El 28 de mayo de 1981 nuestro corresponsal en Ayacucho comunicaba a la redacción sobre la muerte del retablista ayacuchano Joaquín López Antay. Al día siguiente la primera plana del decano informaba así: “Mientras dormía en su domicilio del jirón Asamblea se apagó la vida del celebrado retablista ayacuchano Joaquín López Antay premio Nacional de Cultura en el Arte 1975, cuyo deceso ocurre a los 85 años”.
A 40 años de su partida su nombre continua vigente y sigue inspirando a cientos de artesanos peruanos. En 2008 se creó la medalla “Joaquín López Antay” y desde la fecha se han premiado a 96 artesanos de costa, sierra y selva.
En 2016 el Ministerio de Cultura declaró la obra artística de Joaquín López Antay como Patrimonio Cultural de la Nación. Tres años más tarde se haría lo propio con el retablo ayacuchano. De esta manera se reconoce el aporte del arte tradicional en la identidad de los peruanos.
Ese mismo año su familia abrió al público la Casa Museo Joaquín López Antay. Adela, Alfredo López y Patricia M. López contaron con el apoyo del museólogo Luis Repetto. En los ambientes de la casa se aprecian herramientas de su taller como el brasero a carbón donde hervía la papa blanca, elemento indispensable para elaborar la pasta de sus pequeñas esculturas.
Cuando Joaquín López Antay tenía 12 años aprendió con su abuela Manuela Momediano a valorar el arte popular. El joven aprendiz contemplaba los santos de las iglesias de Huamanga para luego reproducirlos en barro. Así transcurrían los días en su natal Ayacucho durante la primera década del siglo XX.
Durante varios años Joaquín López Antay creaba con mucho ingenio los cajones de San Marcos. Esta era una caja de dos niveles mágico y religioso que contenía las imágenes de cinco santos y una escena costumbrista que incluía a dioses protectores bajo la forma del cóndor y el zorro.
Su amistad con importantes representantes del indigenismo como José Sabogal, José María Arguedas y Alicia Bustamante contribuyeron significativamente en su obra. Sería esta última quien, en 1940, durante una visita a su casa en Huamanga aconsejara a López Antay incorporar motivos costumbristas en sus trabajos.
En una entrevista a su hijo Ignacio López publicada en el diario decano el 26 de mayo de 1991 comentó: “…por sugerencia de ellos mi padre introduce nuevos motivos costumbristas, tomando el Cajón de San Marcos el nombre de Retablo. Ya no se representaba solamente al patrón y al gamonal, sino que se introdujeron fiestas patronales, folclore y temas sociales…”
El cajón de San Marcos, aquel que aprendió a hacer en el taller de su abuela, se convirtió en el retablo ayacuchano: una pieza que representa escenas de festividades tradicionales y costumbres del ande. Todo ello acompañado con motivos florales y colores vivos.
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Así Joaquín López Antay se coronó como uno de los más grandes representantes del arte popular y fue el primero, en su rubro, en recibir el Premio Nacional de Cultura, en 1975. La noticia causó controversia en el ambiente artístico. El Comercio no fue ajeno al debate y publicó el 11 de enero de 1976:
“Debe estimularse el pluralismo creativo en nuestro pueblo”, “… esta distinción a un ilustre artesano pone de manifiesto la revalorización que hace hoy la revolución peruana al arte que emerge del pueblo…”
El arte peruano dejó de ser exclusivo de los claustros académicos y dio paso a nuevas expresiones artísticas originarias de diversas regiones del Perú.
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