Ha llegado el momento de sacar la cámara analógica del olvido. Hace unos días, Kodak anunció con un escueto ‘tuit’ que incrementará su producción de películas a color.
“Estamos contratando para satisfacer la demanda de las películas de 35 mm, que se ha disparado en los últimos años”, anunciaba la empresa de Rochester en Twitter.
“Hace unos pocos años, la labor de acabado de la película nos ocupaba 40 horas a la semana; ésa era la capacidad que teníamos, que era adecuada para satisfacer la demanda del momento. Pero ahora estamos trabajando 24 horas al día, siete días a la semana. Eso es un aumento de la capacidad cuatro veces mayor, que aun así no es suficiente para satisfacer la demanda”, explicó el vicepresidente de Film Manufacturing de Kodak, Nagraj Bokinkere.
Este auge de la película a color se debe a que los fotógrafos aficionados han vuelto sus ojos a este soporte fotográfico. ¿Moda o nostalgia? Nada se compara a cargar una cámara con un rollo de película. Ir a un centro de revelado y pasadas unas horas recibir las copias. Solo en ese instante podremos ver el resultado de nuestra aventura fotográfica.
La fotografía a color siempre fue el sueño buscado por los primeros fotógrafos desde que el nuevo invento fue divulgado al mundo en 1839. Mientras se conseguía el milagro y para no decepcionar a sus clientes, los estudios fotográficos contrataron pintores que agregaban color a las mejillas y oro a las joyas. Esta técnica era conocida como ‘iluminación’.
Como si se tratara de la búsqueda de un tesoro, los fotógrafos de la época investigaban cuál podía ser la sustancia capaz de asimilar el color que se arrojara sobre ella. Durante el siglo XIX y principios del siglo XX se realizaron numerosos procesos para lograr darle el tan ansiado color a las imágenes.
En 1850, Levi L. Hill, un pastor bautista y daguerrotipista profesional en Westkill (Nueva York), anunció que había conseguido fijar los colores naturales en las placas del daguerrotipo. Aunque difundió su descubrimiento en la prensa local nunca publicó la fórmula para lograr los famosos y costosos daguerrotipos a color.
En diciembre de 1903, los hermanos Lumière patentaron en Francia el ‘autocromo’. Este proceso consistía en un negativo sobre placa de vidrio cubierto con una emulsión de féculas de papa tintadas en rojo, verde y azul, la cual permitía fijar el color.
Los autocromos requerían un largo tiempo de exposición, por lo que los personajes debían posar durante un lapso prolongado y la naturaleza aparecía borrosa. Los autocromos fueron utilizados entre 1907 y 1935.
Sin embargo, el mayor avance en la historia de la fotografía a color se produjo con el perfeccionamiento de una película recubierta por tres capas de emulsión, que podía ser utilizada por cualquier cámara y que requería una sola exposición para cada foto.
La película Kodachrome — que en 1935 se usaba en las cámaras de cine en 16 m.m. y en 1937 para las fotográficas en 35 m.m.— fue un invento de Leopold Mannes y Leopold Godowsky, trabajando en colaboración con científicos para la investigación en la Eastman Kodak Company.
Todo este proceso requería una maquinaria compleja y un control preciso, con lo que sólo podía ser realizado por el fabricante. Además se necesitaba un proyector para que puedan ser visualizadas.
Recién en 1942 el principio de negativo-positivo fue utilizado en la película Kodacolor. Desde ese momento, se podía ir a un estudio fotográfico para que no solo revelaran el rollo de película, sino que te entreguen las copias en papel. Así la fotografía familiar y amateur comenzó su crecimiento imparable.
Revise las fotos que tiene en casa, aquellas que guardaban las abuelas. Seguro encontrará decenas de fotos a color y, si tiene suerte, sus negativos.
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