Dice la leyenda que Mauro Mina trabajó de adolescente en un camal, que allí comió mucha carne y tomó sangre de toro; así habría obtenido su fuerza arrolladora en el ring. No sabemos qué tan cierto es ese relato, pero que “El Bombardero de Chincha” obtuvo su primero título latinoamericano en una antigua plaza de toros es un hecho incuestionable.
En 1920, en el club Ciclistas Lima, ubicado entre la avenida 28 de Julio y el Parque de la Exposición, se realizaban veladas boxísticas con noqueadores panameños o cubanos, e incluso norteamericanos, quienes eran la atracción de esos choques de guantes. Se organizaban también peleas en escenarios de madera levantados ex profeso como el “Lima Boxing Ring” y “Ring Aire Libre”, este último levantado en la primera cuadra de la avenida Grau, entonces un espacio hacia las afueras de la ciudad, cerca del Panóptico de Lima.
Los grandes peleadores antes de Mina
El Perú de esa primera mitad del siglo XX contaba con una gran afición y buenos boxeadores. En los año 20 y 30 destacaron los ídolos nacionales Rosendo Huerta, Felipe Trillo, el ‘Burro’ Icochea y Alex Relly, un campeón nacional peso pesado, quien terminó, como muchos de estos grandes peleadores, en medio de la pobreza y el olvido.
En esa misma senda, y llegado directo desde Chincha, destacó notablemente José ‘Bom Bom’ Coronado, campeón amateur latinoamericano en Lima en 1938. Sin duda, fue el ejemplo de un paisano que el niño Mauro Mina, de cinco años, escuchaba pelear por radio desde su tierra natal.
Coronado llegó a pelear profesionalmente en Argentina, pero fueron sus últimos combates. Enfermó gravemente de cirrosis, debido a una vida indisciplinada y bohemia, y murió en el hospital Dos de Mayo, a los 31 años.
De Chincha a Lima
Es muy probable que ‘Bom Bom’ Coronado, ya en su lecho de enfermo, haya sabido de su jovencísimo paisano Mauro Mina, especialmente cuando los periódicos dieron la noticia de su triunfo en el “XXIV Campeonato Latinoamericano de Boxeo Amateur”, adjudicándose como invicto el campeonato en el peso mediano. Catorce años antes, en 1938, él también había subido al mismo podio. Era febrero de 1952. Coronado fallecería tres meses después, el 7 de mayo de ese año.
A ese campeonato de boxeo en Lima, el joven Mina había llegado con varias peleas en su haber, pese a su juventud. Practicante del boxeo desde los 12 años, a los 15 ya había combatido en la Liga de Boxeo de Chincha, enfrentando a gente mayor que él. Al año siguiente vino a Lima. Entre los 16 y 18 años, el chinchano dio duros golpes a cuanto rival se le cruzaba por el ring. Hizo incluso, en 1951, poco antes de cumplir 18 años, una breve gira por Chile, donde recibió elogios tras lograr mantenerse invicto. Y así hizo frente al primer campeonato latinoamericano de su vida. El escenario fue la Plaza de Acho, en el Rímac.
La plaza limeña tenía fama de haber sido no solo el espacio taurino tradicional desde tiempos coloniales sino también el lugar de muchos acontecimientos de la ciudad. Desde su arena se elevó el primer globo aerostático de Lima en 1840 y luego fue lugar de grandes mítines políticos, como el del civilista Manuel Pardo en 1871 o ya en el siglo XX, en 1931, el mitin del político aprista Víctor Raúl Haya de la Torre. Acho se abrió a muchas actividades del entretenimiento y del deporte también, dando cabida a los campeonatos amateur de boxeo antes y después de su restauración en 1944.
Mina gritó por primera vez: “¡Soy campeón latinoamericano!”
Fue en este sencillo, pero significativo campeonato en Lima que Mina empezó su historia de títulos que lo llevaron a pelear, diez años después, en el Madison Square Garden de Nueva York. Antes de ello, Lima lo vio pelear varias veces en la Plaza de Acho, y también en escenarios como la carpa Tropicana en la Plaza Dos de Mayo y en la histórica Tribuna Norte del Estadio Nacional.
El primer campeonato internacional para el joven Mina comenzó en los primeros días de febrero de 1952. Fueron distintas fechas en el coloso de Acho; un verano de boxeo, lejos de corridas de toros, pero con la misma fiereza del choque de dos fuerzas antagónicas. Eran ocho peleadores peruanos los que destacaban en las distintas categorías, en las que se enfrentaron a otros jóvenes púgiles de Chile, Argentina, Uruguay y Brasil.
En la primera fecha, los peruanos ganaron en tres ocasiones; y en la segunda, lo hicieron cuatro veces en el “XXIV Campeonato Latinoamericano de Boxeo Amateur”. Perú lideró desde esa fecha el torneo, seguido de Argentina en el podio de honor. Se trataba de duras batallas cuerpo a cuerpo, donde se imponía la técnica, el estilo y la fuerza, en una equilibrada proporción.
Al peso mediano Mauro Mina, la joven promesa del boxeo nacional, lo acompañaban en esta campaña de equipo, el mosca Santiago Luchini, el gallo Germán Effio, el pluma Luis Corrales, el liviano Lolo Espinoza, el welter Perico García, el medio pesado Fridolino Vilca y el pesado Esmeraldo Campos.
La Plaza de Acho hervía de gente. La afición boxística se mantenía firme en Lima, pese a los avances populares del fútbol profesional. El boxeo reinaba aún porque había figuras. No estaba solo Mina, destacaban también el gallo Effio y el welter García. Y era así porque Mina y esos jóvenes amateurs venían de varias peleas en el duro cuadrilátero de esos años.
“El Expreso de Chincha”, como le decían también, medía un 1.80 m. y pesaba 74.6 kilos (en su mejor momento bordearía los 80 kilos), y fue en ese campeonato de los últimos en pelear fecha a fecha. Era esperado cada noche y cada vez era más aplaudido. Una de las más difíciles peleas de esas jornadas fue cuando enfrentó al brasileño Nelson Pablo de Andrade.
El visitante pesaba 73.3 kilos y era muy rápido en el ring. Con buen juego de piernas evitaba el dolor de los golpes de Mina. Hasta que a la mitad de la pelea, el fuerte chinchano lo echó a la lona de un uppercut (mortal gancho) al mentón. El réferi José Salardi, quien había visto pelear a Mina en su primer choque de amateur ante un tal Custodio, le contó al brasileño los 10 segundos de protección. Desde ese momento, el oponente cayó en el desconcierto que fue muy bien aprovechado por Mina. Otro descuido más y sería el definitivo para De Andrade.
Elogio temprano de la prensa nacional
El reportero de El Comercio, reconociendo las virtudes y capacidades del compatriota, comentó: “Indudablemente que Mina es un muchacho que puede dar mejor actuación si continúa usando su técnica y sus conocimientos para dominar al rival”. Esas jornadas de Acho, que organizó la Federación Peruana de Boxeo, concluyeron el viernes 22 de febrero de 1952, luego de dos semanas de duros combates.
El resultado final fueron ocho títulos y un subtítulo para el Perú. Ocho campeones (mencionados líneas arriba) y un subcampeón en welter, Ángel Sánchez; y, por lo tanto, la coronación del Perú como campeón latinoamericano de boxeo amateur. Perú tenía entonces los puños más prometedores del continente. Argentina, con tres vencedores, fue el merecido subcampeón. Chile ocupó el tercer puesto, Brasil el cuarto y el quinto el equipo de Uruguay.
Frente a lo que haría después el gran “Bombardero de Chincha”, es conmovedor leer las palabras del esperanzado reportero de esos días: “Cada una de las jornadas que se han librado han servido para que los amateurs vayan adquiriendo más confianza en el ring”.
Luego precisó: “Se ha podido, igualmente, conocer a los mejores boxeadores de cada una de las categorías”. Y por supuesto que eran los mejores, y uno de ellos llegaría al nivel de ídolo de la afición peruana. Mauro Mina terminó ese campeonato de 1952, su primera corona internacional, en condición de invicto.
Desde entonces su ascenso fue inevitable y peleó en distintos escenarios de Latinoamérica y Estados Unidos, llegando a ser campeón sudamericano, latinoamericano y ranqueado mundial desde inicios de los años 60, donde fue uno de los 10 mejores boxeadores del mundo. Su récord profesional fue extraordinario: 58 peleas, de las cuales 52 ganó (25 KO), 3 perdió y 3 empató.
Ya en el retiro, a propósito de la llegada del hombre a la Luna, en julio de 1969, en una entrevista con El Comercio Gráfico, Mina se interrogó: “¿No les parece que algún día se concertará una pelea de box en la Luna?”. El sano humor y el ingenio nunca lo abandonaron. Falleció el 1 de junio de 1993. Tenía apenas 59 años de edad.