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Lima inundada: cuando un huaico gigante arrasó parte de SJL, el Rímac y llegó a las espaldas de Palacio de Gobierno | FOTOS
El 23 de febrero de 1998, hace 25 años, las lluvias en las alturas de Lima y varios huaicos acabaron por desbordar los afluentes del río Rímac. El torrente de una fuerza inusitada llegó con troncos de árboles, malezas y basura. Ese día de lodo en todas partes fue de emergencia para los limeños y se temió lo peor.
Una intensa lluvia de seis litros por metro cuadrado en las alturas de Lima y varios huaicos que cayeron desde las quebradas, generó en la madrugada de ese lunes 23 de febrero de 1998 un huaico que desbordó el llamado “río Seco”. Este río era un cauce que desembocaba en el Rímac y solo traía agua cuando llovía en las partes altas de Huachipa y Carapongo. Ese torrente arrastró arbustos y árboles de hasta tres metros de largo, y unos metros antes de desembocar en el río Hablador, el ‘Seco’ pasaba por debajo de la autopista Ramiro Prialé.
Desde muy temprano, aquel día, el lodo terminó rebalsando no solo el río Seco sino también el río Huaicoloro, y discurrió sin obstáculos por Huachipa (Lurigancho-Chosica), Campoy, Zárate (San Juan de Lurigancho, SJL), Piedra Liza y la Vía de Evitamiento (Rímac); todas zonas urbanas y con alta densidad poblacional.
Esa vez la masa de agua y barro se aproximó a la plaza de Acho, la rodeó prácticamente, hasta llegó a las inmediaciones del local municipal del Rímac. Aunque parecía imposible, el huaico tocó la puerta trasera de Palacio de Gobierno. Así de cerca estuvo.
EL COMERCIO Y LA ADVERTENCIA DE LA TRAGEDIA
Pero, ¿qué ocurrió más de un mes antes? El 16 de enero de 1998, El Comercio había dado la información de que la crecida del río Huaicoloro estaba amenazando ocupar la autopista de Huachipa. La verdad era que las intensas lluvias se venían dando desde la tarde del miércoles 11 de febrero, y con el Huaicoloro incontrolable el taponeo de los dos conductos subterráneos que iban hacia el río Rímac era solo cuestión de tiempo. De un breve tiempo.
Los vecinos del puente Huachipa recordaron una tragedia similar ocurrida el 9 de marzo de 1987, en que las localidades de Chosica y Santa Eulalia fueron afectadas también por una docena de huaicos que dejaron muertos, desaparecidos y cientos de familias damnificadas.
Pensando en ello, justamente, los vecinos buscaron el apoyo de las brigadas del municipio local, y colaboraron con ellos para destapar los conductos subterráneos que permitían a los afluentes dirigirse al gran río Rímac. Sin embargo, el volumen del torrente era tal que fue imposible limpiarlo o desatorarlo en forma continua. La tragedia se estaba fabricando a la vista de la gente.
Por varios días se salvaron de una inundación inevitable las zonas aledañas (Campoy, Zárate), y ya se hablaba entonces de una “gran inundación que podía haber llegado hasta el Malecón Checa y calles aledañas a la Plaza de Acho”. (EC, 16/01/1998)
Un mes después de esa noticia que preveía lo peor, el miércoles 18 de febrero de 1998, una intensa llovizna afectó los viejos solares de Cercado de Lima. Pasaron cinco días, y los limeños verían cómo un huaico de grandes proporciones quedaba a solo 80 metros de distancia del Palacio de Gobierno.
En la edición del martes 24 de febrero de 1998, el diario decano detalló el drama de las últimas 24 horas que vivió Lima. Pasamos entonces de llamarnos la “Ciudad de los Reyes” a ser la “Ciudad de los Huaicos”.
EL GRAN DESBORDE DE LIMA: EL HUAICO QUE TODOS TEMIMOS
Muchos testimonios de los hechos se dieron en los meses posteriores, sobre todo de los primeros minutos del huaico. Uno de ellos, recogido por El Comercio, fue el de Emiliano Quispe, un mecánico de autos que despertó a las 6 de la mañana para tomar desayuno en la cocina de su casa, en Campoy, cuando un ruido extraño lo dejó con la taza apunto de rozar sus labios. Ya no tuvo tiempo para hacer nada más: solo ver cómo el lodo, que venía del río Huaicoloro, entraba a su casa y a las de sus vecinos, hasta llegar a varios centímetros de altura.
Una de sus vecinas era Felícita Ruiz, quien también, como Emiliano Quispe, empezaba su jornada con un buen desayuno. “Estaba tomando desayuno, mi casa era de adobe cuando llegó el huaico. Malogró todas mis cosas”, declaró doña Felícita. (EC, 13/08/1998)
Esa mañana del 23 de febrero de 1998, el avance del torrente fue imparable. Aquella masa de agua sucia y densa avanzó sin que nada ni nadie pudiera contenerla. Cubrió las avenidas Campoy, Gran Chimú, Malecón Checa y 9 de Octubre, y llegó imponente hasta el puente Huánuco, en el distrito del Rímac. Fue allí que, a las 11 de la mañana, ingresó a la Vía de Evitamiento.
El huaico cubrió entre 0,80 y 1,20 metros de altura en la parte baja de los puentes Huánuco, Ricardo Palma, Trujillo y Santa Rosa, y lo hizo con tal violencia que la policía de tránsito debió cerrar el paso de autos en esa vía.
En pocos minutos, el lodo se acumuló en las partes bajas de los puentes Balta y Ricardo Palma, especialmente. De esta forma, el tráfico que venía de la avenida Abancay, en el centro de Lima, se congestionó debido a que numerosas calles rimenses estaban completamente anegadas.
El desborde llegó por la Vía de Evitamiento, como si fuera un bus “Chino” en plena carrera loca. Su trayecto había partido desde la quebrada de Huaicoloro (altura del km. 8 de la Carretera Central), y como un obús barroso llegó a su meta: hasta tres cuadras del cruce de las avenidas Perú con Universitaria, en San Martín de Porres. Allí terminó su largo recorrido de destrucción, terror y caos.
La plaza de Acho no llegó a ser arrasada por el huaico, pero sí bordeada por este, que encontró su desfogue en otras vías y jirones del Rímac. Pasó a un costado del municipio distrital (ubicada frente al parque). Y, finalmente, el lodo se desvió en el jirón Trujillo donde la superficie se elevaba al unirse con el Puente de Piedra que llevaba a la Plaza de Armas.
A los que se acercaban a las riberas del río Rímac para ver cómo andaba su caudal, solo les quedaba rezar para que este no aumentara más su volumen. El Rímac avanzaba denso, torrentoso y con un olor a tierra húmeda, a barro; debajo de los puentes, el olor era fétido, pues se había mezclado con los desagües.
En medio de lo peor, la buena noticia fue que no hubo víctimas fatales. Lo que sí hubo fueron muchos heridos. En cuatro hospitales de emergencia instalados por el entonces IPSS, Instituto Peruano de Seguridad Social (hoy Essalud), se atendieron a 200 personas heridas. La inmensa mayoría estaba herida por cortes en brazos y piernas. Hubo también un electrocutado.
Los vecinos de Huachipa (Lurigancho-Chosica) y SJL debieron enfrentar todo ese día y noche los intentos de saqueo. Ellos repelieron a las pandillas saqueadoras con lo que pudieron: con piedras y palos. Las viviendas anegadas fueron centenares en las zonas afectadas y a lo largo de la ribera derecha del río Rímac, que incluía las urbanizaciones de Campoy y Zárate (SJL) y Piedra Liza (Rímac). En este último caso, fue más grave puesto que el terreno está por debajo del nivel de la avenida. Allí el torrente bordeó el metro de altura.
“También invadió una de las cuatro playas de estacionamiento de la Plaza de Acho, aunque sin ingresar al coso taurino, y avanzó por los jirones ‘bajopontinos’ hasta las puertas del Convento de los Descalzos. Mientras, otro brazo del huaico descendió por una oreja del puente Huánuco, bloqueó la Vía de Evitamiento y anegó el Trébol de Caquetá”. (EC,24/02/1998).
En la quebrada de Huaicoloro, el desborde no afectó la ciudadela preínca, ubicada en las inmediaciones; y tampoco dañó la refinería de zinc de Cajamarquilla. Pero sí pasó cerca del observatorio de Jicamarca. Además, el desborde destruyó cultivos de fresa y maíz del sector, y afectó ocho chancherías clandestinas, donde unos 50 animales murieron o desaparecieron.
EL DESBORDE EN LIMA: LA REACCIÓN DE LAS INSTITUCIONES
Aunque en un inicio el desconcierto fue general, a los pocos minutos de la confirmación del fenómeno varias instituciones involucradas en el Sistema de Defensa Civil se activaron. Una de las primeras fue el Ejército, que movilizó de inmediato a 350 efectivos con motobombas y maquinaria pesada.
Con estos implementos, los soldados empezaron la evacuación del lodo que se había empozado debajo los puentes de la Vía de Evitamiento. También se encargaron de las rocas y troncos que habían provocado el desborde del río Seco, en Huachipa.
El evento climatológico que había empezado desde la mañana aumentó durante la tarde y noche de ese mismo día; ello obligó a las Fuerzas Armadas, específicamente al Ejército a trabajar horas de horas en el objetivo de despejar o liberar los puntos críticos. También debieron actuar en la seguridad de las zonas afectadas ante los intentos de pillaje y vandalismo que querían aprovecharse del drama de la gente.
Por su lado, las autoridades del Ministerio de Agricultura anunciaron a la opinión pública que, en los días siguientes, ensancharían el cauce del río Seco y enderezarían la quebrada. Advertían también que para hacer esas obras debían reubicar a los pobladores que vivían en las riberas.
Por su parte, el IPSS (hoy Essalud) mandó instalar “cuatro hospitales de campaña”, ubicados en cuatro puntos clave: en la avenida Próceres (Caja de Agua); en la esquina de Esperanza con la avenida Principal (Campoy); en las cuadras 4 y 5 de Gran Chimú (Pirámides del Sol); y, finalmente, en el Parque Garcilaso, cuadra 14 y 15 de Gran Chimú. (EC, 24/02/1998)
El entonces alcalde de Lima, Alberto Andrade, tomó acciones concretas: inscribió a los vecinos afectados en los Centros de Operaciones de Emergencia, que se habían instalado en los parques. Allí los censó y quedaron listos para recibir alimentos, bidones de agua, carpas, camas, etc.
Pero, el cuadro social era lamentable. Durante toda la noche del lunes 23 y la madrugada del martes 24 los vecinos de los sectores afectados no cejaron en retirar el barro, el fango, los restos materiales arrastrados por el torrente que habían irrumpido en sus viviendas.
Si bien al comienzo no hubo ni agua ni luz en varios sectores de la ciudad, estos servicios se fueron reponiendo con el transcurrir del día. El agua volvió bastante turbia a varios sectores de la ciudad, especialmente en Lima este.
Luego se supo con exactitud que en ese dramático día para Lima, dos huaicos de grandes proporciones habían caído a la altura del km. 49 de la Carretera Central, y que, en total, habían caído seis huaicos en la sierra central, siendo el de mayor intensidad el que se deslizó por Corcona, localidad en el distrito de Cocachacra, en la provincia de Huarochirí (región Lima).
Pese a todo lo detallado, ese lunes 23 de febrero de 1998 Lima no sufrió en la misma dimensión que sufrió ese año el resto del país, especialmente la costa norte. Los departamentos de Tumbes, Piura, Lambayeque y La Libertad fueron los más afectados, y estuvieron muchas veces aislados por la caída de sus puentes, especialmente en Piura.
También el sur sufrió mucho por ese fenómeno climatológico del ‘98: desbordes de ríos, huaicos y lluvias en los departamentos de Ica y Arequipa hicieron noticia, pues hizo vivir a sus ciudadanos momentos muy trágicos.
La capital, Lima, había sentido en carne propia lo que sentía entonces gran parte del país.
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