Soldado Sagasti: la historia del abuelo del presidente que peleó en la guerra con Chile
En 1948, El Comercio recogió el testimonio de Francisco Sagasti Saldaña, entonces comandante (r) del Ejército peruano, quien había combatido como cabo en la “campaña del sur”, en Lima y en la “campaña de la Breña”. Un sobreviviente de las más duras batallas de la “Guerra del Pacífico”.
El martes 10 de agosto de 1948 (no el 16 de agosto como indican otras publicaciones), el diario El Comercio publicó un reportaje especial con tres sobrevivientes de la Guerra del Pacífico (1879-1883), uno de los conflictos más sangrientos y tristes de nuestra historia. Dialogó con el comandante Francisco Sagasti Saldaña (el abuelo del actual presidente del Perú), y además con el mayor Fernando Chávarri y el capitán Ricardo Ríos Balta. Los tres eran, para entonces, ancianos venerables. Los tres defendieron a la patria con todas sus fuerzas juveniles, y vivieron para contarlo.
Pero el que abrió el especial fue el testimonio de Sagasti. El hombre de 87 años de edad era una máquina del tiempo. Su memoria prodigiosa nos transportaba al mismo espacio y tiempo de la gloria militar. A los 18 años, vivió el inicio de la guerra: el viaje al sur en barco, su ayuda en la campaña contra Chile. San Francisco, Tarapacá y el Alto de la Alianza fueron testigos de su joven presencia. Sagasti pudo ver cómo se fortificaba y protegía Arica de la arremetida invasora; y habló también de su regreso a Lima. Y, aún con fuerzas, de su persistencia en la campaña de la Breña, sirviendo valerosamente a Andrés A. Cáceres en el centro del país.
LA VISITA DE EL COMERCIO AL SOLDADO PERUANO
De todo eso hablaría el viejo soldado, y para eso el cronista del diario decano fue hasta su casa. Sagasti lo esperaba en la puerta, en guardia, y lo primero que percibió el periodista fue alguien con una “mirada franca”. Era un hombre de contextura recia, que delataba una juventud sana y disciplinada. El lugar de la charla impresionó al periodista pues estaba en el cuarto de la guerra del Pacífico; todo hacía referencia a ella: cuadros, fotos, adornos, y Sagasti en medio respirando con orgullo cada detalle de esa estancia.
No dio en ningún momento síntoma de agotamiento en la extensa charla con el reportero del diario. En 1877, dos años antes del inicio del conflicto, Sagasti había ingresado a la Escuela de Clases del Ejército de Chorrillos (lo que luego sería Escuela Militar de Chorrillos). Formó parte del batallón “Lima Nº 8”, que surgió tras la disolución del batallón “Pichincha”, esto sucedió porque de aquel batallón había surgido la conspiración para asesinar al ex presidente Manuel Pardo en 1878.
En el “Lima Nº 8” estuvo bajo el mando del Teniente Coronel Remigio Morales Bermúdez. Con ese cuerpo y otros más, al ponerse la situación tensa en el sur del país, fueron transportados a la zona de guerra en el barco “Chalaco”, el 2 de abril de 1879, días antes de la declaración de guerra de Chile al Perú.
La noticia de esa declaración los tomó en plena navegación, casi a la llegada a Pisagua. En ese barco viajaron también los otros sobrevivientes de Tarapacá que entrevistaría El Comercio en el especial: el mayor Fernando Chávarri y el capitán Ricardo Ríos. En ese momento histórico para el país, el joven Sagasti era cabo; y los otros jóvenes Chávarri y Ríos, soldados rasos.
No hubo duda de que lo que había marcado la vida entera de Sagasti fue esa heroica y trágica “campaña del sur”. El comandante recordaba al cabo que fue embarcado hacia Arica, cuando al mismo tiempo los blindados enemigos “Cochrane” y “Blanco Encalada” asediaban a los buques peruanos. El “Chalaco”, un pequeño barco, avanzaba hacia el sur a como diera lugar con sus soldados peruanos; eludiendo, engañando al enemigo que surcaba ya el mar peruano.
Podemos imaginar las ganas de esos jóvenes por enfrentarlos, pero con una nave tan frágil como el “Chalaco” era un suicidio colectivo hacerlo. Ellos admiraban a su comandante Villavicencio, y más aún después cuando este dirigió la corbeta “Unión” para romper el bloqueo de Arica.
SAGASTI VIVIÓ VARIOS DE LOS MOMENTOS MÁS DOLOROSOS DEL PAÍS
El octogenario se emocionaba sin perder la compostura cada vez que recordaba a esa generación de valientes soldados. Contó a El Comercio cuando desembarcaron en Pisagua y debieron ir hacia Arica y, a pie, abarcar zonas candentes, secas, duras, hasta llegar a su primer choque en San Francisco. Fue su bautizo de fuego. El cabo Sagasti era, además, el instructor de los hijos de su jefe Morales Bermúdez que andaban también por allí en la lucha.
Agotados, tuvieron aún fuerzas de luchar y lo hicieron, y aunque no pudieron concretar la victoria por falta de refuerzos, acabaron dándonos algo de honor en medio de las escaseces. Sagasti cuenta que su vestimenta era de un tono “celeste verdoso”. “¿Botas?… No las conocíamos. A veces caminábamos descalzos. No estábamos preparados como los chilenos”. Una dura realidad revelada por un sobreviviente a quien nadie puede enmendarle lo dicho.
Pero entonces volvió a su memoria una palabra de triunfo: “¡Tarapacá!”. El viejo soldado laboraba en la oficina del Comando y los jefes se enteraron de que los enemigos estaban cerca. “Tarapacá es un codo de cerros, con una entrada y una salida. La lucha fue tremenda”, dijo Sagasti, quien recordó que esa fue una satisfacción para todos. Debieron entonces regresar a Arica. Les dieron pedazos de cuero para hacerse ojotas, cuenta, y así entraron al puerto de Arica. Solo allí valoraron lo que hicieron, recibiéndolo en medio de aplausos.
Ayudaron a asegurar las fortificaciones de Arica. “Yo recuerdo cómo se izaba con sogas un cañón hasta la cumbre del morro. También recuerdo la entrada de la ‘Unión’. Nos trajo vestuario nuevo. Nos bañamos en el mar y nos cortamos a ‘coco’ para quitarnos los animalitos que nos habían acompañado”, relató con contenida emoción.
Marcharon a Tacna, hacia el Alto de la Alianza donde combatieron al lado de los soldados bolivianos que estaban vestidos de blanco con cinturón rojo. El regreso a Lima para un joven de 20 años fue penoso, porque se perdía parte del sur peruano. Sagasti defendió Lima, y ante la inevitable invasión enemiga, acompañó al furioso Cáceres en la “campaña de la Breña”, en el centro del país.
La guerra terminó con el tratado de paz de Ancón en 1883, y Sagasti siguió en el Ejército como oficial y cercano a Cáceres; se convirtió en su ayudante de campo, apoyándolo incluso en la guerra civil de 1895 contra los montoneros del dictador Nicolás de Piérola. Tenían en su discurso miles de recuerdos. Era un torrente de anécdotas.
El reportero de El Comercio constató que el octogenario militar peruano vivía en paz, en medio de la tranquilidad de una familia afectuosa y con el agradecimiento de la Nación entera. Y, sin duda, rodeado también del cariño de un nieto especial: el pequeño Francisco Rafael Sagasti Hochhausler, de casi cuatro años de edad.