/ NoticiasInformación basada en hechos y verificada de primera mano por el reportero, o reportada y verificada por fuentes expertas.
| Crónica
Ese miércoles 9 de marzo de 1966, Margarita tenía aun 25 años (nació el 16 de abril de 1940) y un reinado por delante, que asumiría tras la muerte de su padre, el rey Federico IX de Dinamarca. Él la había convertido en 1953 en su “heredera legal”, luego de una enmienda constitucional que permitió a las mujeres heredar el trono. Margrethe, o Margarita, de la Casa Real de Glücksburg, era entonces una hermosa e inteligente princesa, la hija mayor del monarca danés.
A las 2 y 20 de la tarde de ese día, la princesa Margarita de Dinamarca -alta, rubia, de ojos azules y sonriente, describió el cronista de El Comercio- paseó por el nuevo aeropuerto internacional Jorge Chávez con un ramo de rosas en el brazo izquierdo, mientas con el derecho saludaba a todos los miembros de la comunidad danesa, grandes y chicos, que le daban la bienvenida al Perú.
LEE TAMBIÉN: Felipe de Edimburgo y el día que llegó, paseó e hizo suspirar a todo el Perú: ¿qué hizo en su visita al país hace 59 años?
Margarita parecía la princesa perfecta: traje sastre verde claro de lanilla, guantes blancos, zapatos de gamuza color beige y un turbante de seda azul con blanco floreado en su cabeza. Un detalle clave de su gusto: la futura reina portaba unos aretes redondos con tres zafiros azules cada uno; collar de perlas y en su brazo derecho brillaba un brazalete de oro.
La princesa danesa venía de Quito, Ecuador, en el Boeing 707 que era conocido como el “Chateau de Versailles”. Los funcionarios de la embajada danesa en el Perú y el secretario general del Ministerio de RR.EE., Alberto Wagner de Reyna habían cumplido con el protocolo de subir al avión para invitarla a bajar a tierra. La recibió allí la hermana del presidente Fernando Belaunde, Lucila Belaunde de Cruchaga, quien cumplía en el primer gobierno del arquitecto las funciones de “Primera Dama de la Nación”. Con ella, la princesa Margarita conversó en un diáfano francés.
El despliegue de la seguridad danesa y de la PIP y la Guardia Civil fue meticuloso y estricto. Pero lo que llamó poderosamente la atención fue el número de maletas de la comitiva real. Sin duda, correspondían a una gira extensa, pero igual impresionó: 48 maletas de todos los tamaños y colores. El peso: una tonelada y media. En ellas estaban incluidas numerosas cámaras fotográficas y de filmación. Cada detalle de su visita sería grabado para la historia.
LEE TAMBIÉN: Cuando la Duquesa de Kent y su hija visitaron Lima, pero vieron frustrado su viaje al Cusco
Margarita era, además, una princesa adecuadamente preparada, pues en los últimos cinco años había estudiado Arqueología Prehistórica y Ciencias Políticas en universidades de Inglaterra; asimismo, era una políglota que se comunicaba con fluidez en danés, francés, inglés, sueco y alemán.
Mientras el medio centenar de maletas eran depositadas por tres funcionarios daneses y uno peruano en un transporte especial, la princesa nórdica subía a un auto Cadillac negro, que era escoltado por dos motociclistas de tránsito. De las nuevas instalaciones del terminal aéreo chalaco fue directo al Hotel Country Club, en San Isidro. Allí le esperaba la “suite presidencial”, que ya tenía historia porque años antes había recibido al príncipe Bernardo de Holanda (1911-2004) y al Duque de Edimburgo, Felipe, el esposo de la reina Isabel de Inglaterra (1921-2021).
El jueves 10 de marzo de 1966, en su segundo día en Lima, Margarita tenía en sus planes visitar museos, ir a un club en la playa, y luego, por la noche, asistir a la cenar en Palacio de Gobierno, pues el presidente Belaunde la había invitado para departir esa noche.
MÁS INFORMACIÓN: Día Nacional de Francia: cuando André Malraux, el escritor que peleó en la Guerra Civil española, llegó a Lima
Pensaba ir al Museo de Arte de Lima, para apreciar la colección de arte virreinal que allí se exhibía, pero una tardanza en el programa la hizo desistir. Fue, eso sí, a las 10 y 30 de la mañana, al Museo de Antropología, Arqueología e Historia de Pueblo Libre. Su interés personal y formación académica la llevó a privilegiar esa parte de nuestro pasado. Sabía que allí encontraría muchas respuestas sobre la cultura peruana.
Pasado el mediodía, la princesa y su séquito emprendió el regresó al Country, su centro de operaciones en Lima, para luego de una hora, a eso de la 1 y 30 de la tarde volver a salir con rumbo al Club Waikiki, en Miraflores. Antes de almorzar, fue testigo de una competencia de tabla hawaiana y entregó el premio al ganador Rafael Navarro Grau. Después, almorzó placenteramente en medio de un grupo de invitados, entre ellos el embajador Hoelgaard y su familia.
Nadie esperaba que la princesa se lanzara a la piscina del club, pero lo hizo. Se animó por el calor reinante y porque era una mujer espontánea y decidida. De pronto, dejó la mesa del comedor y reapareció con un traje de baño de una sola pieza de color celeste, y un gorro añil en la cabeza. Nadó, se relajó y luego tomó el sol.
LEE TAMBIÉN: Toynbee de visita en el Perú: el día que el historiador más importante del siglo XX reivindicó a la cultura andina
Pero Margarita de Dinamarca era muy disciplinada, y se interesaba mucho por la arqueología, la historia y la antropología, por eso no podía terminar el día sin ir a visitar el Museo de la Cultura Peruana, en la avenida Alfonso Ugarte, en el Centro de Lima. Estuvo muy atenta allí a las muestras de cerámica puneña, ayacuchana y de la zona selvática del país.
Con la imaginación enriquecida por lo visto en el museo, la princesa danesa no se resistió a comprar en un local del jirón Camaná, en el mismo centro de la ciudad, dos toros de Pucará; un poncho cuzqueño tejido a mano, de color rojo, así como un tapete tejido para adornar muebles. Por la noche, la joven noble danesa cerró la jornada asistiendo a la cena de gala en Palacio de Gobierno. Allí la esperaban el presidente Belaunde, sus ministros, diplomáticos y empresarios del país.
Para el viernes 11 de marzo de 1966, la jornada de Margarita fue tan intensa como la del día anterior. Visitó por dos horas el Museo Rafael Larco Herrera, en Pueblo Libre. La princesa llegó allí a las 10 y 40 de la mañana. Fue recibida por la señora Isolina de Larco, Augusto Álvarez Calderón y su esposa Isabel Larco. Y ya en el interior del museo, fue guiada por el propio Rafael Larco Hoyle, una de las personas más autorizadas para hablar de arqueología peruana y capaz de ilustrar a Margarita de Dinamarca en el tema.
MIRA TAMBIÉN: Millonario en Lima: ¿qué hizo el marajá de Kapurthala en pleno ‘oncenio’ de Leguía?
Ella disfrutó de la visita a ese fantástico museo y le dio la importancia de alguien que sabía muy bien del valor histórico de todo lo que se exponía allí. Margarita preguntó cada detalle de las piezas que observaba, la mayoría de cerámica prehispánica, pertenecientes a las culturas Mochica, Nazca y Chimú.
La visita a los 16 salones del museo fue muy exclusiva; los anfitriones pidieron a los periodistas esperar la salida de Margarita de Dinamarca y no entrar con ella, para que la princesa pudiera observar con calma y reflexivamente la muestra permanente. Como regalo, recibió del museo una réplica exacta de un prendedor de oro mochica.
Tras esa incursión museística, la heredera al trono danés cambió sus planes. Reemplazó un almuerzo en el Club de Golf “Los Incas”, con 132 invitados, por una incursión refrescante en el Club Waikiki. Para lograr eso, tuvo que eludir a los periodistas que la esperaban en la puerta Hotel Country Club. Lo hizo retirándose por la puerta posterior, escapándose de asedio periodístico por unos minutos.
MÁS INFORMACIÓN: Joan Fontaine: la diva de Hollywood que visitó el Perú y se llevó a una niña cusqueña
Llegó al Waikiki a las 1 y 20 de la tarde para almorzar. Margarita dejó el protocolo esa tarde del viernes 11 de marzo. No solo almorzó, sino que tomó un cóctel, fumó y conversó con varias personas. A eso de las 3 y 20 de la tarde, se retiró al interior del club y regresó con un traje de baño para cumplir un deseo: practicar tabla hawaiana. Para ello, la esperaba el gran Carlos Dogny Larco, el campeón peruano de tabla. Margarita corrió hasta cuatro olas en el mar de la Costa Verde limeña. La acompañaba, en otra tabla, la condesa Wava Kitty Armfelt (1924-2008).
Una vez en la tabla con Dogny, pudo ver de nuevo a los reporteros ubicados en la orilla del mar, tratando de tomarle una foto. Pocos minutos después, Margarita salió de esas olas y lo hizo algo ofuscada: ella deseaba quedarse más tiempo retozando en el mar. Pero era una princesa y futura reina. No podía darse esos lujos de la cotidianidad.
Por la noche, cumplió sus deberes de noble real y participó en una protocolar recepción en la sede de la embajada de su país en Lima. Al día siguiente, el sábado 12 de marzo de 1966, voló hacia el Cusco, para conocer la Ciudad Imperial, Sacsayhuamán y especialmente la ciudadela de Machu Picchu, donde quedó extasiada. Regresó a la capital el martes 15 de marzo de 1966, para partir de nuevo y seguir su gira por el mundo.
LEE TAMBIÉN: Episodio 1: cuando el futuro rey de Inglaterra y su hermano Jorge conocieron Piura en 1931
En una última conferencia de prensa en Lima, la princesa Margarita dijo con alguna gracia que se mantendría soltera, pues no aparecía aún su “príncipe azul”. Al parecer, esa aparición fue muy inesperada e intensa, ya que al año siguiente, en 1967, se casó con Enrique de Laborde de Monpezat. Y tendría, al poco tiempo, su primer hijo: Federico de Dinamarca (nacido en 1968 y futuro rey); y luego vendría, casi de inmediato, Joaquín de Dinamarca (1969).
Margarita dejó de ser princesa el 14 de enero de 1972, cuando asumió el reinado de la comunidad danesa (Dinamarca, Groenlandia e islas Feroe) como Margarita II de Dinamarca, y mantiene el real cargo hasta el día de hoy.
En nuestra tienda virtual contamos con una selección de las mejores ilustraciones, fotos y páginas históricas de El Comercio que podrán solicitar fácilmente a través de un simple formulario ubicado en la siguiente dirección: https://www.tiendaelcomercio.com/.
Contenido GEC