/ NoticiasInformación basada en hechos y verificada de primera mano por el reportero, o reportada y verificada por fuentes expertas.
| Informativo
El devastador incendio de 1964: El día que el Mercado Central de Lima desapareció en el fuego | Imágenes inéditas
El pavoroso siniestro ocurrió el 29 de febrero de 1964. Es decir, hace exactamente 60 años. No quedó casi nada en pie de ese viejo Mercado Central de Lima, y lo que quedó fue tan endeble que el alcalde Luis Bedoya Reyes ordenó demolerlo. Luego se construyó uno nuevo, que es el que hoy podemos ver en el centro de Lima.
El 29 de febrero de 1964, un devastador incendio arrasó con el antiguo Mercado Central de Lima. La “Plaza Grande”, como le decían entonces, era un emblema de la capital, y en sus casi seis décadas de vida nunca había soportado un siniestro de esas proporciones. La tragedia se desencadenó tras la explosión de una cocina a querosene en un bazar del mercado. No hubo fallecidos, pero sí nueve personas heridas con graves quemaduras, tres de ellas bomberos. Así, el “mercado más grande de Lima” quedó totalmente destruido hace 60 años.
El mismo día del incendio, los bomberos tenían ya la información de la causa del siniestro: la explosión de una cocina a querosene en un local del interior del mercado: el bazar Oshiro, donde, según indicaba el diario decano, una empleada estaba preparando el desayuno “para el personal de dicho establecimiento”. (EC, 01/03/1964)
El lamentable hecho ocurrió a las 9 y 45 de la mañana, cuando Aleja Murinaka preparaba el desayuno para los empleados del bazar “Oshiro”, que estaba ubicado en el jirón Ayacucho Nº 273. “Esta tienda es de propiedad de Yuko Oshiro Miyoshiro. De pronto, explosionó la cocina de kerosene, y las llamas prendieron rápidamente en las paredes y techos engrasados”, indicaba El Comercio. (EC, 01/03/1964)
A la explosión inicial, siguió una lengua de fuego que se extendió rápidamente a otros bazares contiguos. Quince minutos después, a las 10 de la mañana, ya los comerciantes escapaban con lo poco que llegaron a salvar. Fueron dos horas, hasta el mediodía, en que recién los bomberos lograron controlar las rebeldes llamas, que acabaron con el inmueble de quincha y barro: el antiguo Mercado Central de Lima estaba prácticamente perdido.
Las llamas que se iniciaron en la calle Paz Soldán, se propagaron rápidamente por el lado izquierdo, hacia la calle Capón primero y hasta Albahaquitas después. El fuego fue altamente destructivo: consumió 15 viviendas exteriores y centenares de puestos interiores (se habló de 900 puestos). Hubo unos 80 millones de soles en pérdidas. (EC, 01/03/1964)
MERCADO CENTRAL EN LLAMAS: EL TRABAJO DE LOS BOMBEROS FUE TITÁNICO E INCOMPRENDIDO
Los primeros en acudir a la zona de emergencia fueron los miembros de la Policía Militar. Eran las 10 y 10 de la mañana, y la zona empezaba a ser un desastre. Cinco minutos después, a las 10 y 15, llegaron las diversas compañías debomberos, casi junto con losagentes de la Guardia Civil. En minutos, se pusieron a trabajar las motobombas con sus camiones cisternas. Más tarde, llegaron los camiones-tanques municipales.
Conforme el fuego avanzaba dentro del recinto, colisionaba con depósitos inflamables o material combustible que estallaban; eran como pequeñas detonaciones que alarmaban cada vez más a los comerciantes. Por eso, los testigos pudieron ver a estos con mucho afán por llevarse lejos esos grandes cilindros con combustible y otros materiales inflamables, en tanto que, a su alrededor, caíanal suelo pequeños muros de cemento, debido a las altas temperaturas que habían soportado. (EC, 01/03/1964)
Poco a poco, el aspecto físico del inmueble fue desapareciendo. Parte de la fachada y los interiores dejaron ver su esquelética figura. Humo espeso, agua negra empozada, y un barro espeso que era como un “paté” carbonizado de restos de aves, carne de res y comestibles (frutas y verduras), cubrieron todo el ambiente del mercado que estaba sumamente saturado.
En esos primeros minutos de desconcierto, sin resguardo policial aún, actuaron con saña los “buitres humanos”, los cuales fingían ayudar a los cientos de comerciantes que buscaban salvar sus mercaderías, pero lo que hacían era robarles. “Muchos de ellos fueron descubiertos en momentos que se llevaban cajas de zapatos, balanzas, fardos de telas y otros artículos de fácil transporte. Uno de los pillos fue sorprendido cuando trataba de huir por la calle Santo Tomás, con una pieza de res en los hombros”, describía el decano. (EC, 01/03/1964)
El cronista de El Comercio contaba: “AI propietario de la joyería ‘Espinar’, Heraldo Espinar, un grupo de rateros lo rodeó en su local de la calle Capón, sustrayéndole alhajas y chafalonía. Tuvo que defenderse a golpes”. (EC, 01/03/1964)
Los bomberos debieron luchar contra muchas cosas: contra el fuego,en el primero y segundo pisos (el segundo piso estaba repleto de madera y otros materiales inflamables); contra la falta de agua (perdieron tiempo buscando grifos distantes); contra los curiosos que se metían irresponsablemente a la zona de riesgo;y contra el tiempo, porque las llamas avanzaban cada segundo que pasaba. Y también debieron enfrentarse a la falta de equipos especializados para afrontar un megaincendio como el que presenciaron esa mañana de fines de febrero de 1964.
El Comandante de los Bomberos, Alfonso del Castillo, aprovechó que entre las autoridades estaba en el lugar el ministro del Gobierno, el doctor Juan Languasco, y le explicó a estela necesidad de contar con “escalas telescópicas de más de 50 metros”. Porque la mejor forma de combatir el fuego era hacerlo desde una mayor altura, con una caída de agua fuerte. En el evento, tres bomberos fueron auxiliados por caídas, intoxicación excesiva y quemaduras. (EC, 01/03/1964)
Los “hombres de rojo” trabajaron arduamente hasta las diez de la noche, siempre alertas para que el fuego no se reavivara. E incluso, durante la madrugada, hicieron guardia, junto con agentes de la Guardia Civil y Guardia Republicana, de la Policía Militar y hasta personal de las Fuerzas Armadas (FF.AA.), que protegieron el local de los vándalos y todo tipo de saqueadores. La Comisaría de San Andrés estaba repleta de detenidos.
Fue tal la cantidad de agua que se usó en el control del fuego, que se produjeron verdaderos riachuelos en las calles y avenidas cercanas, como la avenida Abancay y los jirones Puno, Carabaya y Azángaro; llegando hasta distantes vías como las avenidasTacna, Grau y Paseo de la República. Fueron prácticamente aniegos los que formaron en esas zonas de viviendas y comercios, en el centro de Lima.
MERCADO CENTRAL: EL ALCALDE DE LIMA Y EL PRESIDENTE DEL PERÚ HICIERON SENTIR SU PRESENCIA
El alcalde de Lima de esos años, Luis Bedoya Reyes, actuó de manera expeditiva, y no le tembló la mano para tomar decisiones. En la misma jornada del siniestro, ordenó que, por esos días, “los comerciantes minoristas instalen sus puestos en las calles Paz Soldán, Albahaquitas y Hoyos, para facilitar la venta de los productos alimenticios y evitar la especulación”, decía la nota de portada del diario decano. (EC, 01/03/1964)
Los comerciantes damnificados quedaron ubicados -transitoriamente- a lo largo de tres cuadras del jirón Pasco, las comprendidas entre los jirones Junín y Miró Quesada (calles Santo Tomás, Albahaquitas y Billinghurst). El espacio que tuvieron para levantar sus puestos fue de tres metros de frente por 1.25 metros de fondo.
La idea del municipio limeño era que unos 500 comerciantes se vieran beneficiados, pero especialmente los vendedores de “carne y pescado, y luego ya a los de frutas y verduras”. La medida buscaba, sin duda, evitar la especulación de esos productos en la capital. (EC, 01/03/1964)
Luis Bedoya estuvo muy activo ese mismo día del incendio, al punto que mientras los bomberos batallaban contra las llamas, él, trepado sobre un cajón de frutas, indicaba a los comerciantes que serían reubicados en otros mercados de la ciudad, hasta que uno nuevo se volviera a poner a su disposición.
Pero no fue el único que asumió su rol como autoridad política. En sintonía con el discurso del alcalde Bedoya, el presidente de la Republica, Fernando Belaunde Terry, llegó al lugar del incendio a las 6 de la tarde, y dispuso medidas para remediar la situación de emergencia. Una de las acciones importantes que tomó causó impacto entre los limeños, pues ese mismo día firmó un decreto supremo.
En dicho documento, el Gobierno ordenaba “la inmediata construcción -en el mismo sitio- de un nuevo Mercado. Y que se fijará un plazo para su construcción, cuya duración no excederá de los 8 meses”. (EC, 01/03/1964). La verdad es que la construcción del nuevo mercado de la ciudad excedió esos “8 meses”; demoró algo más de tres años, pero la intención presidencial se agradecía.
Pero no solo hizo eso. El presidente Belaunde autorizó una moratoria de 60 días para el pago de sus impuestos a los damnificados; e indicó a la antigua “Caja de Depósitos y Consignaciones” (hoy, Banco de la Nación) otorgar un préstamo por “25 millones de soles en favor de la Municipalidad de Lima”. Era la primera suma que ayudaría a cubrir los gastos de construcción del nuevo local del Mercado Central de Lima.
Asimismo, el alcalde Bedoya estaba por decidir en dónde armaría un “mercado provisional”; informó la tarde del 29 de febrero que se pensaba en la plazuela de Santa Catalina (al lado del Cuartel) o en la playa de estacionamiento a las espaldas del entonces Ministerio de Hacienda (hoy Poder Judicial), frente a la plaza Gastañeta. Todo en el Cercado de Lima.
Esa vez, también arribaron el lugar de la tragedia, en la tarde del sábado 29 de febrero de 1964, el cardenal Juan Landázuri Ricketts y otros altos jefes de la Guardia Civil y de las Fuerzas Armadas.
MERCADO CENTRAL: LO QUE SUCEDIÓ DESPUÉS DEL SINIESTRO
Al día siguiente, el domingo 1 de marzo de 1964, volver al Mercado Central de Lima o lo quedaba de él, fue muy duro, especialmente para los vendedores, que habían estado toda su vida en sus pequeños puestos. Las autoridades ediles permitieron ese ingreso únicamente a los dirigentes y comerciantes, previamente identificados. Lo hicieron en pequeños grupos de 10 personas cada uno.
Al mismo tiempo, se empezó con la remoción de escombros y, lamentablemente, también con la demolición de lo que quedaba en pie. Era peligroso mantenerlo, porque el fuego había dañado las bases del antiguo local.
Y era un local que tenía historia en Lima. Allí, en el viejo Mercado Central destruido, según el columnista del diario decano, José Luján Ripoll, “se podía comprar desde una gallina -con moquillo o sin él- hasta un área de tela suficiente como para vestir de gala a cualquier donosa, andina y chaposa doméstica”. (EC, 01/03/1964)
En esa “Plaza Grande”, que se veía ya en cenizas, se obtenía, decía Luján, “igual un cebiche al paso, corrida la mala noche, que un espejo torcido o una sandía estruendosa. Había, además, personal nada hechizo y con todo lo suyo: zambas combustibles y cholas explayadas, con sus retintes triunfantes, su sonrisa subversivas y sus precios fatuos”, describía el columnista. (EC, 01/03/1964)
En ese Mercado Central, en esa “Plaza Grande” de 59 años de vida (1905-1964), que ya había salido muy dañada por el terremoto de 1940 en Lima, había una buena cafetería, que ya en 1964 era solo un viejo recuerdo, comentó el nostálgico Luján. La segunda década del siglo XX (década de 1910) quizás haya sido la “Edad de oro” de Can-Can, que era el nombre de la cafetería, con Leónidas Yerovi o José Santos Chocano animando los bandos de día o de noche. Espacios sociales como aquel del Can-Can le habían dado cierta presencia al Mercado Central más allá de su función utilitaria.
MERCADO CENTRAL O “PLAZA GRANDE”, COMO LE DECÍA TODA LIMA
Desde que fue inaugurado, el 28 de julio de1905, en tiempos del primer gobierno del presidente José Pardo, y del alcalde de Lima, Federico Elguera, el Mercado Central de Lima fue el centro de abastos más grande del Perú.
Esta popular “Plaza Grande” ocupaba un área de 13,829 metros cuadrados, y era un lugar “poco elegante”, decían algunos en esos años, pero, sin duda, destacaba por su gran variedad de productos.
En esos tiempos de comienzos del siglo XX, dicho Mercado Centralera moderno, comparado con el anterior mercado ubicado en el mismo lugar, que se llamaba de “La Concepción”, que fue destruido, tras la epidemia de peste bubónica, puesto que allí se había detectado uno de los focos de la enfermedad.
Espacio con historia, ese viejo aunque querido Mercado Central de Lima quedó hecho cenizas “en sus tres cuartas partes”, esa mañana del sábado 29 de febrero de 1964, hace 60 años. Ya pocos lo recuerdan. Pero nosotros, nunca podremos olvidarlo. Y menos en una triste efeméride como esta.
VIDEO RECOMENDADO
En este episodio final, Gonzalo nos cuenta un hecho poco conocido de la vida de Tatán, uno de los malhechores más famosos de la época y cómo logró fugar con toda su banda de una penitenciaria.