Una peruana que había viajado al Japón en 1934, y que retornaba a nuestro país para ver a sus familiares, le contó a El Comercio su experiencia personal durante la terrible explosión atómica en Hiroshima, ciudad situada muy cerca del pueblo en donde ella residía.
Esperanza Olayo, viuda de Matzuraki, arribó a nuestra capital en agosto de 1980, junto a su hijo y otros 106 japoneses que ya habían residido en el Perú, y le narró al decano detalles de su vida.
“Aquello fue horrible, aún recuerdo aquel gigantesco hongo que se alzó con la explosión y que destruyó todo. Fueron momentos terribles”, relató a El Comercio.
La señora aún no podía borrar de su memoria las tristes imágenes de la explosión de esa primera bomba nuclear, lanzada el 6 de agosto de 1945. Olaya dijo que apenas se produjo la detonación, reunió a sus tres hijos y a su suegra, se aprovisionó de víveres y huyó del lugar.
Para reforzar su historia mostró a los periodistas unas páginas de periódicos japoneses que habían contado su caso tras el lanzamiento del mortífero artefacto.
En la nota titulada “Peruana que vivió drama de Hiroshima volvió ayer”, esta liberteña natural de Santiago de Chuco contó que dejó nuestro país en 1934 para viajar junto a su esposo Kensy Matzuraki al país del sol naciente.
Ese año las relaciones diplomáticas entre Perú y Japón se deterioraron, sobre todo por una ley según la cual el personal de los negocios debía ser peruano en un 80%, restringiendo los derechos laborales de los inmigrantes.
Así fue como dejó su casa ubicada cerca al colegio Guadalupe, para vivir en un pequeño pueblo a pocos kilómetros de Hiroshima. Allí trabajó al lado de su esposo hasta que este falleció.
La señora Olaya tenía 68 años cuando retornó al Perú, pero recordaba con claridad y emoción los años juveniles vividos en Lima, según contó en el aeropuerto Jorge Chávez, a los pocos minutos de retornar a nuestro país.
En medio de lágrimas y palabras de afecto, y tras 46 años, la señora Esperanza se reencontró con su hermano Ernesto, el único que aún vivía en el Perú.
Sobrevivientes que se radicaron en Perú
En 1992 la revista Somos publicó la historia de Chokuyu Urasaki, quien tenía 19 años al momento del ataque.
“Pocos minutos antes de las nueve de la mañana, otro soldado y yo navegábamos en una lancha por el río Kiobashikawa, a 25 kilómetros de Hiroshima. Todo parecía tranquilo, íbamos a tomar desayuno”, contó Urasaki.
“Un silencio repentino y total nos detuvo: una luz enceguecedora y luego una ola de calor nos hizo mirar al cielo. Sin decirnos nada nos metimos a la cabina de la lancha para protegernos. Solo después escuchamos la explosión, un ruido infernal”.
“Cuando salimos a la superficie un hongo gigantesco salía desde la ciudad de Hiroshima. No imaginamos que era una bomba atómica, ni siquiera sabíamos qué era eso. Lo que significaba realmente solo lo supimos una semana después. En ese momento nos dijeron que había volado un tanque de gas”.
Augusto Kohira es otro de los que estuvo en Hiroshima. Como no pudo ingresar al colegio Guadalupe por ser hijo de japoneses, su padre lo envió a Japón. Solo tenía 13 años.
Allá entró a un colegio militar y durante la guerra conformó una brigada para apagar los incendios tras los bombardeos. Había viajado a Hiroshima en busca de la casa de sus ancestros, pero se dio cara a cara el horror: seres mutilados y dañados por los efectos de la radiación.
En 1998 Kohira compartió con El Comercio el recuerdo de aquel fatídico día, en donde la mayoría de japoneses no sabía qué había sucedido. En 1956 Kohira volvió al Perú junto con la huella de la tragedia en su memoria, tal como lo hizo la señora Esperanza Olayo.