial que se levantó al pie del monumento al general José de San Martín, en la plaza que lleva su nombre, los vecinos de Lima se apretujaron donde pudieron para apreciar toda la ceremonia, como lo habían hecho en las plazas de la Merced, Bolívar, Italia y en la Plaza de Armas.
De los distintos puntos del centro de la capital, donde hubo la proclama y develación de la placa conmemorativa, llegaron los grupos detrás de la Bandera Nacional. Unas extensas romerías de militares, escolares y demás personas fueron llegando y ordenándose en los lugares preestablecidos, hasta cubrir cada centímetro de la Plaza San Martín.
Apenas pasado el mediodía, la plaza estaba lista para iniciar el programa. El alcalde de Lima, Eduardo “Chachi” Dibós izó el enorme Pabellón Nacional en el asta que estaba junto al monumento de San Martín, y se cantó el Himno Nacional con tanta emoción que mucha gente terminó llorando a mares.
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Luego llegaron los interminables arreglos florales, junto al monumento del “Santo de la Espada”, como se le decía también al libertador San Martín; y enseguida, el discurso del alcalde Dibós puso de relieve la simbólica repetición del acto libertario en las mismas cuatro plazas donde, tal y como había sucedido el 28 de julio de 1821, San Martín junto con la gente del Cabildo de Lima proclamaron nuestra independencia de España.
Dibós mencionó ante los militares la multitudinaria marcha cívica que llevó la Bandera Nacional desde las plazas a la Plaza San Martín y la emoción que implicó ese momento que todos sentían como histórico y trascendental. El burgomaestre tomó un gran protagonismo en esa jornada cívico-militar, tanta que opacó la del presidente del gobierno militar, Juan Velasco Alvarado.
Días antes, Dibós había hecho público la denominada “Nueva Declaración de Lima 1971″, la que, según el diario El Comercio, “ha de servir también para proclamar ante el mundo nuestra decisión de alcanzar la Emancipación económica y social”. (EC, 29/07/1971)
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Entonces, se hizo un silencio total en la Plaza San Martín. Y como lo hizo en la Plaza de Armas una hora antes, el joven y entusiasta alcalde limeño pronunció las palabras más fuertes, emotivas y admirables de nuestra historia republicana:
“El Perú es desde este momento libre e independiente por la voluntad general de los pueblos y por la justicia de su causa que Dios defiende. ¡Viva la Patria! ¡Viva la libertad! ¡Viva la independencia!”, gritó Dibós, y un “Viva” general remató su alocución.
Así, ya todo estaba dicho, al menos lo más significativo. El resto fueron discursos loables e históricos de numerosos personajes, los más recordados fueron el discurso del general Juan Mendoza Rodríguez, presidente de la Comisión del Sesquicentenario de la Independencia, en torno al valor histórico de la gesta emancipadora; y el del embajador de Argentina, el general Juan Carlos de Marchi sobre el espíritu guerrero y la personalidad del general José de San Martín.
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Quizás la nota militar más resaltante y que llamó mucho la atención a toda la Plaza San Martín, ese miércoles 28 de julio de 1971, fue la escolta de “Granaderos de San Martín”, el cuerpo de caballería del Ejército Argentino, que hizo guardia imperturbable al pie del monumento.
Esa tarde inolvidable acabó como todo empezó, con la entonación de los himnos nacionales tanto del Perú como de Argentina, cerrándose la jornada con la entusiasta “Marcha del Sesquicentenario”.
El presidente Velasco Alvarado, quien había dado un discurso de 28 de julio cargado de visiones históricas, en la que habló de una “primera independencia” refiriéndose a 1821, y de una “gran conquista histórica inconclusa” (en medio de otras frases más populistas y retóricas), hizo acto de presencia en la Plaza San Martín y dejó algunas frases ajustadas al momento.
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Después, se marchó de inmediato con sus ministros a Palacio de Gobierno, porque allí, y durante dos horas y unos minutos más, ya por la tarde, lo esperaba el saludo de fiestas patrias de su entorno palaciego y de las demás autoridades diplomáticas, ediles y eclesiásticas.
Actos simbólicos y patrios similares por el sesquicentenario de la independencia del Perú se realizaron ese 28 de julio de 1971 en los distintos distritos de Lima y, por supuesto, en los de todo el país. Himnos, proclamas, discursos, desfiles y mucha peruanidad invadieron el territorio peruano. Y, a contraviento de todo lo que se vivía y se viviría después, los peruanos se sintieron más unidos que nunca al país que los vio nacer.
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