Como en el caso de la fiebre amarilla, todo hace indicar que la peste bubónica también llegó por barco a las costas peruanas. Un ejemplo destacado ampliamente por El Comercio fue el brote de peste en el Callao. Allí se concentró la información pues en esos tiempos el muelle chalaco era el centro neurálgico del transporte de carga y personas del país. La aglomeración convertía a la zona en peligrosa en un contexto sanitario de emergencia.
Para junio de 1904, el Callao estaba rodeado por la Policía que patrullaba las calles del puerto, ya infectadas por la bubónica, una peste generada por la abundancia de roedores y un precario sistema de desagüe. Se aislaron calles y pasajes; y, como informó El Comercio, se abrieron zanjas en el contorno para colocar allí “planchas de calamina” y así evitar que los roedores escaparan del cerco. Aislar la enfermedad era la consigna del personal policial y sanitario.
Los reporteros de El Comercio confirmaron una mala práctica en el traslado de los vecinos de esa zona, ya que dejaban que estos llevaran consigo ropa y hasta colchones infectados. De esta forma, trasladaban la peste a otros lugares de Lima o Callao. El decano llamaba a la calma y al orden para no expandir la epidemia.
Un hombre cae de pronto al suelo, muerto. Esa imagen terrible que por estas semanas hemos visto en televisión o Internet en varios países debido a la furia del coronavirus, ya se veía en el Callao de 1904 por la peste bubónica. El Comercio informaba que las personas caían al piso, agonizantes, por la terrible enfermedad.
Había también “falsos positivos” de bubónica en diferentes barrios del Callao y Lima, detectados y descartados por la Beneficencia Pública y la Inspectoría de Higiene. La confusión venía porque algunos síntomas iniciales de la peste eran muy similares a los de una gripe fuerte: dolor de cabeza y garganta, así como fiebre alta. El nerviosismo, el miedo y la ignorancia se mezclaban en medio de la población limeña y chalaca.
El Comercio mantuvo informada a la población, destacando que se habían instalado casas de aislamiento en puntos de la ciudad y en los hospitales (conocidas como barracas). Las víctimas (llamados ‘pestosos’) presentaban ‘bubones’ (tumores) en partes del cuerpo como en las axilas. Muchos no acataban las medidas de salubridad pública, obligando a la intervención policial. Estas medidas, sin embargo, tardaron en llegar. Por eso la mortandad fue en aumento.