La condición de hawaiano de Hiram Bingham –había nacido en Honolulu, el 19 de noviembre de 1875– así como su fama de viajar con su inseparable rifle Winchester y una pistola Colt en la cintura, lo convirtieron en un personaje de leyenda. Era el hijo único de un misionero protestante, quien le enseñó cómo vivir con un carácter ascético, el cual lo ayudó a ser austero y firme ante sí mismo. Pero lo suyo no era refugiarse en los textos bíblicos, sino salir al mundo y conquistar un lugar en él.
La fama mundial le llegó en el Perú, al convertirse en el descubridor de la ciudadela de Machu Picchu, en el Valle Sagrado del Cusco. Aunque podría precisarse este punto diciendo que fue él quien dio a conocer al mundo la existencia de esta antigua ciudad inca.
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La leyenda o la historia cuentan que el joven Bingham halló Machu Picchu cuando buscaba el llamado “último reducto de Vilcabamba la Vieja”. Se le consideró más un aventurero que un hombre de ciencias; pero lo cierto fue que trascendió en la historia peruana y universal por ese gran hallazgo arqueológico.
Bingham viajó con el auspicio de la National Geographic Society al Cusco, en 1911; también lo apoyó la Universidad de Yale. Atravesó esos linderos andinos a lomo de mula, por el lado izquierdo del Vilcanota. De esta forma, observó un parte de la ciudadela inca el 24 de julio de 1911, día que se considera como el del descubrimiento. No estaba solo. Lo acompañaban un numeroso grupo de cargadores y guías.
Llegó a un acuerdo con el fotógrafo cusqueño Martín Chambi para que este fotografíe algunas zonas de la “Ciudad perdida de los Incas”. Bingham hizo numerosos viajes a la ciudadela para que Chambi pudiera tomar cientos de fotografías, con las que el explorador norteamericano graficó e ilustró sus informes a la revista de la Sociedad Nacional Geográfica de su país.
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En los años siguientes, el norteamericano encabezó otras expediciones a la zona, entre 1912 y 1915. Profundizó su conocimiento de ese espacio arqueológico y de otras zonas poco conocidas del Cusco. Así, El Comercio del 6 de marzo de 1915 informó que el explorador “desea hacer excavaciones en diversos lugares del Cusco y tener su cuartel general en Ollantaytambo, donde iniciaría el estudio de las piezas encontradas. Es su deseo también que a ese punto concurran estudiantes interesados en la arqueología. La expedición de este año espera ser tan exitosa como la de campañas anteriores”.
Hiram Bingham había seguido la carrera de Ciencias Políticas; y luego llegó a ser Gobernador y Senador en 1924 por el Estado de Connecticut. En esa faceta, impulsó las primeras leyes para la práctica de la aviación en su país. Fue miembro del Congreso estadounidense hasta 1933.
Bingham se había casado en 1900 con una mujer de clase económica acomodada, Alfreda Mitchell (1874-1967), vinculada con la familia Tiffany. Tuvo siete hijos con ella. Luego se divorció en 1937, y se casó ese mismo año con Suzanne Carroll Hill Clarke (1916-2013).
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En 1948, Bingham regresó al Perú, al Cusco. Lo hizo al lado de su segunda esposa Suzanne Carroll, invitado por el Gobierno Peruano de Manuel A. Odría, a instancias de su amigo y ex rector de la Universidad Nacional San Antonio de Abab del Cusco, el doctor Alberto Giesecke.
La idea entonces era que asistiera a la inauguración de una nueva carretera hacia Machu Picchu, la que llevaría su nombre. Esa vez, el explorador norteamericano llegó nuevamente a la ciudadela inca. Fue un reencuentro con su pasado.
El doctor Giesecke comentó a El Comercio que los cusqueños que lo conocieron en 1911 lo llamaban “El hombre de seis piernas”. ¿Cuál era el motivo? Giesecke aclaró que era porque “los dos metros de altura de Bingham, montado sobre una burra pequeñita, le hacían llegar sus piernas casi hasta el suelo, agregando su propia movilidad a la que le proporcionaba el escaso animal”.
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Giesecke, compatriota de Bingham, consideraba a este como “un explorador de una gran fuerza de voluntad”. Señalaba que no solo había conseguido buenos hallazgos en sus visitas a las antiguas ciudades incas, sino que él fue el primero en subir al monte Coropuna (6.445 msnm) en Arequipa, el tercer nevado más alto luego del Huascarán (6.768 msnm) y el Yerupajá (6.634 msnm).
El hombre de Machu Picchu falleció en Washington D.C., Estados Unidos, el 6 de junio de 1956. Hace 65 años, exactamente, cuando tenía 80 años de edad. Al Perú, la noticia llegó 10 días antes de las elecciones presidenciales que ganaría al expresidente Manuel Prado Ugarteche. El general Manuel A. Odría estaba de salida, con pocas ganas de rendir homenaje a un antiguo descubridor norteamericano.
Apenas se supo la penosa noticia, el embajador peruano Fernando Berckemeyer viajó a Washington para asistir a los funerales del explorador, a quien reconoció como “un amigo del Perú”. Hiram Bingham había sido profesor en la Universidad de Yale, pero antes lo había sido en Princeton y Harvard, además de autor de una docena de libros relacionados con la política, la geografía y la historia en Sudamérica.
Pasó a la historia como el descubridor de Machu Picchu, aunque otros hombres de la zona ya conocían la existencia de la hoy famosa ciudad inca. Uno de ellos fue el agricultor peruano Agustín Lizárraga, quien en los primeros años del siglo XX había dejado constancia de ese espacio urbano de los incas.
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