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Eran los primeros días de abril de 1972, cuando una increíble historia policial sorprendió a todos los peruanos a través de las páginas de El Comercio. Esa vez, un piloto frustró el secuestro de un avión de la empresa Faucett cuando iban de Piura a Chiclayo.
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El atentado se produjo a los cinco minutos de iniciado el vuelo. El autor del ataque fue un joven de 19 años de edad que tenía dos nacionalidades. Tras luchar por varios segundos, el asaltante pudo ser reducido y entregado a la Policía de Investigaciones del Perú (PIP) ni bien aterrizaron en su destino.
Eran las 7 y 40 de la noche del 8 de abril de 1972, cuando un Boeing 727 de la Compañía Nacional de Aviación Faucett despegó con 77 personas desde el aeropuerto de Piura con dirección a Chiclayo. Tras unos minutos de vuelo, un joven de pelo lacio, baja estatura, nariz aguileña con casaca beige y pantalón claro, se levantó de su asiento y entró violentamente a la cabina de mando de la nave. Nadie imaginó lo que haría.
Ya en el compartimento, amenazó con una pistola y una botella con gasolina al ingeniero de vuelo del avión, Pedro Espinoza. “Lléveme directamente a Lima y allí le indicaré adónde nos dirigiremos luego. Si no obedece usted, mataré a la tripulación y haré volar la nave”, dijo furioso el delincuente. Luego, le pidió al capitán de vuelo, Erich Klein, y a su copiloto, Ivo Kelez, que entregaran sus armas. Ambos negaron realizar viajes con estos aparatos de fuego.
La respuesta enfureció al secuestrador, que golpeó en la cara y cabeza al copiloto con el revólver y el depósito de combustible. Esto hizo que el capitán de vuelo reaccionara con un golpe en el mentón que arrojó al delincuente al suelo. En ese momento, se rompió la botella de gasolina y se empezó a esparcir por toda la cabina. Tras unos minutos de lucha y angustia, los pilotos lograron controlar al joven.
Tras ver lo sucedido, los pasajeros del avión entraron a esa sala armados con extinguidores en las manos y golpearon al malhechor en varias ocasiones. Klein tuvo que intervenir para que no lo mataran. Luego, amarró al secuestrador en un asiento hasta llegar a Chiclayo. Ya en la ciudad norteña, el delincuente fue entregado a la policía. Fueron 15 minutos de terror. Esta era la segunda vez que un avión de Faucett pasaba por una situación similar.
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Esa noche, la Policía de Investigaciones del Perú (PIP) identificó al frustrado secuestrador como Segundo Bustamante Vallejos, de 19 años de edad. El delincuente poseía otra identidad ecuatoriana con el nombre de Juan Vergara Espinoza. Según los agentes, el facineroso era natural de Sechura y vivía en calle Mariscal Castilla. Su dirección pertenecía a un salón de belleza de esa ciudad.
Minutos después, Bustamante fue trasladado hasta el Hospital Las Mercedes bajo el fuerte resguardo de la Guardia Civil (GC) y la PIP. Ya en el nosocomio, fue atendido por el doctor Núñez Miranda. El galeno reveló que el joven tenía lesiones en el labio superior y el pómulo izquierdo. También explicó que no creía que tuviera problemas mentales; aunque, frecuentemente, mencionaba frases incoherentes.
Al día siguiente, cerca de la ocho y media de la noche del 9 de abril de 1972, Bustamante abandonó el nosocomio a bordo de una ambulancia y en compañía de varios agentes de seguridad. En ese vehículo fue trasladado hasta el aeropuerto chiclayano, desde donde viajó a Lima custodiado por dos oficiales. A las 11 y 15 de la noche, el avión aterrizó en el Aeropuerto Internacional Jorge Chávez. Ya en suelo limeño, el joven delincuente fue trasladado en un auto policial hasta la central de la PIP.
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Horas antes del traslado, El Comercio logró entrevistar a Pedro Espinoza, ingeniero de vuelo del Boeing 727. En la conversación, confirmó que Bustamante entró al compartimiento del piloto a los cinco minutos de iniciado el vuelo. Segundos antes, había empujado violentamente a un tripulante de cabina. Por eso, los pasajeros se dieron cuenta que estaban en medio de un secuestro.
Es así como el joven le apuntó con una pistola en la cabeza y le ordenó que fueran directamente a Lima. También le exigió que prendiera la luz de la cabina, una acción que le costaría caro a Espinoza: “Hice el ademán de prender, a lo que este reaccionó golpeándome fuertemente con el revólver en la mandíbula izquierda”. Es en ese momento donde intervinieron Klein y Kelez, quienes le dijeron al delincuente que obedecerían sus indicaciones si se calmaba.
“El asaltante cambió de posición el arma y me encañonó en la nuca, se le notaba totalmente fuera de sí. Pensé que ocurriría lo peor y me encomendé a San Martín de Porres, del cual somos devotos toda la familia”, contó el ingeniero. Tras verificar que no tenían armas, Bustamante golpeó con la botella de combustible a Kelez. En seguida, le pidió a Klein que se levantara para revisarlo. El piloto de la nave aprovechó ese momento para cogerle la mano donde llevaba la pistola y darle un rodillazo.
Segundos después, Espinoza le agarró la mano donde tenía la botella rota y lo golpeó en la cara. Esto hizo que Bustamante amenazara con disparar: “Le dije que volaríamos todos. Klien logró desarmarlo y abrí la puerta de la cabina indicándole al purser Gibson que me pasara un cinturón de seguridad para amarrarlo. Los pasajeros observaron el final del drama, volábamos a 23 mil pies de altura”.
El lunes 10 de abril de 1972, Erich Klein dio una conferencia de prensa en el nuevo edificio de la compañía aérea. En el lugar, estuvo acompañado por altos dirigentes de la empresa aeronáutica y del director general de la PIP. Allí dijo que lo primero que hizo cuando vio al joven secuestrador con la pistola fue intentar calmarlo para poder desarmarlo.
Klein explicó que tuvo que enfrentarse “a puño limpio y rodillazos” al asaltante porque su arma no estaba cargada: “La aeronave no estuvo en peligro en ningún momento. El mando quedó en manos del copiloto que también es piloto”. Luego, aclaró lo quería Bustamante: “En ningún momento el chico me dijo que enrumbara a Cuba. Insistió en ir directamente a Lima, sin tocar Chiclayo que era la siguiente escala”, dijo el aviador.
Cabe resaltar que el piloto llevaba más de 20 años en la compañía y tenía más de 27,500 horas de vuelo. Además, no era la primera vez que pasaba por una situación similar. En marzo de 1969, fue amenazado de muerte cuando realizaba un viaje desde Arequipa. Aquella vez el secuestrador hizo que lo llevara hasta Cuba. Su copiloto en ese incidente también fue Kelez.
Tras sus declaraciones, el director general de la PIP dijo que el joven asaltante estaba siendo interrogado en una sala donde tenía poca comunicación. Además, se estaba indagando sus antecedentes. Asimismo aclaró que era muy prematuro decir que tenía problemas mentales. “No podemos adelantar que se encuentre loco, Bustamante Vallejos ha sido traído a Lima y se ha iniciado amplías investigaciones para determinar quién es y qué fines perseguía”, dijo el agente policial.
De esta manera, las autoridades se hicieron cargo del caso. Con el paso de las semanas, no se supo más información de este hecho. Un frustrado secuestro aéreo que terminó convirtiendo al piloto del avión peruano en un héroe hace 50 años.
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