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Plaga de macetas y basurales: estos eran los problemas que vivían los vecinos limeños a mitad del siglo XX
Con la construcción de nuevos edificios y urbanizaciones, a inicios de 1950, aparecieron también nuevas dificultades relacionadas a la seguridad, ornato y contaminación ambiental.
En la década del 50, Lima comenzaba a crecer hacia los cielos. A falta de grandes patios, los vecinos utilizaban sus balcones como áreas verdes. Así las macetas con geranios y otras flores llenaron de color las fachadas de decenas de edificios en el Centro de Lima y alrededores.
Entonces la posibilidad de que una maceta cayera, desde el cuarto o quinto piso de un edificio, era alarmante. Si una maceta pesaba 5 kilos al caer desde 20 metros, por acción de la gravedad, el golpe resultante equivaldría a un porrazo de 100 kilos, lanzado desde un metro. Perspectiva pavorosa hasta para el cráneo del mismo matemático que hizo el cálculo.
En un informe publicado en el diario decano, en mayo de 1951, se informaba que el artículo 392 del Código Penal decía: “Será reprimido con multa de dos soles a cinco libras y prisión de dos a treinta días, o con una sola de estas penas: que en balcones, ventanas, pretiles u otros puntos exteriores de los edificios colocare o suspendiere objetos que, por su caída, puedan causar daño a los transeúntes”.
Si la maceta cae por culpa del gato, un temblor o el inocente juego de los niños, el dueño del departamento sería demandado por negligencia. Pese a esa prohibición, los balcones limeños tenían macetas de todos los tamaños haciendo honor a una vieja costumbre.
En aquella nota, el periodista instaba a que los vecinos respetaran la Ley haciendo que el objeto no pueda caer a la calle. “Una barandilla de hierro o de madera no es un gran problema. Según nuestras posibilidades, podremos instalar desde una jardinera de hierro forjado, con sus goteras a la europea, hasta un par de cordeles de simple alambre, bien asegurados hacia el exterior”, aconsejaba.
Más adelante hacía un llamado a la conciencia de los lectores: “Pensemos en nuestros familiares, en nosotros mismos, hasta en el perrito de la vecina. La desgracia siempre avisa muy tarde. Y tal vez pueda ocurrirle a usted mañana mismo o el domingo entrante”.
Plaga de basurales
Pero en aquella edición no todos los problemas de la gran Lima se centraban en el peligro coronado de geranios. Otro informe denunciaba el aumento de basurales en varios distritos de la capital como Breña, La Victoria, Rímac y Lince. La falta de recursos económicos y humanos amenazaba con generar una crisis sanitaria.
Cuando comenzaron a construirse nuevas urbanizaciones, en sectores alejados del Centro de Lima, se formaron botaderos de desperdicios y trastos inservibles. Terrenos sin cercar, construcciones paralizadas, cualquier recodo de las calles eran utilizados de inmediato por la imprudencia de muchos inescrupulosos.
A esta problemática se sumaba que la flota de camiones recolectores de basura era insuficiente para, en ese entonces, una población de 700 mil habitantes y en aumento. Lamentablemente, ambas situaciones se repiten hasta la actualidad.
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