Rubén Liendo
En la década del 70 las vacaciones escolares de medio año, que se iniciaban a fines de julio y se prolongaban hasta quincena de agosto, era la época propicia para volar cometas. Además el viento del invierno limeño apoyaba con su fuerza para el lucimiento de las cometas multicolores.
Era toda una aventura elaborar una cometa en compañía de nuestros padres, hermanos o amigos. En la armazón se usaban varas de caña o zacuara que se unían con pabilo y se revestían con papel de seda el cual era pegado con engrudo (mezcla preparada a base de harina con agua).
La satisfacción era ver nuestra cometa en el cielo de Lima y compararla con las de nuestros amigos del barrio, no bastaba con preparar una cometa muy vistosa porque lo principal era que pueda alzar vuelo. Se podían elaborar varios modelos como el avión, el barril, la estrella, la pava, etc.
Con el paso del tiempo algunas personas se dedicaron a la fabricación y venta de cometas artesanales y luego aparecieron las de producción en masa que reemplazaron la caña por varas de plástico, el pabilo por el nylon y el papel de seda por plástico brilloso donde destacaban diversos personajes de los cómics, aunque todas con la misma forma de águila.