El ancestro de los marcianos: la historia del antiguo helado que se vendía en Lima para la Navidad de 1842
Para las fiestas de fin de año, en 1842, las familias limeñas saboreaban las deliciosas frutas de hielo. Casi 200 años más tarde, este postre ahora es conocido como marciano y se vende en todo el Perú.
En diciembre de 1842 se abrió en la capital el pabellón la Casta de Diana, un lugar dedicado a los postres ubicado en la portería de Desamparados en el Centro de Lima. Al caer la tarde, se servían las frutas de hielo que eran una inspiración traída del lejano Oriente y más de un siglo después se convertirían en los populares marcianos.
En el siglo XIX, la nieve era considerada un remedio para algunas enfermedades. A ello se sumaba el placer que producía al ser consumida en diferentes preparaciones.
La crónica de la época lo resumía así: “un estómago sediento y debilitado parece que escucha la resolución del pensamiento cuando este se determina a tomar helados, el se sosiega y hace paciencia, pero si se frustra por algún incidente, no le indemniza ni toda el agua de la pila”.
Entonces como el verano ya sentía en Lima y había mucho interés en este novedoso postre, se instaló a pasos agigantados esta combinación de heladería y frutería en un lugar de fácil acceso para las familias que iban al teatro o las corridas de toros en la plaza de Acho.
¿Cuál era la receta?
Las frutas usadas eran: melón, limón, piña, peras, manzanas, higos, pitahayas de Brasil, entre otras. Los jugos de frutas eran sazonados con pepermint, nuez moscada o jenjibre de modo que la acción del hielo no les hiciera perder sus propiedades.
Para que las frutas de hielo estuvieran aptas para su consumo se necesitaba para las medianas siete horas y para las grandes nueve horas de congelamiento. Además solo podían conservarse una hora bajo el hielo. Los precios variaban entre 4 a 12 reales.
La higiene en todo el proceso estaba garantizada y ya en ese tiempo se hablaba de que esta era la primera ley en materia de gastronomía.
El éxito fue tal que abrieron nuevos horarios para servirlas e incluso hacían reparto a domicilios y fiestas. La única condición era avisar con anticipación pues la preparación demandaba tiempo y logística para que el hielo no se derrita. Así un repartidor salía del pabellón con un ‘aparato helatorio’ hacia su destino.
Sin embargo, algunas personas trataron de imitar este postre ofreciendo fruta helada. Un juego de palabras que no podía engañar ni aplacar la sed. La fruta de hielo puede considerarse como el precursor del helado en bolsita conocido como: hielito en México; vikingo en Colombia; charamuscas en El Salvador; bolos en Ecuador y naranjú en Argentina.
En Perú se le llama marciano. ¿La razón? No hay una respuesta certera. Algunos dicen que por su forma rectangular muy parecida al dedo de E.T. No hay barrio en todo el país donde no exista un vecino o vecina vendiendo marcianos.