¡Envidia! Es el primer sentimiento que evoca esta postal del verano de 1976 donde una docena de chiquillos juega en la antigua pileta Buenos Aires, en Barrios Altos.
Por aquellos años, no todos los niños podían ir a la playa o a las piscinas que comenzaban a ser los nuevos espacios de recreo veraniego. Por eso esta pileta se convirtió en el lugar perfecto para refrescarse. Cómplice de esta travesura, nuestro reportero gráfico Julián Espinoza capturó esta imagen que fue publicada en la primera plana del 21 de enero de 1976.
“Una pileta para un chico en vacaciones y en pleno verano, es una tentación irresistible”, decía la leyenda que acompañó la fotografía. A vista y paciencia de los transeúntes y sin autoridades ediles que les prohibieran bañarse, estos muchachos gozaron de un refrescante momento y la vieja pileta, al menos por ese día, sirvió para algo más que ser un objeto decorativo.
Esta no sería la primera vez que nuestros fotógrafos encontraban estas escenas. En febrero de 1960, un grupo de niños no tuvieron mejor idea que jugar carnavales en la pileta de la plaza Manco Cápac, en La Victoria. A finales de marzo de 1974, niñas y niños tomaron la pileta ubicada en la plazuela de la iglesia San Francisco, en el centro de Lima.
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Al pasar el tiempo, las piscinas públicas comenzaron a ser los lugares preferidos por grandes y chicos para disfrutar del verano. Con la instalación de grandes toboganes, la experiencia en el agua fue elevada a otro nivel. A eso debemos sumar las clases de natación y los conciertos que se ofrecían en estos centros de esparcimiento.
Los veranos en las piscinas se interrumpieron de golpe en marzo de 2020. Por disposición del Ministerio de Salud, estas seguirán cerradas al público. Por ello esta postal nos hace viajar a tiempos mejores donde darse un chapuzón era un juego de niños.
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