/ NoticiasInformación basada en hechos y verificada de primera mano por el reportero, o reportada y verificada por fuentes expertas.
| Crónica
El reportero del diario decano pudo acercarse a una de las actrices del momento en la escena hollywoodense, Joan Fontaine (apellido de su padrastro), nombre artístico de Joan de Havilland (1917-2013). Harold Tittmann, el embajador norteamericano de entonces lo contactó con aquella diva del cine clásico que mostraba sus 34 años con gran personalidad. Nacida de casualidad en Tokio, Japón, pues su padre británico era profesor de inglés en ese país, Fontaine había sido la engreída de Alfred Hitchcock a inicios de la década de 1940, cuando ella bordeaba los 20 años y un poco más. Ya con esa fama encima, decidió tomarse unos días libres en el Perú y conocer el Cusco en 1951, de regreso de un festival de cine en Montevideo, Uruguay.
“Encantadora, inteligente, espiritual, talentosa y con un fino humor”, así la describió el enamorado reportero de El Comercio, quien procuró no molestarla tanto, aunque siempre con la idea de obtener el mejor perfil de ella. Sencilla, dentro de una magnífica personalidad, Joan Fontaine lucía natural, sin maquillajes ni pintura en las uñas, y con un señorial vestido de noche de color rojo.
MIRA TAMBIÉN: La diva peruana del cine mexicano que inauguró un canal de TV y alborotó Lima en los años 50
La actriz estadounidense fumaba como era natural entre las mujeres de mundo y mostraba una cordial despreocupación que relajaba el ambiente. Como muchas actrices de su época, la hermana de Olivia de Havilland (1916-2020), con la que mantuvo por décadas una persistente hostilidad, se casaría y separaría varias veces; en su caso, fueron cuatro las ocasiones.
Joan Fontaine había actuado desde muy joven en cintas clásicas como “Rebecca” (1940), donde actuó al lado de Laurence Olivier, y “Sospecha” (1941), ambas de Alfred Hitchcock (en la primera cinta fue nominada al Oscar, pero no ganó; en la segunda cinta del 41 sí ganó el Oscar). También había actuado en el filme “La ninfa constante” (1943) y en “Jane Eyre” o “Alma rebelde” (1944), basado en la novela de Charlotte Brontë, donde fue protagonista al lado de un joven Orson Welles.
En el cóctel de la embajada norteamericana, lugar donde se hallaba hospedada, anunció a los periodistas -con los que conversó durante dos horas- que al día siguiente, el jueves 15 de marzo de 1951, visitaría los lugares turísticos de Lima, y por la noche estaría en Radio Nacional, gracias al apoyo del “Touring y Automóvil Club del Perú”, para dar un saludo al Perú por el “Día del Turismo”. Fontaine iba a viajar el viernes 16 al Cusco, pero por motivos de fuerza mayor, tuvo que hacerlo muy temprano el sábado 17 de marzo.
LEE TAMBIÉN: El día en el que se coronó Gladys Zender, nuestra Miss Universo y la inspiración de todas las reinas de belleza peruanas
Ya había recorrido Lima, y anhelaba conocer más. Advirtió que venía con mucha expectativa sobre el Perú, país en el que estuvo de incógnito algunas veces; por eso podía decir que “ustedes son unas personas muy amables y llenas de gentileza, así como galantes a la manera española”.
Fontaine contestó con sencillez a la pregunta de cuál debería ser la finalidad del cine. Dijo que “debería ser la de entretener; pero para entretener se necesita arte, técnica y calidad”. Y añadió: “Creo que, en el orden cinematográfico, arte y técnica están, ahora, marchando paralelos, progresando por igual. Casi podría decir que se complementan (…). Pero si hay quienes se emocionan con las palabras, también hay quienes se emocionan a través de la vista, frente a un paisaje, ante la sencilla y profunda visión del cielo…”.
Esta diva de Hollywood venía de filmar dos cintas aún sin título en español: “September affair” (1950), que acababa de ser estrenada en EE.UU., donde actuó con Joseph Cotten y Jessica Tandy; y el filme “Something to Live For”, que se estrenaría en 1952. La actriz recordó además que su cinta “Carta de una desconocida” (1948), basada en la novela de Stefan Zweig, tuvo un éxito rotundo en Latinoamérica, quizás por su carácter romántico y misterioso, pero que en su país fue un fracaso económico. Admitió en un regreso a Lima, años después, que esa película, que ella misma produjo, fue la que más le gustó hacer.
Fontaine expresó que, tras esta visita al Perú, regresaría rápidamente a Brentwood, California, porque allí lo esperaba su única hija de dos años, Deborah Leslie Dozier, hija también del productor William Dozier. “Y luego, debo seguir haciendo películas y, cuando se pueda, viajar”, contó. Sin embargo, el viaje al Cusco le traerá sorpresas: allí conocería a una niña de cuatro años, Martita Pareja, quien le robó el corazón.
MIRA TAMBIÉN: ¿Cómo una niña de ocho años que vivió en el Perú inspiró al poeta Rubén Darío?
El sábado 17 de marzo de 1951, Joan Fontaine subió al avión de la compañía aérea Faucett que la esperaba en el aeropuerto de Limatambo y arribó a la Ciudad Imperial un par de horas después. Allí permaneció tres días, suficiente tiempo para poder ver todos los alrededores de la ciudad cusqueña, además de la inigualable ciudadela de Machu Picchu.
El viaje netamente turístico de Fontaine se concretó gracias a la invitación especial del “Touring y Automóvil Club del Perú”. Allí, la actriz pudo apreciar, entre otras cosas, la procesión del Señor de los Temblores, que por esos días se llevaba adelante en el Cusco.
Joan Fontaine conoció entonces Machu Picchu y también descubrió los profundos ojos de Martita Pareja, una risueña niña de cuatro años, cuya imagen no pudo olvidar. Entonces convino con los padres de la niña en convertirse en su “tutora”. Ellos aceptaron y en esa condición pudo viajar con la pequeña a los Estados Unidos. Acordó también con los padres regresar cada dos años, en principio, para que pudieran ver a la niña.
Por ese motivo retornó al Perú con Martita el sábado 5 de setiembre de 1953, cuando la menor ya tenía casi siete años. No era su “hija adoptiva”, porque según las leyes de entonces solo se podía adoptar cuando la niña fuera mayor. Seguía siendo solo su “tutora”, pero en la práctica la famosa actriz cumplía la función de madre. Joan Fontaine estaba feliz con la cusqueñita, a quien reconocía como una niña de gran interés por el estudio; muy inteligente y hábil.
LEE TAMBIÉN: El día en que una estrella de rock llegó al Perú y le robaron la billetera, un abrigo y hasta su sombrero: Bill Haley en Lima
Ella, una mujer de 36 años, separada, con una sola hija -dos años menor que Martita Pareja-, vio en esa niña peruana, sin duda, a la hija mayor para su propia hija y alguien con quien sentirse más acompañada. Contó ese domingo 6 de setiembre, por la tarde, a los periodistas, que Martita, su hija Debbie y el hijo de su hermana Olivia de Havilland, eran inseparables en los juegos infantiles que compartían.
Desde el hall del Hotel Bolívar, donde se alojó esta vez, la diva detalló también que la niña peruana ya casi no hablaba castellano y más bien conversaba con más facilidad en inglés. Sin embargo, Fontaine añadió que eso la preocupaba, pues no quería que Martita olvidara el castellano; por ese motivo la había inscrito en clases particulares de nuestro idioma. En un momento, la actriz norteamericana dijo con ternura: “La quiero tanto como si fuera mi propia hija, ¿no es preciosa?”.
Por esos días, Joan Fontaine seguía grabando sin parar. Hizo tres películas: “Noches del Decameron” (1952), de Louis Jourdan, que rodó en España; “El bigamista” (1953) y “Casanova” (1954), la película protagonizada por Bob Hope, con quien se llevaba muy bien. En la madurez de su carrera cinematográfica, se había involucrado con “Casanova” en una comedia, dejando a un lado su fama con los dramas. “Ya hice llorar a los espectadores bastante tiempo con dramas. Creo que para no cansarlos ahora hay que hacerlos reír un poco”, dijo esa tarde de setiembre de 1953, en el elegante hotel de la plaza San Martín.
Esa misma noche, hubo un cóctel en la residencia de Gustavo Berckemeyer Pazos (familia muy amiga de la actriz), a donde tuvo que llevar a la niña peruana, pues temía dejarla sola en el hotel. Fontaine no se separaba de ella por nada del mundo. Cuando un periodista curioso le preguntó si no le gustaría vivir en el Perú, la diva le respondió de inmediato: “Si no tienen industria cinematográfica aquí, ¿de qué viviría?”, y acompañó la ocurrencia con unas sonoras carcajadas.
El lunes 7 de setiembre de 1953, muy temprano, la actriz norteamericana y una amiga personal llevaron a Martita Pareja a ver a sus padres en el Cusco, porque esa fue la promesa que la actriz de Hollywood le hizo a la familia Pareja.
MIRA TAMBIÉN: Aldous Huxley en Lima: el día que el escritor inglés nos mostró el futuro de la humanidad
Desde que llegaron al aeropuerto Velasco Astete del Cusco, la gente se arremolinó entorno a la niña y su tutora, por un lado, y a los padres y abuelos de la menor cusqueña, por otro lado. Había cierta tensión o nerviosismo especialmente en Joan Fontaine. Y eso se corroboró cuando vio que la niña no podía comunicarse bien en castellano con sus padres.
Juvenal Pareja y Petronila Vargas, los padres, así como los abuelos Eugenio Pareja y Encarnación Calderón, las esperaban desde hacía un par de horas en el aeropuerto y se acercaron a las escalinatas del cuatrimotor de Faucett en cuanto pudieron. Así vieron bajar primero a Fontaine, de blusa y pantalón, y a Martita, su hija, con vestido, abrigo rojo y boina; ambas estaban acompañadas de algunos miembros de la familia Berckemeyer, amigos de la actriz que decidieron acompañarla.
Mientras los padres cusqueños lucían emocionados, Martita prácticamente no los reconoció, o al menos eso parecía. Fontaine tuvo que decirle (en inglés) quiénes eran ese hombre y esa mujer que la esperaban con los ojos enrojecidos… Luego todos juntos fueron a descansar por unas horas al Hotel Cusco, y después salieron en un “autovagón” con rumbo a Machu Picchu.
Al día siguiente, el martes 8 de setiembre de 1953, retornaron al Cusco, donde asistieron al matrimonio religioso de los padres de Martita. Ellos tuvieron como padrino y madrina de bodas a Gustavo Berckemeyer y a Joan Fontaine, respectivamente. El miércoles 9 de setiembre, por la mañana, Fontaine, Martita, y su comitiva, regresaron a Lima.
LEE TAMBIÉN: Toynbee de visita en el Perú: el día que el historiador más importante del siglo XX reivindicó a la cultura andina
Ese día ya en Lima, la estrella del cine hollywoodense no se separó ni un segundo de la niña cusqueña. Salieron juntas a hacer compras por la tarde, y a las reuniones sociales de la noche asistió con la menor a su lado. Inseparables.
La estrella y la menor pensaban salir del país el jueves 10 de setiembre de 1953, pero por diversas razones (especialmente descansar un poco antes del largo vuelo) esperaron un día más: lo hicieron el viernes 11, en una ruta que incluía La Habana, Miami, para dirigirse a Hollywood, California. Antes, Joan Fontaine concedió entrevistas radiales, una a Radio Miraflores y la otra a Radio El Sol, de El Comercio.
Al irse del país, la actriz prometió regresar en dos años con la niña Martita Pareja, con el fin de que vea nuevamente a su familia peruana. Con seguridad fue así, pero a la larga, no todo fue color de rosa en la vida familiar de la estrella del cine: la historia de la niña Martita y la actriz no terminó bien. Con la adolescencia, Marta, ya una jovencita, se rebelaría contra la tutela de Fontaine. Marta Pareja se convertiría, pues, en una “joven rebelde”, como se decía entonces. De esa forma, ambas acabaron rompiendo la relación “madre-hija” que se habían impuesto.
La gran actriz Joan Fontaine había llegado al Perú quizás en el mejor momento de su carrera. Para entonces aun guardaba la estirpe, la fama y la gloria de todo lo que había hecho en la década anterior. Una de sus últimas cintas de fama y gloria sería “Serenade” (1956), de Mario Lanza, en la que compartió escenario con la española Sarita Montiel.
Ya en la década de 1960 fue una estrella de Broadway, su refugio actoral, desde donde desechó papeles de cine y televisión, aunque retornó para algunos casos especiales en los años 80, incluso en los años 90. Ya para finales de esa década finisecular, su declive natural se hizo evidente. Después, se recluyó a esperar la muerte que le llegó en diciembre del 2013, a los 96 años de edad.
Contenido GEC