Era uno de los músicos y compositores más populares del Perú. Otto Raúl de Rojas Guedes (1941-2008) era recordado por la mayoría como el hombre detrás de los teclados en el popular programa de Panamericana Televisión, “Trampolín a la fama”, que conducía su amigo Augusto Ferrando. El show del Canal 5 se mantuvo en el aire durante 30 años (1966-1996), y desde los años 70 contó con el talento musical de Otto y su órgano electrónico. De Rojas había reemplazado en la dirección musical a Pepe Morelli y su piano de cola decimonónico.
Pero, debemos decirlo claramente, Otto de Rojas era más que un tecladista de un famoso programa en vivo de la televisión peruana. Su trabajo en los ritmos latin funk y también en la salsa le dieron justa fama y reconocimiento. Colaboró con muchos artistas del nivel de Lucho Macedo, Domingo Rullo, Freddy Roland y Tito Chicoma. No hubo día en que no se le reconociera a Otto una gran disciplina y un genio creador para la composición musical, a quien fue además arreglista y director musical de numerosos programas de radio y televisión.
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Lo cierto fue que las más reconocidas disqueras de la década de 1970 y 1980 querían trabajar con Otto de Rojas. La empresa disquera MAG lo convocó para colaborar en las grabaciones de grupos rockeros como “Los York’s” y “Traffic Sound”. Pero Otto de Rojas no solo trabajó para otros, él mismo formó parte de agrupaciones, como las conocidas bandas “Los Hilton’s”, “Bossa 70” y “Los Ultra 76”.
Paralelamente a su ingreso a la televisión peruana con “Trampolín a la fama”, el músico apostó por participar en los populares café-teatros, en los que incursionó de la mano del “flaco” Freddy Roland y Veronikha, la pareja de artistas musicales del momento, cuyos éxitos son recordados por los peruanos que pasan los 50 años de edad.
En 1976, Otto de Rojas saboreó el triunfo con su sencillo “Choca las caderas”/ “Al ritmo del bump-bump” (RCA Víctor, 1976). Esta producción, que fue todo un hit, lo realizó con su propio grupo “Los Ultra 76” y empezó en el programa “Estudio Cinco”, conducido por ‘Cachirulo’. El bump-bump era la cortina musical del show.
Muchos peruanos se amanecían al compás de esa pegajosa tonada con las puertas bien cerradas, ya que el toque de queda, que impuso el régimen militar en el poder, obligaba a la precaución fiestera. Los compases de esa música de ritmos latinos y cumbiamberos fueron hechos expresamente para hacer divertir a la gente.
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La década de 1970 fue justamente la etapa dorada de Otto de Rojas. En esos años, sacó a la luz varios álbumes de estudio como “Bossa 70″ (El Virrey, 1970); “¡Qué tal fiestón!” (Infopesa, 1975); “¡Esto sí que es bueno! ¡El gran fiestón...!” (Infopesa, 1976); “El fiestón del año” (Infopesa, 1977); “El guapo Vol. I, II, III” (MAG, 1978); “Pa’ todo el mundo” (Adria, 1979); “El fiestón del año” (Discos Lyra, 1979) y “Vamos a bailar con Otto” (LAD, 1979).
A inicios de los años 80, el maestro Otto incluyó los álbumes “Sueño de amor” (MAG, 1980) y “Otto de Rojas presenta su ranking” (MAG, 1980); así como otros temas para un animado popurrí. A finales de ese decenio, dirigió también algunos grupos de baile y canto como “Las Tropicalísimas”.
Ya en plena década de 1980, cuando brillaba con modestia en el programa de Augusto Ferrando, Otto de Rojas participaba animadamente en la vida artística limeña. En el verano de 1990 (en plena campaña electoral por la presidencia entre Vargas Llosa y Fujimori), su música estuvo como fondo de la comedia “Yo me bajo en la próxima... ¿y Ud.?”, con Hernán Romero y Mónica Domínguez, en el Real Teatro de San Isidro.
En 1994, Otto de Rojas seguía siendo considerado en las puestas en escena de Lima. Su pericia artística se pudo apreciar en piezas como “Terapia de grupo para amargados”, que formó parte de la programación del “Festival de Arte”, en el ICPNA de Miraflores, junto con la actriz Claudia Dammert.
Al año siguiente, a mediados de 1995, el músico peruano participó, junto a Rulli Rendo y las cantantes Leyla Parra y Lourdes Cárdenas, en un evento en honor al bolero, en el Centro Cultural Juan Parra del Riego de Barranco. Sus conocidos acordes pianísticos eran naturalmente reconocidos por sus viejos y jóvenes seguidores. Otto de Rojas podía decir que estaba en la cumbre de su carrera artística.
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Tras el cierre de “Trampolín a la fama” en 1996, el maestro empezó a perder contacto con el público. De esta forma, también, otros ritmos como la “chicha” o la cumbia andina empezaron a restarle espacio a sus parrandas en el gusto popular. Otto de Rojas salía menos en las carteleras de los shows o no era tan convocado como en años anteriores.
En 1999, falleció Augusto Ferrando, su amigo por años, aquel conductor que, por supuesto, lo cochineaba a veces y hasta le dio el apodo de “sopa de leche con yuyo”, pero quien fue el que lo ayudó y dio tribuna en su show televisivo por más de 20 años.
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Así, a Otto de Rojas se le vino encima el siglo XXI. Y lo encontró con la guardia baja. No se supo mucho de él, hasta que la noticia de su muerte nos cayó a todos como un batacazo en la cabeza.
UN TRÁGICO FINAL EN MIRAFLORES
Los titulares del día siguiente de la tragedia informaban que el “ex pianista de ‘Trampolín a la fama’ se habría suicidado”. Crudo mensaje para una vida sensible, vital y alegre como la del maestro Otto de Rojas.
Era un hombre solitario, eso lo sabían bien varios de sus amigos y ex compañeros de trabajo como Violeta Ferreyros, quien declaró muy apenada la desaparición del hombre de la barba y le teclado en “Trampolín a la fama”. Por su parte, Juan Carlos Ferrando (hijo de Augusto) también entendía que la depresión dominó la vida de Otto de Rojas.
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Lejos de sus dos hijas y separado de su esposa hacía años, solamente él mismo podía saber lo que atravesaba en esa madrugada del jueves 15 de mayo del 2008, hace 13 años. La empleada que trabajaba en el departamento del piso 12 de Otto, en la avenida José Pardo, en Miraflores, declaró a la Policía que el señor le había pedido un vaso de agua a las 2 de la mañana.
A las 4 de la madrugada, un golpe seco despertó a los vecinos más sensibles o alarmó a los insomnes. Al aguaitar por las ventanas interiores de sus departamentos, muchos de ellos vieron el cuerpo inerte del músico en el piso del tragaluz del edificio.
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