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Octavio Mavila, el pionero de la mototaxi en el Perú y su experiencia como rehén en la toma de la embajada de Japón en 1996
El ingeniero mecánico eléctrico fundó Mavila Hermanos en noviembre de 1951. Años después, en 1979, empezó a vender un modelo de mototaxi diseñado por él tras un viaje a Asia. En 1996, estuvo como rehén en la toma de la residencia de la embajada de Japón por el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA).
Era la mañana del viernes 28 de setiembre de 1979, cuando El Comercio anunció en su portada el ingreso al Perú de un nuevo diseño de vehículo de bajo costo llamado “motocarro” (ahora conocido como mototaxi). Este nuevo medio de transporte era una mezcla de una motocicleta (en la parte de adelante) con un amplio asiento atrás, que permitía llevar hasta dos pasajeros sentados cómodamente. Sus tres llantas le daban el equilibrio perfecto a este innovador modelo.
El ingeniero peruano Octavio Mavila Medina, uno de los dueños de la empresa Mavila Hermanos, fue quien adaptó este original vehículo al mercado nacional. Según reveló esa vez, su idea era “bajar los costos en el transporte de pasajeros y carga” en nuestro país. El motocarro era una posible solución. También anunció que para los vehículos de carga tenía la “moto furgón”, un medio de transporte diseñado para llevar hasta 200 kilos de peso, con un espacio de 2.5 metros cúbicos. Ambas motos solo necesitaban un sol de gasolina por kilómetro recorrido; lo que las convertía, en ese momento, en los vehículos más barato del mundo.
Octavio Mavila Medina nació en Lima el 26 de setiembre de 1927. Hijo de Oscar Mavila y Noemí Medina, comenzó a estudiar ingeniería mecánica eléctrica en la Universidad Nacional de Ingeniería (UNI). También era aficionado a las motos. Por eso, se compró su primera moto el 3 de diciembre de 1949. Luego, se convirtió en motociclista profesional, corriendo su primer circuito en el Parque de la Reserva en marzo de 1950. Allí quedó segundo y recibió grandes elogios de la prensa nacional. Años después, ganó los campeonatos de 125 y 350 centímetros cúbicos. Cabe resaltar que en esa época no había motos fabricadas especialmente para estas carreras.
Mientras avanzaba en sus estudios universitarios, decidió poner una pequeña tienda, junto a uno de sus hermanos, en el Centro de Lima. Allí vendió motos de la marca Roth que las conseguía a un buen precio. Estos vehículos salían muy rápido. Luego, acabó su carrera y se dedicó a buscar trabajo como ingeniero. Sin embargo, todas las empresas que lo querían contratar le pagaban solo la cuarta parte de lo que estaba ganando en su empresa. Por eso, el 19 de noviembre de 1951, decidió fundar Mavila Hermanos junto a sus hermanos mayores Oscar y César.
Años más tarde, en 1964, Octavio conoció a Marcela Rouillón, con quien se casó después. Luego, viajó a Filipinas y se quedó asombrado al ver como una moto de tres ruedas con asientos atrás era utilizada como un medio de transporte masivo para los más pobres. Es así como pensó en tráela, adaptarla y fabricarla en el Perú. El primer paso lo dio en 1975, cuando se unió con la marca japonesa Honda y fundó una sede de esa compañía en nuestro país en 1979. Su taller de ensamblaje quedaba en Trujillo. Luego de unos meses, lanzó al mercado la nueva mototaxi que diseñó.
Al año siguiente, en 1980, estos vehículos se usaron por primera vez en el transporte urbano de Iquitos. Pero no todo era exitoso. En 1981, el ministro de Transportes, Fernando Chávez Belaunde, les negó el permiso de operación a estos vehículos argumentando que eran inseguros. Recién en 1984 y tras varios trámites engorrosos, la creación de Mavila fue oficialmente aceptada como medio de transporte urbano solo en la selva peruana. Luego, se empezó a usar por casi todas las calles del país.
La mañana del 29 de diciembre de 1996, el diario decano publicó una entrevista con Octavio Mavila tras ser liberado por el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA) de la toma de la embajada de Japón, en San Isidro. En la conversación, el empresario peruano reveló que todo empezó a las 8 y 20 de la noche del 17 de diciembre durante la celebración por el cumpleaños del emperador Akihito. El ingeniero estuvo solo cinco días como rehén. Ahí conoció el heroísmo de varias personas: “Estoy convencido de que en una experiencia de esta magnitud, todos tienen que tener algo de héroes para poder encarar de la forma más positiva una desgracia como ésta”.
Mavila quiso destacar la valentía de tres personas durante los días que estuvo en manos del grupo terrorista. “En primer lugar, el señor embajador Morihisa Aoki, quien fue confinado en el segundo piso de la residencia, junto a 249 rehenes. Luego de haber intentado en vano el día miércoles para que los del MRTA le permitieran bajar al primer piso, nos enteramos de que el día jueves, con gesto decisivo, les increpó que los rehenes del primer piso también eran sus invitados, sus huéspedes y, por lo tanto, tenía la obligación de estar con ellos”, recordó.
Tras ese cruce de palabras con los secuestradores, el embajador japonés pudo visitar todos los días, en la mañana y en la tarde, a los rehenes del primer piso, donde estaba Mavila. Su sonrisa contagiosa y su familiaridad sirvieron de gran “ayuda moral”. Además, Aoki era el responsable de transmitir las últimas noticias y de coordinar el suministro de alimentos y otros artículos de primera necesidad para los prisioneros. Octavio también destacó a Michael Minnig, miembro de la Cruz Roja Internacional, quien se encargó de velar porque no les “falte alimentos, agua, ropa y limpieza a más de 380 personas allí reunidas”.
Por último, pero no menos importante, alabó el trabajo del sacerdote jesuita Juan Julio Wicht, que se ofreció a quedarse para que otra persona pueda salir del cautiverio. “Posteriormente a la misa, los del MRTA hicieron subir a todos los rehenes del primer piso al segundo. Fueron llamando uno a uno por orden alfabético a los 225 que deberían abandonar ese día el cautiverio. Casi al final de la lista, el árabe (como le decían el segundo de Néstor Cerpa Cartolini), lee “Juan Julio Wicht”. Aquí es donde estalla con toda su fuerza moral un ejemplo que jamás olvidaré. El Padre Wicht le pregunta “¿Puede permitir que me quede?”. El árabe responde: “No, tiene que bajar”. Y el padre agrega con firmeza: “Soy sacerdote y mi puesto es estar entre los hermanos que sufren”. De esta manera, Mavila logró salir a los pocos días del suceso. Un sublime acto que puso al religioso a la altura de cualquier héroe.
El lunes 3 de febrero de 1997, Octavio Mavila conversó con Claudia Vivanco, periodista de El Comercio. Ahí contó cómo terminó fundando su empresa: “Muy sencillo. La historia de Mavila Hermanos está relacionada con el problema de movilidad que yo tenía para ir a la universidad. Todos los días perdía de cuatro a cinco horas para ir y venir de la universidad. Un día, terminando el cuarto año, se iluminó mi mente y comencé a hacer cálculos. Me di cuenta de todo el tiempo que perdía en comparación con lo que estudiaba. Como el automóvil estaba lejos de mi capacidad económica llegué a la conclusión de que lo único que podía comprar era una moto”.
Es así como empezó a buscar la forma de adquirir un vehículo de dos ruedas. Al ver que no le alcanzaba la plata, logró que una tienda le dejara pagar la moto en “seis letras” de 500 soles, dando una cuota inicial de la misma cantidad. Como tampoco tenía ese dinero, convenció a un compañero de trabajo para pagar la motocicleta a “medias” y turnarse su uso durante la semana. De esta manera, se compró una Puch de 125 centímetros cúbicos. Meses después, al ver que le sobraba el tiempo y podía aumentar sus ingresos, se metió a trabajar en el servicio técnico de la empresa que le vendió el vehículo. También se dedicó a llevar rollos de películas de un cine a otro, cuando estás se pasaban en simultaneo.
“Entendí que muchísimos en el Perú tenían el mismo problema: dificultad para transportarse e incapacidad económica para comprarse un automóvil. Allí nació la idea de poner al Perú sobre dos ruedas. Yo ya les vendía motocicletas a mis compañeros de la universidad porque había arreglado una comisión con el dueño de la tienda (el corredor de autos Teodoro Roth) en la que trabajaba. Me di cuenta de que se podían vender muy rápidamente”, explicó Mavila. Por eso fundó su compañía en 1951. Una empresa que empezó a crecer rápidamente. Meses después, tuvo su primera crisis cuando el gobierno de Manuel Odría prohibió las importaciones de productos de países comunistas. Ese tiempo tuvo que mantener la tienda a flote vendiendo artefactos eléctricos.
Con el paso de los años, Octavio se dio cuenta que se había equivocado al enfocarse en la venta de motos, ya que eran poco confiables por su mala calidad. “Nosotros se las vendíamos como una alternativa de transporte pero se convertía en un problema porque no solo se quedaban botados, sino que perdían el tiempo que supuestamente iban a ahorrar. Además, como eran compradas a plazo, dejaban de pagar”. Es así como decidió vender autos y después, crearon una alianza con Honda. Con los productos de la empresa japonesa, Mavila Hermanos pasó a vender 2000 motos al mes en vez de 30. La compañía creció tanto que, en 1982, llegaron a tener 1600 trabajadores en doce sedes. La crisis y el terrorismo hicieron cerrar varias de ellas hasta quedarse con solo cinco.
El pionero de la mototaxi en nuestro país también contó que ideó un mecanismo para que todos los rehenes puedan dormir con mayor comodidad cuando estuvo secuestrado en la residencia del embajador de Japón y qué fue lo que pensó cuando se inició la balacera para toma de la casa: “Que si me caía una bala me moría. Lo paradójico es que yo estaba echado en el mismo sitio donde hacía un año y pico, en julio del 95, el embajador Aoki me otorgó una condecoración del emperador Akihito. Yo pensaba el año pasado me pusieron una condecoración en el pecho, y ahora me pueden poner una bala”. Después, desveló que en su primer contacto con Cerpa Cartolini le hizo una pregunta psicológica que el terrorista no supo responder.
Asimismo, confesó que tras el mensaje del presidente Alberto Fujimori se fue la luz en la residencia y tuvieron que prender las velas de los adornos y candelabros. Luego, llegaron a la conclusión de que tenían que clasificar a los prisioneros en “lomo y hueso” por su importancia. Lomo eran los que servían a los emerretistas para presionar al Gobierno y hueso los que no les interesaban o les parecían un estorbo. “Según nosotros, unos sesenta eran lomo”, dijo Mavila.
En seguida, narró cómo fue que salió de la residencia: “Nos hicieron subir a todos al segundo piso y comenzaron a llamar a todos por orden alfabético. Al llegar a la eme, mi nombre no aparecía así que le pregunté al árabe, que leía las listas, si no se lo había saltado. Me dijo que esperara. Justo en ese momento llegaban a la “W”, y el padre Juan Julio Wicht pidió quedarse. Cerpa, que estaba en la misma grada que yo (no puede ubicarme más arriba porque ya no había espacio) me preguntó mi nombre y le dio la orden al árabe de que me pusiera en las listas en el lugar de Wicht”.
Después, el ingeniero mecánico explicó qué le hizo crear el decálogo del desarrollo: “Trabajando con Honda, lo primero que hice fue estudiar Japón, y conforme avanzaba, me intrigaba cómo este país, sin tener recursos naturales, podía ser la segunda potencia mundial después de haber sido abatido en la Segunda Guerra Mundial. Cuando en 1964 viajé por primera vez a Japón, pensé encontrarme con superhombres, pero mi sorpresa aumentó cuando todos los que conocí eran comunes y corrientes, iguales a nosotros”.
Finalmente, Octavio Mavila confesó que el secreto de su éxito eran diez reglas simples: orden, limpieza, puntualidad, responsabilidad, deseo de superación, honradez, respeto al derecho de los demás, respeto a la ley y a los reglamentos, amor al trabajo y afán por el ahorro y la inversión. Ese año, el ingeniero peruano se quiso jubilar. El fenómeno del Niño hizo que pospusiera su retiro de la compañía porque las ventas cayeron considerablemente. En 2001, Mavila Hermanos recién volvió a recuperarse. Años después, en 2013, con 86 años de edad, el pionero de la mototaxi en el Perú dejó de existir.
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