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El cartero que se convirtió en uno de los fundadores de una de las principales avenidas de Lince gracias a la pasión por su trabajo
Jesús Ortega Soto salió de Ayacucho cuando tenía tan solo 8 años de edad. Tiempo después, ingresó a la sección de carteros del Correo de Lima con un puntaje sobresaliente. Allí trabajó por más de cinco décadas.
Un día después que el Papa Juan Pablo II pidió por el cese de la violencia terrorista en Paris, Lisboa, Líbano y Sri Lanka, una increíble historia de vida se conoció en nuestro país a través de las páginas de El Comercio. El 1 de agosto de 1983, este diario publicó una entrevista con Jesús Ortega Soto, el cartero más antiguo del Perú. En la conversación, el funcionario contó cómo su pasión por su trabajo lo impulsó a convertirse en uno de los fundadores de una de las principales avenidas de Lince y sacar adelante a su familia.
Jesús Ortega Soto nació en el distrito de Colta, en Ayacucho, en 1917. A los ocho años de edad, dejó su pueblo para mudarse a Lima. Su travesía hacia su próximo destino no fue fácil: tuvo que viajar a caballo un largo tramo y vivir, por casi un mes, en una pensión de Chala, en Arequipa. Luego, abordó un barco que lo llevó a la capital limeña. Allí cursó sus primeros años en el colegio Copacabana del Rímac.
Tiempo después, con tan solo 15 años, el ayacuchano empezó a trabajar como repartidor de pólizas en una compañía de seguros. Recién a los 18, ingresó a la sección de carteros del Correo de Lima con un puntaje sobresaliente. Para ese momento, solo habían 40 repartidores en Lima y el Callao; sin embargo, tuvo que trabajar tres meses sin sueldo. Luego, empezó a ganar 60 soles mensuales. La pasión por su trabajo lo haría salir adelante.
Por esos años, Jesús María y Lince solo eran urbanizaciones. Miraflores y San Isidro ya eran unos bellos distritos limeños. Es así como Ortega fue enviado a repartir cientos de cartas en más de 200 cuadras de este último distrito. Allí conoció a Romelia Longo, quien se convertiría en su esposa en 1942. Dos años antes, en 1940, previo al terremoto, el joven cartero pasó a entregar misivas en el Centro de Lima.
Años más tarde, compró, a ocho soles por metro cuadrado, un terreno en Lince. La zona todavía no contaba con los servicios básicos y estaba rodeada de potreros y basureros. Aunque su esposa no estaba entusiasmada con la idea de vivir en ese lugar, Jesús inició la construcción de su casa con sus propias manos y fue uno de los fundadores de la conocida avenida Canevaro. Allí criaron a sus dos hijos, Pedro y Armando.
Tras décadas de trabajo, Ortega empezó a recibir varias condecoraciones por su tiempo de servicio al Gobierno peruano. Es así como fue galardonado con la Orden del Servicio Civil del Estado, el Chasqui de Oro y distintas diplomas que lo reconocían como “el cartero más antiguo del Perú”. Cabe resaltar que en más de cuarenta años de servicio solo había faltado al trabajo en cuatro ocasiones (cuando se cayó accidentalmente a un hueco en plena calle).
El sábado 29 de agosto de 1970, la Dirección de Correo y Telégrafos lo premió con una Diploma de Honor, dos pasajes en avión a cualquier parte del país y una bolsa de viaje para dos personas, durante la ceremonia por el Día del Cartero. Esa vez, también se anunció la instalación de un sistema mecanizado del servicio y la implementación de buzones postales en diferentes zonas de Lima y el Callao.
Meses después, el 11 de noviembre, se le puso su nombre a la primera promoción de carteros que capacitó la Dirección General de Correos y Telecomunicaciones. Al año siguiente, el 4 de abril de 1971, se selló ese homenaje con la instalación de una placa en la ceremonia de egresados. Para ese momento, el repartidor de 54 años de edad, caminaba diez kilómetros diarios para entregar más 350 cartas por jornada.
Más de una década después, el 31 de julio de 1983, Jesús Ortega dio una entrevista exclusiva para El Comercio desde su casa en Jesús María. Ahí, el histórico cartero reveló que seguía trabajando en la Dirección de Correos de Lima por cariño a su trabajo. “Tengo la satisfacción de haber repartido no menos de diez millones de cartas desde 1936 a la fecha y haber sido testigo presencial del surgimiento, desarrollo y desaparición de varias generaciones de limeños”, manifestó.
Ortega contó que comenzó en el oficio cuando los repartidores tenían la obligación de realizar tres recorridos al día, cada uno de 200 cuadras por turno. “Desde aquella época a la fecha, muchos cambios se han producido. El trabajo del cartero ahora es más suave, pues solo se hace un recorrido aunque el número de correspondencias por repartir es mucho mayor por el crecimiento de la población”, señaló el funcionario.
También explicó que, durante su larga trayectoria, pudo servir a muchas instituciones y personas. Su honradez y respeto hicieron que se le otorgara varios premios y medallas. Además, confesó sentirse satisfecho por ver a sus hijos profesionales (uno era doctor y otro técnico de la FAP), y por haber llevado alegría a mucha gente, con quien tuvo una amistad tan grande que participó “en la angustia que genera la espera de una noticia”.
Años después, en noviembre de 1986, Ortega volvió a conversar con este diario y desveló que siempre que salía a trabajar con su bolsa, de doce kilos de peso, se encomendaba a la Virgen del Carmen y que creía que caminar era “un buen ejercicio, ayuda a la circulación, mantiene las articulares en movimiento, pero, la caminata debe acompañarse con optimismo, fe y retornar esa confianza y afecto que el público otorga”.
Finalmente, contó que ya tenía cuatro nietos. Es así como Jesús Ortega Soto, con más de medio siglo en ese oficio, se ganó el respeto y admiración de bancos, estudios jurídicos y vecinos de varios distritos de Lima. Asimismo, se convirtió en el Decano de los Carteros del Perú y uno de los fundadores de una de las principales avenidas de Lince por pasión a su trabajo, que comenzó hace más de 80 años.
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