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Hipólito Unanue: el día que exhumaron los restos del prócer y guardaron el acta dentro de su propio ataúd | FOTOS
Entre el 15 y 16 de octubre de 1927, los restos del prócer de la independencia, Hipólito Unanue, pasaron de ser exhumados en el cementerio Presbítero Maestro, a ser homenajeados en la Academia Nacional de Medicina e inhumados y vitoreados en el Panteón de los Próceres.
El 20 de mayo de 1921, la Unión Panamericana en Washington (EE.UU.) levantó en un lugar especial de su ‘Salón de los Próceres’, un busto del médico y prócer peruano Hipólito Unanue (1755-1833). Habló en esa ocasión el Secretario de Estado, Charles Hughes, para quien Unanue representaba el espíritu de la emancipación en Hispanoamérica. Al ver que en la ceremonia había obviamente gente del Perú, les dijo directamente: “Es el más apropiado reconocimiento de vuestro gran héroe nacional y en este año en que se celebra el centenario de la independencia del Perú resulta muy significativo el homenaje”.
Ese año de 1921, efectivamente, se celebró el centenario de la independencia peruana; y se recordó, por supuesto, a los próceres y precursores de esa gesta libertadora. Hipólito Unanue no fue un combatiente, no tenía que serlo para ser alguien importante en ese momento histórico del Perú y el continente. Unanue fue un criollo de ideas y principios independentistas. Vivió en ese mundo ambiguo en el que Virreinato y República influían en las élites ilustradas de las que él formó parte. Pero él fue, ante todo, un ideólogo y patriota que apoyó el proceso de la independencia nacional.
Por ese motivo, respaldó tanto al libertador José de San Martín como al libertador Simón Bolívar. Miembro activo de la Sociedad de Amantes del País y colaborador del Mercurio Peruano, Unanue fundó, además, el Real Colegio de Medicina de San Fernando en 1810.
El prócer peruano impulsó desde ese colegio médico el modelo de Europa, como un reflejo de las ideas y experiencias de la Ilustración. Entonces, la propia Universidad de San Marcos modernizó su estructura curricular, con lo que permitió que San Fernando se integrara a ella desde 1856, cuando ya Unanue había fallecido (23 años antes).
Su muerte en 1833 dejó un vacío académico y político en ese Perú que le tocó vivir: convulso, inestable y repleto de caudillos. Por decisión de su familia, su cuerpo fue enterrado en el mausoleo familiar del cementerio Presbítero Matías Maestro, en los Barrios Altos (Cercado de Lima).
Y seguramente sus restos hubieran permanecido en ese sitio, si no hubiese sido por la iniciativa de los propios médicos, que presionaron ante el gobierno de Augusto B. Leguía y la familia, para que los restos de Unanue pasaran al Panteón de los Próceres, a un costado de la Casona de San Marcos, en el Parque Universitario.
HIPÓLITO UNANUE: LA CONMOVEDORA EXHUMACIÓN DEL CUERPO DEL PRÓCER
La exhumación del cuerpo de Hipólito Unanue ocurrió a las 4 de la tarde del sábado 15 de octubre de 1927. Por esos días se realizaba en Lima la Octava Conferencia Sanitaria Panamericana, la cual por medio de varias comisiones se enfocó en estudiar “el código sanitario en los estados americanos”. (EC, 16/10/1927)
Todos los médicos de ese importante cónclave fueron invitados al traslado del cuerpo de Unanue, y también la comunidad sanmarquina de San Fernando, facultad que el prócer fundó, así como las autoridades sanitarias del gobierno.
Esa tarde de octubre, en un ambiente cargado por las continuas procesiones del Señor de los Milagros, el cuerpo de Unanue dejó el féretro con el que fue enterrado en 1833, para ocupar un nuevo ataúd. Antes de ese cambio, los médicos forenses comprobaran que los restos fueran del prócer de la independencia peruana.
Una vez sellado el féretro, se firmó el acta de exhumación por triplicado. Curiosamente, El Comercio informó que “una de las copias se guardó en el ataúd”, es decir, dentro de él, mientras los otros dos fueron entregados, respectivamente, al inspector del cementerio Presbítero Maestro y al decano de la facultad de Medicina de San Fernando.
El acta, que se introdujo en el féretro de Hipólito Unanue, decía textualmente (subrayado nuestro):
“El Notario Público que autoriza certifica: que hoy quince de octubre de mil novecientos veintisiete, siendo las cuatro p.m., reunidos en la tumba particular de la familia Unanue, en el cementerio general Matías Maestro, los funcionarios que firman la presente acta, nombrados para el efecto de la exhumación de los restos del que fue doctor J. Hipólito Unanue y Pavón, prócer de la independencia nacional y protomédico en cumplimiento del decreto supremo que a la letra dice: ‘Lima, treinta de setiembre de mil novecientos veintisiete – El presidente de la República”.
En los considerandos se anotaba: – “Que el Panteón de los Próceres es el recinto escogido por la gratitud nacional para conservar devotamente las cenizas de los que, con su esfuerzo, más contribuyeron a la formación de la patria; – Que Hipólito Unanue, primer presidente del consejo de gobierno, ministro de Estado y colaborador de Bolívar y San Martín, Protomédico y creador de la enseñanza médica de América, varón de vastas virtudes públicas, tiene derecho a que sus restos reposen en ese cementerio; que las circunstancias de celebrarse en Lima, el próximo mes de octubre, la Octava Conferencia Sanitaria Panamericana, da ocasión para tributar a los restos del patriota y médico el homenaje que se le adeuda”.
De esta forma, el acta decretaba lo siguiente: “Los restos de Hipólito Unanue serán trasladados del cementerio Matías Maestro al Panteón de los Próceres, con los honores de presidente de la república – Señálese para esa ceremonia el domingo dieciséis de octubre del presente año. – Los ministros de Estado en los despachos de guerra y fomento quedan encargados del cumplimiento de este decreto – Dado en la casa de gobierno, en Lima, a los treinta días del mes de setiembre de mil novecientos veintisiete – Firmado – A.B. Leguía – Firmado – Pedro José Rada y Gamio”.
El documento fue refrendado con la firma de otros presentes, como el edecán presidencial, capitán Raúl de la Riva Agüero; el ministro de Fomento, Ernesto Sousa; el rector de San Marcos, José Matías Manzanilla; el decano de Medicina, Guillermo Gastañeta; el inspector del cementerio, Julio Carrillo de Albornoz; así como Eduardo Bello, presidente de la Academia Nacional de Medicina y el bisnieto de Unanue, Fernando Larrabure y Correa.
En su calidad de presidente de la Octava Conferencia Sanitaria, firmó el documento el doctor Carlos Enrique Paz Soldán, entre otros más. Entre los asistentes, figuraron también algunos miembros de sociedades científicas del país, y de la Sociedad Fundadores de la Independencia; y, claro, toda la familia de Hipólito Unanue.
Fue una tarde primaveral, fría, todavía húmeda; aunque la calidez de la gente arremolinada en torno a los invitados dio a esa jornada un aire popular. Acabado el papeleo del acta y los breves discursos, se inició un desfile militar, entre respetuoso y marcial. Los soldados del Regimiento Escolta encabezaron la marcha, y detrás iba el reluciente féretro con los restos de Unanue.
Los seguía una compañía de infantería con su propia banda de músicos; dos autos del gobierno y numerosos autos particulares que se sumaron espontáneamente. La ruta era corta, por eso el paso era lento y ceremonioso.
HIPÓLITO UNANUE: EL PASEO DEL ATAÚD HASTA LA ACADEMIA NACIONAL DE MEDICINA
El recorrido iba del Presbítero Maestro hasta la Plaza de Armas de Lima. De allí, por el Jirón de la Unión, se dirigió a la Plaza de la Exposición, lugar donde se encontraba entonces la Academia Nacional de Medicina. Allí, en un salón especialmente acondicionado, se veló el nuevo féretro del prócer hasta el día siguiente, y se le rindió honores y consideraciones como uno de los “fundadores de la medicina peruana”. (EC, 16/10/1927).
Eran las 6 y 30 de la tarde de esa jornada sabatina, en la que los protagonistas eran los médicos peruanos y extranjeros que visitaban el país por la Conferencia Panamericana. Estaban entre pares rindiéndole honores a un patriarca y colega, además de hombre de ideas avanzadas. Justamente, tomó la palabra principal el médico Fortunato Quesada, presidente de la conferencia, quien conmovió a la concurrencia cuando dijo:
“Los restos de Hipólito Unanue acaban de ser depositados en este recinto, que él siempre preside en imagen y en espíritu. El hecho repercute intensamente en nuestras almas y vemos con orgullo este rincón modesto convertido por un instante en un santuario”.
Y prosiguió Quesada: “Unanue, aquí, amorosa y respetuosamente guardado siquiera por una horas, es el mayor testimonio en este momento de comunión sanitaria y gremial, de nuestra grandeza médica pretérita”. Varios médicos nacionales, como el doctor Hermilio Valdizán, así como extranjeros, hablaron de la medicina en América Hispánica y resaltaron las dotes de Unanue; lo elogiaron como médico, intelectual y prócer de la independencia, todo en un solo hombre.
HIPÓLITO UNANUE: LA CORTA RUTA A SU ÚLTIMA MORADA
El domingo 16 de octubre de 1927, desde las 7 y 30 de la mañana, ya estaba instalada una “compañía con banda”, en la puerta de la Academia Nacional de Medicina, en el Parque de la Exposición. Los artilleros montaban guardia y estaban listos para escoltar el féretro de Hipólito Unanue al Panteón de los Próceres. Aquello ocurrió a las 10 de la mañana, en que el ataúd fue cargado y llevado a su última morada. El panteón de sus similares lo esperaba.
Miembros del Ejército y la Marina, artillería y caballería, todos vestidos de gala estaban ubicados en el camino y esperaban también en el mismo Parque Universitario, muy cerca de la antigua iglesia del Real Colegio de San Carlos, donde se ubicaba, hasta hoy en día, el Panteón de los Próceres. Cada ángulo del parque estaba copado.
Cuando llegó el féretro de Unanue, y se le inhumo, introduciéndolo en el lugar dispuesto dentro de la histórica cripta, se escucharon numerosas salvas reglamentarias de cañón. Era la señal del paso de un entierro simple a uno que perduraría en la memoria histórica del país. Unanue desde entonces descansaría en paz, en medio de los más grandes hombres del Perú.
Un monumento en mármol a Hipólito Unanue se levantó luego en el mismo Parque Universitario. Este, al igual que la residencia del prócer, ubicado en el jirón Huallaga, en el Centro de Lima, se convirtió en un punto atractivo de la ciudad. Aunque, a la vez, ambos sufrieron el acoso el paso del tiempo, pues robarían parte del mármol de la estatua y los años terminaron acabando con la antigua casa del prócer.
No obstante ello, el Panteón de los Próceres, donde reposan los restos del gran médico y prócer de la independencia,ha sido intocable para las manos sacrílegas. Y el cuerpo de don Hipólito Unanue, como el de muchos otros próceres de la independencia del Perú, estará allí por siempre descansando en paz.