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Lucy Smith: el lamentable caso de feminicidio que nadie castigó a inicios de los años 50
Los boleros que cantaba Lucy Smith la convirtieron en la señorita estrella de la radio de esos años, a fines de la década de 1940. Quizás por eso su muerte, o asesinato como muchos indican, a los 23 años dolió a tantos y a tantas en el Perú. Los celos, la envidia, el machismo de su pareja acabó con esa brillante vida en una calle de San Isidro, en Lima.
Joven talentosa como pocas, Lucy Elena Smith Ariñez había nacido por azar en La Paz, Bolivia, en 1926. Desde los tres años de edad pasó a vivir en la ciudad de Lima. Su espíritu artístico fue precoz, pues sorprendió a los nueve años con una presentación en un programa infantil, que emitía Radio Internacional. En esa emisora, la gente llamaba por teléfono y preguntaba por ella. La empezaron a llamar Lucy Smith o “La Vocecita de Oro”. De esta forma, ella cantaba, interpretaba y animaba los escenarios desde niña, y ya joven la radio seguía adorándola. Su voz siempre seducía a los oyentes y sus sueños eran solo triunfar y vivir enamorada de la vida.
Lucy Smith interpretaba tangos, que era lo que estaba en boga en los años 30 e incluso en los años 40. Era la música con la que creció. Pero cuando se convirtió en la señorita estrella de la radio, el vals criollo, el criollismo estaba en su momento. Los Embajadores Criollos, Los Troveros Criollos e intérpretes como ‘El Carreta’ Jorge Pérezy los compositores Mario Cavagnaro y un jovencísimo Augusto Polo Campos, todos ellos hacían sus pinitos, y empezaban a ser escuchados y pedidos por el público oyente.
La muchacha que a todos les caía bien no dejó discos grabados. Pero eso no fue obstáculo para ser popular. Quizás por eso su muerte o asesinato (para ser más precisos), ocurrida cuando tenía apenas 23 años de edad, conmovió a todos, y hasta inspiró el conocido vals “Lucy Smith”, de Abelardo Carmona, y que hicieron muy popular Los Embajadores Criollos y Los Morochucos.
A ese talento por la música, Lucy sumaba su genio para los radioteatros; allí destacó y buscó la independencia con su empresa “Radioteatro Smith”. En esos afanes artísticos estaba cuando se le cruzó por la vida un tal Carlos Denny Espinoza Zapata.
Espinoza era un sujeto bien peinado y cortés, quien la cortejó tanto que terminó por convencerla de que era el amor de su vida. Al comienzo todo fue bien, pero luego, poco a poco, fue apareciendo el verdadero carácter de Espinoza. Posesivo, desconfiado, celoso sin motivo; Carlos Espinoza no dejaba a Lucy despegar en su carrera, desenvolverse en un ámbito como el artístico.
Pero Lucy Smith trataba de entenderlo, de ser paciente con sus inseguridades, con su innegable actitud machista. Por eso lo invitó a una fiesta de fin de año (fin de década, en realidad), realizada el 31 de diciembre de 1949, en el glamuroso Hotel Country Club, en San Isidro. Ella no imaginó en qué se convertiría aquel sujeto a quien le había dado su confianza, no estaba en sus cálculos. Espinoza actuó, engañó y luego ejerció una violencia brutal contra su pareja.
LA NOCHE FATAL DE LUCY
¿Qué le ocurrió a esta joven tras el festejo del nuevo año 1950? Salió esa noche de celebraciones y alegría no con un desconocido, sino con alguien en quien ella confiaba. Pero todo fue una tragedia. El entorno de amigos de Lucy Smith no tenía ninguna confianza en Carlos Espinoza. No lo conocían bien, pero llegaron a decir que parecía alguien interesado en la fama de la joven empresaria y artista.
En la fiesta del Country Club todo empezó aparentemente bien, entre risas y brindis. Pero, de pronto, el enamorado de Lucy, Carlos Espinoza se incomodó, se ofuscó y, luego, expresó sus celos por todos los que la rodeaban amistosamente. El hombre se ensombreció y ensombreció a su enamorada también. Entonces la sacó a la fuerza del lujoso hotel y la obligó a tomar un taxi.
A partir de allí, ya no hubo más testigos directos. La historia se reconstruyó con las versiones de Carlos Espinoza y del taxista Nicolás Rimachi. Según ellos, que parecían haberse puesto de acuerdo, la pareja había discutido, incluso forcejearon; indicaron que Lucy estaba fuera de sí y que pedía bajar del taxi.
Pero, lamentablemente, no esperó a que se detuviera el auto y abrió la puerta para lanzarse enloquecida. Esa era la versión de los involucrados. De los vivos. Todo ello habría ocurrido a la altura de la cuadra dos de la calle Marconi, en San Isidro.
Los medios de prensa estaban impactados. De la noche a la mañana había desaparecido una persona tan talentosa y querida. En los primeros momentos, Carlos Espinoza y NicolásRimachi difirieron en sus versiones. Uno decía que todo había sido un accidente (Rimachi), en tanto el otro incluso deslizó la idea de un suicidio (Espinoza).
Pero por la cabeza de todos rondaba la idea de un homicidio. La investigación policial así lo indicaba. Espinoza había acabado con ella, con el silencio cómplice del conductor. Reporteros de Policiales curtidos y de experiencia tenían también esa clara idea en la mente, pero pocos se atrevieron a ponerla por escrito.
Según los involucrados, “nada se pudo hacer”. La caída fue fatal. Ni en la clínica Italiana ni en el Hospital Arzobispo Loayza, tampoco en la Maison de Santé pudieron salvarla. Una suma de miedo, abuso o negligencia de sus acompañantes terminó por agravar la situación crítica de Lucy Smith. Su autopsia indicaba lo obvio: murió de un traumatismo encefalocraneado, a raíz de una caída violenta. Dejó de existir en la Maison de Santé de Lima, en el atardecer del 1 de enero de 1950.
Carlos Espinoza y Nicolás Rimachi fueron detenidos, en un primer momento, en la Comisaría de Orrantia del Mar, y luego en una carceleta fiscal por solo cuatro días. El luto en los medios y en el público fue total. En tanto, el proceso de dos años y medio fue lento y corrupto, manchado por irregularidades desde el parte policial, la reconstrucción del crimen, hasta en la misma investigación judicial. La justicia peruana jugó con la muerte de Lucy Smith.
EL JUICIO ORAL Y LA SENTENCIA CONTRA LOS RESPONSABLES
La fiscalía, en base al informe policial acusatorio y a sus propias pesquisas, acusó a Carlos Denny Espinoza Zapata y a Nicolás Rimachi Morales; pero especialmente se centró en Espinoza, en quien recayó la culpa de haberle propinado golpes y, en consecuencia, haber provocado su caída fuera del taxi. El 18 de julio de 1952 comenzó la parte final del juicio oral con los acusados como protagonistas.
Una semana después, el 25 de julio de 1952, rodeados de mucho público, pues era un juicio abierto, se sabría lo que la justicia determinó. La acusación fiscal era el de homicidio de Lucy Elena Smith Ariñez. Pero prevaleció en los jueces la idea de un accidente. Y así, increíblemente, a las 5 y 45 de la tarde de aquel día, el Primer Tribunal Correccional absolvió a los acusados.
“En vista de no haber hallado responsabilidad en la acusación que contra ellos pesaba” (EC, 25/7/52). La sentencia fue aprobada sin observaciones. De esta forma, “se ordenó el archivamiento definitivo del expediente, con aviso al Juez de la causa”. Los acusados aceptaron el veredicto dictado en su provecho; y el propio fiscal indicó que no interpondría recurso de nulidad. Historia cerrada. Y la muerte de una mujer sin culpables.
No obstante, el que sí interpuso un recurso de nulidad fue el abogado de la familia Smith, y lo hizo ante la Corte Suprema de Justicia. Pero nada cambió la sentencia inicial. Los dos involucrados nunca declararon a los medios de prensa. Luego desaparecieron en el mutismo completo, y con seguridad con las conciencias repletas de culpa.
Hoy, el caso sería visto como un evidente feminicidio, sin duda, y habría más presión social para que se hiciera justicia. Lucy Smith no fue la primera ni la última mujer en morir a manos de su pareja.
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