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El hincha: cómo nació el nombre en Sudamérica, el primer hincha y su aparición en el diccionario como nueva acepción en 1970
Saber cómo fue la aparición del primer hincha de fútbol es más que interesante. La historia tiene que ver con Sudamérica, región del planeta donde este deporte es sinónimo de pasión. Y mucha pasión hubo en ese origen de los amantes del juego de la pelota.
En plenas clasificatorias para ir al mundial de fútbol del 2026, la figura del hincha es imprescindible en el campo de juego. Hoy, 17 de octubre de 2023 en que Perú se enfrenta a la Argentina de Messi y Cía., el Estadio Nacional de Lima, el “Coloso de José Díaz” seguramente estará repleto de ellos, de los incondicionales hinchas blanquirrojos. Pero la historia de los hinchas, en general, empezó en el país oriental del Uruguay, a comienzos del siglo XX, con un humilde ‘hinchapelotas’.
Antes, en los albores del siglo pasado, con apenas algunos años de fútbol amateur y un grupo no tan numeroso de clubes que destacaban especialmente en Europa, aunque también en Sudamérica, la pelota con que se jugaba no era como la de ahora, con una cámara interna que la protege, sino con una “vejiga” recubierta de cuero que debía ser inflada continuamente por un encargado.
El ‘hinchapelotas’ era un personaje que empezaba a verse en las canchas, a donde asistía gente que observaba el nuevo espectáculo deportivo, y disfrutaban del partido casi en silencio, sin exteriorizar demasiado sus emociones, sus rechazos y aprobaciones, sus reniegos e impotencias, casi como en el teatro.
Había, a lo mucho, unas breves conversaciones de tribuna, un intercambio de pareceres, incluso entre simpatizantes rivales; todo muy lejos de los cánticos, gritos y las consignas que vemos y escuchamos hoy en día.
Pero, ocurrió algo fantástico con un ‘hinchapelotas’ especial (hoy sería el utilero). Se trataba del ‘hinchapelotas’ del Club Nacional de Montevideo, el señor Prudencio Miguel Reyes, el pionero, con el que comenzó toda esta historia futbolística.
Prudencio Reyes, quien había nacido en la ciudad de Montevideo, Uruguay, en 1882, andaba en sus veintes cuando comenzó como masajista del equipo ‘Rey de Copas’.
A la par, Reyes también “hinchaba” las pelotas, un oficio que realizaba a una velocidad bárbara. Y un buen día de 1904, dicen, se ubicó en el borde del campo, y empezó a avivar al equipo de sus amores: el Club Nacional de Montevideo, fundado en 1899.
Cuentan que Reyes buscaba la mejor ubicación, y así encontró que detrás del arco rival podía ayudar con más efectividad a su equipo. Desde allí hacía indicaciones a los delanteros, a uno en especial, un tal Cauteruzzi, para que rematara o diera pase, en función a la ubicación de los defensores contrarios.
Él empezó a darle vida, alegría y aliento a club desde la cancha, y así lo vieron los atildados asistentes de esos años, ubicados en las tribunas de madera. Tanto fue su ahínco que su voz de “¡Vamos, Nacional, vamos!” fue rápidamente identificada. “¿Quién es él?”, preguntaba la gente.
Y allí, reconocido por muchos asistentes (que empezaban a ser hinchas sin saberlo), se escuchaba la respuesta: “Es Prudencio, el hinchapelotas del club”; y, luego, solo: es el “hincha del club”.
Los que simpatizaban con el Nacional de Montevideo, empezaron a imitar a Prudencio Reyes. Dejaron el silencio, la timidez, y después hincharon con más organización y más bulla, la bulla de la masa, en la que todos nos perdemos.
La historia que vino después ya es conocida por todos, pues surgieron los barristas, las banderas, las pancartas, los tambores, etc.
EL DESTINO DE LA PALABRA ‘HINCHA’ EN EL DICCIONARIO DE LA RAE
Dicen, con razón, que el hincha es el jugador número doce en el estadio. No patea la pelota, pero es el motor para hacerlo. Así, la palabra ‘hincha’ se fue convirtiendo en un término cada vez más popular, y utilizado en medios o secciones deportivas del mundo hispanoparlante.
Sin embargo, aunque parezca increíble, recién en 1970, la Real Academia Española (RAE) incorporó la acepción que bien conocía la gente desde los años de don Prudencio Reyes. Hasta ese año, aquella palabra era catalogada de esta forma en el diccionario de la RAE: “Hincha (de hinchar), f. Odio, encono, enemistad”. Era la única acepción.
Luego, desde setiembre de 1970 (tras el mundial de México 70, que ganó el Brasil de Pelé), la RAE añadió la segunda acepción de ‘hincha’: “Simpatizante de un equipo de fútbol”, aunque esto se podía extender a otros deportes como el básquet o el vóley.
Era como estar con los nuevos tiempos a destiempo, porque hacía muchos años que nadie usaba ‘hincha’ como sinónimo o vinculado con el odio, sino curiosamente con todo lo contrario. El ‘hincha’ era el amante, el que amaba a rabiar a su equipo.
De esta manera, en enero de 1971, llegaron los primeros ejemplares de ese nuevo diccionario de la RAE con la nueva acepción consagrada por la Academia. Ya nunca más el hincha pudo ser mal visto; y, más bien, empezó a comprendérsele como se hace con un enamorado irremediable.
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