Era la mañana del jueves 22 de setiembre de 1983, cuando una gran historia de vida conmovió a todos los peruanos. Ese día, El Comercio publicó una entrevista con Hugo García Gonzáles Prada, un ingeniero industrial que había sido sometido a 34 operaciones por problemas renales. El especialista, graduado en la Universidad Nacional de Ingeniería (UNI), fue el primer paciente en recibir un trasplante de riñón en el Perú. Con apenas 30 años de edad, García tenía que someterse a tres hemodiálisis, de cuatro a cinco horas diarias, a la semana. Nunca perdió la alegría y el optimismo por seguir disfrutando de la vida.
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Ejemplo de lucha
El miércoles 21 de setiembre de 1983, un cronista de El Comercio visitó a Hugo García en su casa, ubicada en el jirón Carhuaz, en Breña. Allí, el joven ingeniero reveló que su odisea comenzó cuando tenía 14 años y empezó a sentir fuerte dolores de cabeza: “Me tomaba unas pastillas de antalgina y listo y seguía con mis estudios y la práctica deportiva”. Nunca imaginó por todo lo que tendría que pasar después.
Es así como un día su padre fue a visitar a un amigo médico y le contó los problemas de salud que tenía Hugo. “Me recomendó al doctor Hernán Castillo, jefe de nefrología del hospital Rebagliati. Él me examinó y me dijo que tenía 28 o 29 de presión y 500 de úrea. Un poco más y estaba muerto”, dijo García. Tras los resultados, fue internado de inmediato y una semana después, fue operado de una fistula. Ya en noviembre de 1968 empezó con un tratamiento intensivo de hemodiálisis.
Al año siguiente, el 29 de octubre de 1969, Gonzáles Prada tuvo su primer trasplante de riñón en el Hospital Edgardo Rebagliati, en Jesús María. De esta manera, se convirtió en el primer paciente que fue sometido a un trasplante renal en el Perú. El donante de aquel órgano fue su padre, José García. Por eso, no gastó dinero. Sin embargo, su cuerpo rechazó ese primer riñón al año. “Faltó experiencia antes que eficiencia, pues yo tenía una compatibilidad del 100% con mi padre. Era como si me hubieran colocado mi propio riñón, pero lo perdí”, explicó.
El segundo trasplante se realizó el 13 de enero de 1971. Esa vez, García no llegó a conocer a su donante, solo supo que no quiso cóbrale. Después, se enteró que su padre le regaló a esa persona “un viaje a Bolivia, a donde quería ir”. El cuerpo de Hugo no rechazó este órgano y estuvo con él durante 9 años. Después, empezó a fallar. Por eso, recibió un tercer trasplante de riñón el 11 de enero de 1980. Este le costó 800 mil soles y lo perdió cuando le hicieron dos operaciones de fistula. “Se encontró que había perdido el uréter (conexión entre la vejiga y el riñón) y tuvieron que sacar el riñón”, reveló.
Gonzáles Prada desveló que ese fue el mejor riñón que recibió de un donante: “Tenía 17 de hemoglobina, que es un margen excelente pues normalmente se posee entre 13 a 14 de hemoglobina. Su volumen de orina era de 2 a 3 litros diarios, también un margen óptimo”. Al año siguiente, el 10 de noviembre de 1981, se le puso un cuarto riñón. Este le costó más de un millón de soles y su cuerpo lo volvió a rechazar. Con ese último órgano se quedó hasta esperar un quinto donante. Por eso, recibía tres sesiones semanales, de 4 a 5 horas diarias, de hemodiálisis.
Asimismo, confesó que le estaban pidiendo más de 5 millones de soles por un nuevo riñón y que se jugaba la vida en cada trasplante que le hacían. También manifestó que confiaba en la “Ciclosporina” para que su cuerpo no rechazara otro órgano más. Además, afirmó que después de cada trasplante se sentía “como si volviera a nacer y al cuarto o quinto día hacía su vida normal y comía de todo”. “Quiero seguir viviendo y lucharé hasta el último momento. Por lo demás, a la sala de operaciones la conozco como si fuera mi propia casa y ya estoy acostumbrado”, dijo, sonriente.
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Sin luz al final del túnel
Días después de la entrevista, el sábado 24 de setiembre de 1983, El Comercio informó que Hugo García tenía otros problemas de salud debido a las grandes dosis de cortisona que había tomado durante los años de tratamiento para su enfermedad. El ingeniero contó que “la cabeza del fémur se le había desgastado” e introducido 10 centímetros en la cadera. Esto debido a que tras el primer trasplante de riñón le recetaron 100 pastillas diarias de cortisona. Luego de la última operación, la dosis bajó a 15 píldoras al día.
Este nuevo mal le impedía estar sentado más de una hora y tenía mucho dolor en la cadera. Para caminar tramos cortos usaba un bastón y para los más largos, una silla de ruedas. Aquella vez, Gonzales Prada pidió a los médicos del Rebagliati que lo operaran urgente de este nuevo problema: “Soy un joven y deseo ser útil a mí mismo y a los míos. Por ello, deseo rehabilitarme. Siento que soy una carga. Me es duro ver pasar los días y no poder hacer nada”.
El miércoles 9 de mayo de 1984, recién se volvió a saber algo de Hugo García. Esa vez, le contó al diario decano que todavía no lo operaban de la cadera porque estaba esperando que le envíen una prótesis desde Alemania. Asimismo, confesó que tuvo que dejar su trabajo para quedarse en casa por no poder caminar. Para el año siguiente, el mercado negro de órganos humanos creció considerablemente en Lima. Un riñón valía 15 millones de soles como mínimo. Los pacientes renales recurrían “a lo clandestino” debido a que en nuestro país había muchas trabas con los órganos de cadáveres por la Ley de Trasplante.
Un milagro que nunca llegó
El sábado 2 de noviembre de 1985, Gonzáles Prada volvió a hablar con este periódico y reveló que seguía esperando que lo operen de la cadera y le trasplanten un nuevo riñón. “Ahora estoy a la espera de un quinto trasplante. Previamente tienen que hacerme una operación a la cadera. Mientras tanto, tengo que seguir el tratamiento de hemodiálisis”, dijo, casi resignado. También aclaró que las más de 30 operaciones a las que fue sometido fueron por su enfermedad renal.
Después, agradeció a los doctores que lo operaron en los cuatro trasplantes y aseguró que “en dos ocasiones se salvó de la muerte” por esta intervención. “Para efectuarme el primer trasplante, nadie quería dar su autorización porque jamás se había hecho una operación de ese tipo antes. Inclusive el director del hospital se oponía. El doctor Marino Molina, aun con riesgo de perder su trabajo, me intervino en octubre de 1969. Hace tres años el mismo especialista me salvó pese a que ya me habían desahuciado”, explicó el ingeniero.
También afirmó que la medicina había avanzado bastante para pacientes como él y agradeció ser uno de los primeros beneficiados en el país. Asimismo, pidió al Gobierno peruano que se derogue la Ley de Trasplante para que más enfermos renales puedan verse favorecidos con los órganos de los cadáveres. En ese momento, menos del 20% de estos se usaban para salvar vidas y cada año se perdían más de mil riñones de personas que fallecían en accidentes de tránsito en el Perú. En Francia, el 95% de estos órganos eran utilizados para ayudar a sus ciudadanos a sobrevivir.
Hasta ese año, en nuestro país se realizaron más de 600 trasplantes de córneas, 400 de riñón, uno de corazón y dos de hígado. Hospitales como el Rebagliati, Almenara y Naval, contaban con la infraestructura y personal calificado para este tipo de intervenciones. Días después, el Instituto Peruano de Seguridad Social (IPSS) reveló que gastaba anualmente 36 mil millones de soles en hemodiálisis para los 700 asegurados. Más adelante, el viernes 9 de octubre de 1987, Hugo García Gonzáles Prada dejó de existir. De esta manera, se convirtió en un ejemplo de lucha para todos los peruanos hace más de 30 años.
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