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El primer ‘Polvos Azules’: los secretos de la creación del campo ferial frente al río Rímac en 1981 | FOTOS
‘Polvos Azules’ nació de una acción municipal en junio de 1981. Los vendedores iban a estar temporalmente en el estacionamiento que llevaba ese nombre, muy cerca del Palacio de Gobierno, pero se quedaron hasta 1997, superando un incendio cuatro años antes. El primer campo ferial estuvo donde hoy está la Alameda Chabuca Granda.
Cuando el arquitecto Eduardo Orrego Villacorta, del Partido Acción Popular, fue elegido nuevo alcalde provincial de Lima, el 23 de noviembre de 1980, para el período 1981-1983, asumiendo el cargo el 1 de enero de 1981, ya tenía en mente una cuestión clave: reubicar a los vendedores ambulantes de la llamada “Lima Cuadrada”. Así nació la idea de ‘Polvos Azules’ como nuevo campo ferial, en el mismo Centro de Lima. Seis meses después, en junio de 1981, se realizó el masivo traslado, donde hoy se encuentra la popular Alameda Chabuca Granda.
El famoso ‘Damero de Pizarro’ estaba literalmente tomado por los comerciantes informales, sobre todo el Jirón De la Unión, arteria tradicional e histórica de la capital peruana. El jirón, hacia 1980, era aún una larga pista congestionada, con estrechas veredas a los lados. Allí, convirtiendo todo en una zona hacinada, abundaban los ambulantes de todo tipo. Eduardo Orrego se dedicó desde el primer día como alcalde de Lima a afinar su plan para el desarrollo de la ciudad. Quería frenar el deterioro del Centro Histórico.
El alcalde soñaba con un Jirón De la Unión convertido en un paseo peatonal (de hecho lo consiguió en noviembre de 1982). Pero, para lograr eso, primero debía trasladar a los vendedores ambulantes del jirón -los que marcaban con tiza sus “puestos” en las veredas- a un espacio distinto, único, y, a pedido de ellos, no alejado del centro que era donde estaban sus clientes y mayores ventas.
Junto con su equipo edil, Orrego definió en los primeros meses que ese lugar sería la cuadra 1 del jirón Santa (Cercado), una zona de estacionamiento que se llamaba, justamente, ‘Polvos Azules’, ubicado prácticamente a las espaldas de Palacio de Gobierno, a un costado del colegio Santo Tomás de Aquino. Se les cedería ese espacio de forma temporal, dijeron.
Los estudiosos han señalado que el curioso nombre de ‘Polvos Azules’ proviene de los tiempos de la Colonia, a fines del siglo XVI. Una hipótesis es que en ese lugar, el jirón Santa, un tal Gaspar de los Reyes, experto curtidor, halló la manera de teñir de azul el cuero de cabra, y que los polvos azules aludían a las huellas de dedos con ese color que dejaba la esposa de Gaspar, tras sus amoríos clandestinos (una versión bastante fantasiosa).
La otra hipótesis, la más probable, tuvo que ver con los residuos del tinte, que una vez secos se esparcían hacia la calle, dando esa impresión de un espacio repleto de polvos azules.
‘POLVOS AZULES’: LA REUBICACIÓN EMPEZÓ DE MENOS A MÁS DESDE JUNIO DE 1981
A ese lugar pretendía llevarlos el alcalde Eduardo Orrego, y tan decidido estaba que planteó contar con un cuerpo de “alguaciles” (así llamaban a los futuros ‘serenos’) para controlar a los ambulantes revoltosos, aquellos que amenazaban con volver a las calles de “Lima Cuadrada”. Ante eso, la autoridad edil se impuso con firmeza y diálogo.
El martes 9 de junio de 1981, al día siguiente del inicio del proceso, el alcalde explicó a la prensa que “no se dará ni un paso atrás en el proceso de reubicación de los vendedores ambulantes”. (EC, 09/06/1981). La seguridad edil tenía, por supuesto, el apoyo de la Guardia Civil, pero ya se pensaba en un incipiente serenazgo para asumir el cuidado diario de las calles del centro. La idea de Orrego era apelar a los propios comerciantes para la conformación de esos cuadros de seguridad.
“En cada cuadra se ubicará a tres o cuatro alguaciles, los que tendrán a su cargo la responsabilidad de evitar el reingreso de vendedores ambulantes”, precisó el alcalde de Lima, Eduardo Orrego ese martes 9 de junio. (EC, 09/06/1981).
La reubicación continuó en los días siguientes, en medio de algún de desorden y agitación (sobre todo en el jirón Amazonas). Lo sorprendente fue que nunca se detuvo el proceso de traslado y posesión de los nuevos espacios por parte de los vendedores ambulantes del Centro de Lima.
En algún momento, un sector de ambulantes, que no halló cupo en ‘Polvos Azules’ ni en el jirón Amazonas, pidió ocupar la avenida Abancay en tanto se hallaban otras zonas para reubicarlos. La contrapropuesta edil fue que buscaran terrenos para que el municipio los pueda expropiar y hacer allí pequeños mercados. Otra vez, diálogo y firmeza.
Hubo de todo en ese proceso, como ambulantes que se habían inscrito para ser reubicados, pero luego no se presentaron (ocurrió en el jirón Amazonas). En ‘Polvos Azules’ los espacios para cada ambulante empadronado era de 1 metro por 1.50 metro. Así fue en esa primera etapa, la condición fue que en poco tiempo esa dimensión de espacio se reevaluaría para bien del comerciante.
Incluso, se empezó a hablar de la posibilidad de “habilitar el primer piso de Polvos Azules a fin de que los vendedores puedan contar con un espacio mayor”. (EC, 10/06/1981). Y es que, al parecer, la mayoría de ambulantes quería estar en ‘Polvos Azules’, por ello el malestar y desorden de los que no pudieron empadronarse a tiempo. Muchos temían estar en el jirón Amazonas, porque veían la zona más peligrosa.
En ese sentido, la Comisión de Comercio del municipio limeño se empeñó en no caer en la trampa de los “falsos vendedores ambulantes”; estos casos fueron denunciados por los propios empadronados. Por ello aseguraron que se haría una “minuciosa revisión de los padrones de ambulantes”, para así detectar a esos infiltrados. (EC, 10/06/1981)
Pese a los esfuerzos, fue imposible empadronar a todos los ambulantes del Centro de Lima. Y esto porque no acudieron a hacerlo ellos mismos: “No obstante la serie de facilidades que se les dio para que lo hicieran, yendo a sus mismos puestos o pidiéndoles que se acercaran al municipio para inscribirse”. (EC, 10/06/1981).
Finalmente, se inscribieron 3.552 ambulantes, pero el propio Concejo de Lima reconoció que, como mínimo, debía haber entonces unos 400 vendedores que, pese a trabajar en el ‘Damero de Pizarro’, no lograron registrarse. Según el propio municipio, Lima Metropolitana tenía en esos días unos 200 mil ambulantes.
El proceso de reubicación duraría una semana, esto es, el proceso de “la asignación de todos los puestos”. Era un cálculo de los técnicos del municipio. Es decir, el domingo14 de junio de 1981 concluyó esa etapa. A partir de esa fecha, la autoridad edil les dijo que podían vender sus variados productos “en forma normal”. Sin embargo, eso era mucho pedir a los inquietos que vivían al día con sus ventas. Por eso, desde el martes 9 de junio ya podía verse movimiento, con vendedores y compradores en transacción comercial cotidiana.
La Municipalidad de Lima tuvo un gesto más de buena voluntad para con los nuevos vecinos del río Rímac: el alcalde Orrego anunció ese mismo martes 9 de junio que, “para asegurar la afluencia del público a Polvos Azules, a partir de hoy 40 ómnibus de ENATRU Perú circularán por ese lugar, además de ocho líneas de microbuses”. (EC, 10/06/1981)
El objetivo de la gestión de Eduardo Orrego (1981-1983), en este aspecto, era beneficiar a la ciudad con la racionalización del comercio ambulatorio. Al menos ese fue el fin de la tan mentada reubicación de los ambulantes de “Lima Cuadrada”. “Detener el deterioro de la ciudad”, era una frase muy repetida en esos tiempos.
El plan venía atado a una serie de buenas prácticas municipales, como la mejor limpieza de las calles y avenidas; mayor fluidez vehicular y peatonal; menos contaminación de la ciudad; una adecuada salud pública; y, además, se buscaba el apoyo al comercio legalmente constituido, que sufría una “competencia desleal de parte de los vendedores callejeros”. (EC, 10/06/1981)
Un elemento final era que así se apoyaba también “una fácil evacuación en casos de desastre”. Todos ellas, buenas intenciones que la ciudad de Lima, lamentablemente, no supo acoger y sostener en el tiempo, salvo excepciones (alcalde Alberto Andrade en los años 90).
‘POLVOS AZULES’: ACTIVIDAD COMERCIAL EN LA NUEVA ZONA SE INICIÓ CASI DE INMEDIATO
Desde el martes 9 de junio se pudo ver a los pequeños comerciantes, precariamente ubicados en sus espacios de venta, iniciar su negocio, la venta de todo tipo de productos desde calzados, ropa, gorros, adornos, chucherías varias. El miércoles 10 de junio la realidad fue ver a los cientos de ambulantes reubicados en plenaactividad comercial, regateando sus productos a grandes y chicos, pobres o ricos, a cualquiera que se les acercaba.
Como si la nueva ubicación los hubiera ilusionado, gran parte de los trasladados estuvieron con la adrenalina al máximo; hasta pudo hablarse de un gran entusiasmo en sus transacciones. Pero, otros no se acostumbraron pronto al cambio, y hasta se quejaron de las pocas ventas durante esos primeros días.
En medio de esos extremos, los vendedores con más experiencia sabían que con el paso de los días eso cambiaría: el público ubicaría mejor el nuevo espacio de venta y a eso debió sumarse las facilidades del transporte público anunciadas por el Concejo de Lima. Y fue así porque el municipio emprendió una “campaña de publicidad” para informar de la nueva oferta comercial en ese sector de la capital. (EC, 11/06/1981)
Al mismo tiempo, los conocidos buses de ENATRU Perú arrancaron su recorrido por “Lima Cuadrada” y conectaron los “mercados ambulatorios” de ‘Polvos Azules’ y Amazonas. En este último lugar, las cosas se volvieron más difíciles, pues los comerciantes no estaban convencidos de que el lugar fuera el ideal para vender.
Aquel miércoles 10 de junio de 1981, se realizó incluso una marcha organizada por la Federación Departamental de Vendedores Ambulantes de Lima (FEDEVAL). Al mediodía, el Centro de Lima, especialmente la Plaza de Armas, volvió a ser un caos. Los protestantes querían hablar directamente con el presidente Fernando Belaunde Terry.
Ellos querían una solución integral: conformar una “comisión multisectorial” con participación de los ambulantes. Y pedían, además, una “Ley del Comercio Ambulatorio”, con los deberes y derechos para los hombres y mujeres dedicados al comercio informal. (EC, 11/06/1981)
Entonces, los comerciantes ambulantes adoptaron gremialmente el nombre de la playa de estacionamiento a donde habían ido a parar: se formó la Asociación Campo Ferial ‘Polvos Azules’. Así se fueron formando esas recordadas filas de “quioscos azules”, debido al plástico con que recubrían sus espacios.
Ese primer ‘Polvos Azules’, concentrado en ese sector de Lima, se mantuvo abierto al público durante 16 años, de 1981 a 1997, habiendo pasado incluso por un gravísimo incendio en enero de 1993.
Allí, en medio del hacinamiento, los comerciantes soportaron no solo las crisis sociales e inflaciones de la economía peruana sino también las continuas amenazas de la propia municipalidad de desalojarlos (era un espacio cedido temporalmente).
Esa amenaza de sacarlos del jirón Santa se acentuó especialmente desde que el Centro Histórico de Lima fue declarada, el 12 de diciembre de 1991, por la Convención Anual del Comité del Patrimonio Mundial de la UNESCO, “Patrimonio Cultural de la Humanidad”. A eso había que sumar los numerosos conflictos entre los propios socios de ‘Polvos Azules’.
El incendio de 1 de enero de 1993, tras el cual todo el mundo pensó que ‘Polvos Azules’ estaba acabado (resistieron allí 4 años más), destruyó casi toda la mercadería que los propios comerciantes guardaban en sus quioscos.
Las sospechas de que el siniestro de ese convulsionado año nuevo 93 habría sido provocado, hasta hoy persigue la memoria de aquellos protagonistas del campo ferial ‘Polvos Azules’.
Pero, para 1993, los planes de cambiar a un terreno de 16 mil metroscuadrados en La Victoria, cerca de la avenida Grau y frente a la Vía Expresa de Paseo de la República, ya estaba dentro de los proyectos de la asociación. Su plan era pasar de ser considerados como ambulantes en los años 80 a ser vistos como empresarios a partir del siglo XXI.
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