La bicicleta no es un medio de transporte común. Es una experiencia de vida. Aunque fue inventada en el siglo XVIII con el nombre de celerífero, llegó al Perú probablemente en la década de 1880 con la denominación de velocípedo.
Los inicios
En 1816 el barón Drais de Sombrun inventó una máquina que fue llamada celerífero o draisiana, que se componía de dos ruedas muy bajas, de igual diámetro, en las que los ejes soportaban dos horquillas de madera unidas por una plancha, sobre la que se montaba el jinete.
Para poner tal máquina en movimiento se hacía uso de las plantas de los pies, que tocaban el suelo y daban el impulso (exacto, como Pedro Picapiedra).
La draisiana estuvo poco tiempo de moda. Este ejercicio era muy exigente, pues solo se podía avanzar en una superficie horizontal o bajando por las pendientes.
El “gran salto tecnológico” de las draisianas fue gracias a Pierre Michaux, un cerrajero de coches en París, a quien se le había encargado la reparación de una de sus piezas.
A este hombre se le ocurrió incrustar en la rueda delantera un par de manivelas para servir de pedales, lo que permitió que la máquina rodara sin poner los pies en tierra.
Esta transformación aceleró la producción de velocípedos en Francia, creándose modelos más elegantes y ligeros, que suplantaron la estructura de madera por la de metal y agregaron caucho a las llantas.
Para 1874 los ingleses ya habían entrado en competencia con los franceses en la producción de estas máquinas. La masificación del velocípedo había empezado…
En el Perú
El Comercio ya anunciaba en sus páginas la venta de un velocípedo Bicycle el 5 de setiembre de 1888.
Alrededor de 1890, cuando la población de la capital era alrededor de 115.000 personas, la bicicleta empezó a ser conocida en Lima, más que un medio de transporte, fue usada como una nueva forma de pasear.
Fueron las clases altas limeñas las que practicaron por primera vez este nuevo entretenimiento. En el libro “Lima a fines del siglo XIX” se sostiene que los hermanos Luis, Antonio y Miguel Miró Quesada fueron los primeros en montar bicicleta en el jirón de la Unión. Era como “jiroenar”, pero en dos ruedas.
Un club para ciclistas
Fue en 1892 que se funda el Club de Bicicletas, para organizar a los practicantes y gestionar espacios exclusivos de circulación ante el Consejo Provincial capitalino.
Mientras aumentaban los pedidos a Inglaterra de más bicicletas, vía la Casa C. Valencia, el Club Francés organizaba carreras de velocípedos a espaldas del actual Parque de la Exposición.
Como la del 14 de julio de 1893, día de la independencia de Francia, a la que asistió el presidente Remigio Morales Bermúdez. Los resultados fueron publicados en El Comercio.
En diciembre de 1896 se reunieron en la Bolsa de Lima los aficionados a la bicicleta y fundaron la Unión Ciclista Peruana, eligiendo como presidente a Pedro de Osma.
La edición del decano del 22 de diciembre publica el acta de fundación de la institución, que un año después pasaría a llamarse Club Ciclista Lima.
Los asociados se comprometían a la difusión de este saludable ejercicio, la adquisición de nuevas bicicletas y a la construcción de un velódromo, que se hizo realidad en octubre de 1897.
Este recinto para carreras estuvo ubicado a espaldas del Parque de la Exposición y albergó numerosas competencias.
En los últimos años del siglo XIX el uso de esta nueva forma de transporte empezó a difundirse con rapidez. Así lo prueba el siguiente texto de El Comercio, publicado a pedido de una de las comisarías del centro de Lima.
“El desarrollo que viene adquiriendo en esta capital el ejercicio de la bicicleta, ha traído por consecuencia que gran número de “biciclistas” recorran a diversas horas del día y de la noche el jirón de la Unión, sin duda por la comodidad que ofrece su pavimento”.
La nota además revela que “el tráfico de esa arteria de la ciudad es mayor que en otros lugares”. Advierte, asimismo, que “deben prevenirse las colisiones que pudieran ocurrir fácilmente por lo angosto de la vía”. Antes de concluir recomienda “orientar a los inspectores que vigilen con el mayor esmero dicho jirón para evitar posibles accidentes”.
Entrado el siglo XX la difusión del uso de la bicicleta se incrementó de forma importante. El Comercio anunciaba la venta y alquiler de bicicletas de marca “American”, “Munger” y Cleveland”, entre otras.
El alquiler por hora era de 4 centavos en Lima. Cuando este invento se difundió en provincias llegó a lugares tan distantes como Zaña (Lambayeque), donde pasear en bicicleta costaba 50 centavos, a principios de los años 30.
La moda de la bicicleta menguó con el crecimiento del mercado automotor. Incluso, en 1919 se cerró el velódromo.
Cuando este vehículo ligero fue accesible a otros niveles socioeconómicos, su uso se diversificó. Desde la década de los 30 en adelante, acompañada de la migración, muchos peruanos de las zonas periféricas de la ciudad la utilizaron como medio de trabajo: carteros, jardineros, gasfiteros, etc.
Luego, la saturación del parque automotor lo convirtió en una alternativa de transporte, que se hizo evidente con la aparición de las primeras ciclovías. El empuje del mensaje ecológico y de protección del medio ambiente, en el presente siglo, le ha vuelto a dar ese papel protagónico a la bicicleta.
En épocas de pandemia, ha consolidado su importancia como medio de desplazamiento individual que facilita el distanciamiento social.
Existe una intención de varios alcaldes de propiciar la demarcación o construcción de nuevas ciclovías para el período pospandemia, que aunque no tiene fecha, en algún momento tendrá que acontecer.