“Akira Kato, el hábil entrenador japonés, que revolucionó el vóley peruano dejó de existir ayer en Lima”, anunciaba El Comercio en su primera plana del 21 de marzo de 1982. Por aquellos años, el vóley peruano estaba en su mejor momento. Todo ello gracias a Akira Kato y su filosofía de trabajo que ha sido considerada la base para que el Perú alcanzara, años más tarde, la medalla de plata en Seúl ‘88.
Akira Kato Tanabe nació un 3 de noviembre de 1933 en Japón. En su juventud formó parte de la selección de vóley de su país.
En mayo de 1965, Akira Kato tomó las riendas del equipo peruano por invitación de José Pezet Miró Quesada, impulsor y difusor del deporte de la net alta. Cuando llegó al Perú tenía 32 años y no conocía nuestra cultura ni hablaba español. Solo traía bajo el brazo su receta para el éxito: rigurosa disciplina y trabajo.
Akira Kato recorrió el país en busca de jóvenes talentos capaces de trabajar duro y parejo para conseguir el triunfo. El primer gran cambio que causó admiración fue el aumento de horas de entrenamiento: de dos horas interdiarias a 5 horas de lunes a sábado.
Irma Cordero, Betty Saénz, Lucha Fuentes, Esperanza ‘Pilancho’ Jiménez, Norma Velarde, Ana María Ramírez, Anacé Carrillo y Olga Asato pertenecen a la generación que Akira Kato preparó para ganar a los grandes equipos como Brasil y Japón. Los mates potentes comenzaron a ser la constante en el juego de nuestras deportistas.
Esperanza ‘Pilancho’ Jiménez lo recuerda así: “Era todo un señor. Bien caballero, nunca lo escuchamos hablar lisuras y mucho menos alzar la voz. Cuando se molestaba sólo decía -usted estar castigada- y esto significaba dos horas más de trabajo”.
“Akira te sacaba el ancho entrenando, pero entre risas. Se preocupaba mucho de nuestros estudios. Era un padre y amigo”, expresó hace algunos años Anacé Carrillo sobre su exentrenador.
Una de las primeras victorias del equipo peruano, liderado por Akira Kato, ocurrió en 1965 cuando nuestras matadoras ocuparon el primer puesto en los Juegos Bolivarianos de Ecuador.
Dos años más tarde, Akira Kato demostraría a sus seguidores y detractores que para llegar a la cima se debe trabajar sin pausas ni contemplaciones. Ese año el equipo peruano viajó a Santos (Brasil) para participar en el campeonato sudamericano.
Su excelente participación preocupaba a las dueñas de casa, pues el equipo peruano sería su rival en la final. Corría el rumor de que el japonés trabajaba cinco horas diarias, incluso después de los partidos. La prensa aseguraba que nuestras jugadoras estaban cansadas y daban por segura la derrota.
Sin embargo, nuestras matadoras ganaron, por primera vez, al poderoso equipo brasileño en su cancha por 3 sets a 1.
En 1967 el equipo peruano logró estar entre los mejores equipos, pues ocupó el segundo lugar en los Panamericanos de Winnipeg y el cuarto puesto en el mundial de Tokio. Para los Juegos Olímpicos de México 68, el equipo peruano quedaría en cuarto puesto.
Con Akira Kato se inició una etapa de éxito para el deporte de la net alta. En muchos barrios del país miles de jovencitas soñaban con formar parte de la selección.
Al cumplirse 18 años de su muerte, Akira Kato recibió un importante homenaje póstumo. Un monumento en su honor fue levantado en la intersección de las avenidas Javier Prado y Salaverry.
A la inauguración del monumento asistieron las grandes figuras del vóley de los años sesenta y setenta, que en su momento fueron dirigidas por Kato, como Lucha Fuentes y Esperanza ‘Pilancho’ Jiménez.
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