/ Artículo informativo
En las primeras horas del miércoles 11 de febrero de 1931, antes de las 8 de la mañana, el “Oropesa”, un gran barco de la Pacific Steam Navigation Company, fue visto a lo lejos en el puerto del Callao. Venía escoltado desde Chimbote por los cruceros “Almirante Grau” y “Coronel Bolognesi”, así como por los submarinos “R. 1”, “R. 2”, “R. 3” y “R. 4”. Los chalacos y limeños esperaban ansiosos en el malecón Figueredo y en los alrededores del puerto. Pero después la Policía los despejó para dejar espacio a los reporteros, fotógrafos y a los representantes de las empresas cinematográficas norteamericanas que esperaban filmar cada detalle de ese viaje al Perú.
A las 9 y 30 de la mañana, el Príncipe de Gales (que viajaba también con el nombre de ‘Conde de Chester’) y Jorge de Inglaterra (Duque de Kent desde 1934) desembarcaron al tiempo que el crucero “Almirante Grau” hacía una salva de 21 cañonazos. Luego, cuando las autoridades británicas y peruanas saludaron a “Sus Altezas Reales”, unas escuadrillas de aviones de la Escuela de Aviación de Las Palmas y de la Escuela de Ancón (hidroaviones) surcaron los aires de ese Callao de principios de la década de 1930.
Los saludos de rigor dieron paso a las palabras del prefecto del Callao. Entonces, el Príncipe de Gales pasó revista a la compañía de la Escuela Naval, y ya junto a su hermano, caminó sobre una larga alfombra roja hasta los autos que los llevaría rumbo a Lima. Cada príncipe de la Casa Real de Windsor ocupó un auto blindado y atrás otros tres autos los siguieron con miembros de la legación inglesa. El orden en el Callao se mantuvo gracias al patrullaje de la Policía montada y a la Policía de a pie.
Eduardo y Jorge de Inglaterra estaban algo lejos de la cordial informalidad del norte peruano. El Comercio de la edición de la tarde detalló el recorrido: los autos tomaron rumbo a Lima por la antigua avenida Progreso (hoy Venezuela), “hasta llegar a Bellavista, donde se desvió, frente a La Perla, por la avenida Costanera, pasando por San Miguel y Magdalena Nueva (hoy Pueblo Libre), para ingresar a la avenida Brasil y desembocar en el Paseo Colón”. Recordemos que tras el incendio de 1923 del antiguo Palacio Municipal, el municipio limeño funcionaba entonces en el Palacio de la Exposición (hoy Museo de Arte de Lima), justamente en el Paseo Colón, que es a donde se dirigieron los visitantes británicos.
Durante aquel trayecto, “fueron objeto de vivas demostraciones de simpatía del numeroso público que estaba estacionado en el recorrido de dichas calles, en los balcones, ventanas y puertas de las casas (…)”. De aquello tomó registro detallado Ian Lucas, el corresponsal especial de la agencia de noticias inglesa Reuters, quien no se separaba para nada del séquito oficial.
LOS PRÍNCIPES INGLESES SON AGASAJADOS POR EL PÚBLICO LIMEÑO
Eduardo de Gales (futuro rey) y Jorge, vestidos con tonos grises y azules, recibieron un homenaje de parte de la Municipalidad de Lima, el Palacio de la Exposición, donde estaba alojado el municipio, fue bellamente adornado con el escudo de la ciudad como emblema máximo y guirnaldas de flores naturales, además de cuadros de autores republicanos. Fue la ocasión para que los cuerpos de oficiales de la Guardia Civil y Policía, en traje de gala, saludaran el paso de los príncipes por el hall municipal.
El alcalde de Lima, Antonio Eguiguren estrechó las manos del Príncipe de Gales (‘David’ para los más cercanos) y de Jorge de Inglaterra. El himno de la isla británica resonaba en el recinto. Fue una ceremonia en la que, sentado en el centro, Eguiguren tenía a su derecha al Príncipe de Gales y a su izquierda al príncipe Jorge. El ministro de RR.EE y el ministro de Gran Bretaña en los extremos. Estaban, también, infaltables como sombras adheridas al cuerpo de los nobles ingleses, unos detectives que la prensa calificó como los “inseparables”. Se trataba de la seguridad que el gobierno peruano había destacado para actuar ante cualquier contratiempo.
Luego del discurso del alcalde limeño, interrumpido varias veces por los aplausos de la concurrencia y donde dio en el clavo con o sin intención (“vienen en busca de horizontes para su actividad creadora, en demanda de materias primas y de mercados para el comercio y sus industrias”), el Príncipe de Gales tomó la palabra no sin antes haber tomado nota de lo dicho por el alcalde. En perfecto castellano, pronunció este brevísimo discurso.
"Señor alcalde, señores:
Antes que nada debo declarar que no estoy acostumbrado a pronunciar discursos en español, pero puedo decir, señor Alcalde, cuán agradecidos estamos yo y mi hermano de la afectuosa acogida que nos hace la ciudad de Lima.
Nos sentimos también muy honrados al recibir las medallas que usted acaba de darnos y que guardaremos siempre como recuerdo de su amabilidad.
Cuando la emoción es grande, el discurso es corto".
Entre aplausos para cada frase que hicieron más larga la alocución real, el futuro rey y su hermano estaban listos para ser declarados “Huéspedes de Honor” de Lima. Más vivas para los príncipes y el “God Save The King” en la orquesta. Champaña para el brindis y el libro de visitas para las firmas reales. Afuera, en la calle, el pueblo limeño se volcó en pleno para apreciar a los jóvenes miembros de la realeza británica y mostrarles la misma calidez que recibieron en el norte peruano.
LA REALEZA BRITÁNICA EN EL ANTIGUO PALACIO DE GOBIERNO
Enseguida, desde el Paseo Colón se dirigieron al Palacio de Gobierno, en la plaza de Armas. Pasaron en automóvil por el Jirón de la Unión, principal arteria vial que no solo estaba adornada sino que estaba repleta de gente que saludó efusivamente a los príncipes y su séquito. Ellos respondieron a esas muestras de simpatía con otras que fueron bien recibidas por el público. Lima nunca había recibido a miembros de la realeza británica; por ello era entendible la emoción reinante en esos días.
Para el mediodía estaba prevista la visita a Palacio de Gobierno, un local que ya estaba reconstruido en parte (desde el incendio de 1921). Por tercera o cuarta vez los príncipes escucharon los arreglos del “Dios Salve al Rey”, esta vez por la banda de músicos del regimiento “Guardia Republicana”.
La entrevista con el presidente de la Junta de Gobierno, general Luis M. Sánchez Cerro (seis meses antes había derrocado a Augusto B. Leguía) creó mucha expectativa entre el público que abarrotó los alrededores de palacio y la misma plaza. Como en el local municipal, también aquí estaban ocupando los lugares más estratégicos los fotógrafos y la gente norteamericana que filmaba cada movimiento de los visitantes británicos.
Sánchez Cerro, vestido con su uniforme de diario (solo sus edecanes lo hicieron con traje de visita), invitó a sentarse a los príncipes en los nuevos y lujosos muebles estilo Luis XIV palaciegos. Fue una charla breve, pero cordial (unos 20 minutos) con el ministro de RR.EE del Perú y el plenipotenciario de Inglaterra como testigos. Hablaron gran parte del tiempo en español sobre los motivos de su visita a la región y lo vivido tanto en Talara como en el Callao, destacando los príncipes la forma “culta” y “cariñosa” en que se ha portado el pueblo peruano.
El presidente en funciones entregó al Príncipe de Gales la Gran Cruz con brillantes de la Orden del Sol y otra condecoración de la misma Orden del Sol para su hermano Jorge. Los toques de la Marcha de Banderas acompañó la salida de Palacio de Gobierno de Sus Altezas Reales. En las calles, balcones y ventanas las familias limeñas saludaron especialmente al heredero de la corona británica, por lo cual este respondía descubriéndose a cada instante.
En su regreso por el Jirón de la Unión, los aplausos no disminuyeron hasta que terminaron de pasar por todo el jirón hasta la plaza San Martín. Así se convirtieron en los huéspedes ilustres de Lima más recordados de esa década. Pero un descanso era necesario, y de esa forma los llevaron a la legación británica, ubicada en un palacete completo en el Country Club, en San Isidro. En el camino, los huéspedes de honor vieron las casas inglesas embanderadas y las de los peruanos también con la querida bandera bicolor.
Como era costumbre de protocolo, por la tarde de ese mismo día Sánchez Cerro y sus ministros devolvieron la gentileza de la visita real e hicieron una incursión breve al Country Club, donde estaba la legación británica. En esa ocasión, el Príncipe de Gales le entregó la condecoración de la Gran Cruz de la Orden del Imperio Británico al primer mandatario.
Esa misma tarde, tras un breve descanso (el único que tuvieron), los hijos del rey Jorge V de Inglaterra tuvieron ganas de jugar al golf y lo hicieron por dos horas en los campos del propio Country Club. Después se cambiaron y estuvieron listos para recibir, desde las 7 hasta las 8 de la noche, el saludo de los miembros de la colonia británica residente en la capital.
Aunque pareciera hoy en día que estas ya eran suficientes actividades para una sola jornada, en esos tiempos el ritmo era intenso. Más allá de la 9 de la noche, los príncipes ingleses debían alistarse para el banquete organizado por el presidente Sánchez Cerro en el propio Palacio de Gobierno, en el centro de Lima. Casi a las 10 de la noche hicieron su aparición en la sede del Gobierno. Fue una jornada para gente resistente y, sin duda, el Príncipe de Gales y Jorge de Inglaterra lo eran.
En esa ocasión, luego de las palabras lisonjeras del presidente de la Junta de Gobierno para con el “Imperio Británico” y sus representantes en Lima, el Príncipe de Gales tomó otra vez la palabra y dijo:
"Señor Presidente:
Pocas palabras para agradecerle su hermoso discurso. Mi conocimiento de español es muy limitado todavía; quiero sin embargo decirle en su propio idioma cuán reconocido quedo a la nación peruana por las muchas demostraciones de que hemos sido objeto mi hermano y yo. Hacía tiempo deseaba visitar el Perú, cuya historia legendaria con la tradición de los Incas me era bien conocida. Hoy que estoy en esta capital no quiero perder la ocasión de visitar también la capital de los Incas, la ciudad del Cuzco, con sus murallas milenarias. Y estoy seguro que voy a satisfacer muchas ilusiones después de haber visitado el interior de este gran país (…)".
Terminó recordando de nuevo, como lo hizo en Talara, el aporte británico en la lucha por la independencia e hizo votos por superar los problemas contemporáneos “prestándonos ayuda recíproca”. Luego del banquete, pasaron al Salón Dorado para una “tertulia entre tazas de café y cigarrillos”.
Aunque parezca increíble, la jornada no terminó allí. Al salir de Palacio de Gobierno, en medio de vivas y protocolos, los dos huéspedes ilustres debieron participar, pasadas las 12 de la noche, en un “baile de honor”, que organizó la International Petroleum Company (IPC). Todos los salones del Country Club lucían animados y bien decorados con luces y flores. No hay duda de que ese día, los príncipes de Gran Bretaña tuvieron el gusto de escuchar su himno innumerables veces. La reunión terminó “muy avanzada la madrugada”, reseñó El Comercio.
Así, pero menos agitada, continuaron los siguientes dos días en Lima para los históricos visitantes. Se supo que además del descanso, el jueves 12 de febrero los príncipes visitaron museos como el de Antropología Peruana, en Magdalena Nueva (Pueblo Libre) e iglesias como la de San Marcelo; asimismo, palacetes como el de Torre Tagle y el de la Perricholi.
Entre el viernes 13 y el sábado 14 de febrero atendieron las invitaciones particulares de algunas familias peruanas que viajaron con ellos en el vapor “Oropesa”. Y hasta se dieron tiempo para asistir al Lima Cricket y presenciar una fiesta deportivo-social que organizó la directiva del club en honor a Sus Altezas Reales.
LA VISITA DE LOS PRÍNCIPES DE INGLATERRA AL DIARIO COMERCIO
En su camino hacia el banquete nocturno en Palacio de Gobierno, el mismo día que llegaron a la capital, los príncipes Eduardo y Jorge pasaron por el histórico local de El Comercio, en el jirón Lampa. Vieron sin duda la imponente fachada de un edificio que iba a cumplir recién 7 años de haber sido inaugurado (4 de mayo de 1924).
Quizás esa impresión, y la historia de un diario con 92 años de actividad permanente, hicieron que los dos miembros de la realeza británica decidieran visitar el sábado 14 de febrero el diario decano, guiados por el propio director Antonio Miró Quesada y el director-gerente, Aurelio Miró Quesada.
En verdad, fue una grata sorpresa. El diario se movilizó rápidamente para recibir al Príncipe de Gales y a su hermano Jorge. Llegaron con el ministro plenipotenciario de Gran Bretaña, el señor Bentinck; con Lord Ednam y miembros de su comitiva. Estuvieron en el hall principal de la imprenta donde fueron aplaudidos por el personal.
Junto a los directivos de El Comercio conocieron las otras dependencias del local, como la dirección y la redacción. El heredero de la Casa de Windsor se mostró interesado en saber de la época de la fundación y también de información actual, como su tiraje. Antonio Miró Quesada tuvo el placer de contarle que en agosto del año anterior habían alcanzado a imprimir “algo más de 82,000 números”.
Los príncipes ingleses no pudieron irse sin conocer la hermosa biblioteca del diario; allí se interesaron en el estilo colonial del decorado y el mobiliario. Visitaron también el archivo, donde el Príncipe de Gales se interesó por “algunos fotograbados de su ilustre padre, el rey de Inglaterra, examinándolo con atención, mientras se le explicaba la organización del archivo”.
Pasó a ver los linotipos, que ya conocía bien por sus visitas a los diarios londinenses. No pasó desapercibido para él la nueva prensa del diario. Era una máquina soberbia que había entrado en funcionamiento en 1929. Con ella se podía imprimir a una velocidad de 40 mil ejemplares por hora. El de Gales dijo sin ninguna duda: “Tienen ustedes una instalación ‘Up to date’”. Finalmente, el futuro rey tuvo un gesto simpático al probarse uno de los gorritos de papel que los operarios se hacían para su jornada laboral.
Acompañados hasta la puerta principal por Antonio y Aurelio Miró Quesada, los príncipes recibieron con mucha alegría los aplausos de la gente que espontáneamente se congregó en la entrada del diario apenas supieron que los visitantes estaban en El Comercio.
LAS HORAS FINALES DE LOS PRÍNCIPES EN LIMA
Del local del diario decano, hacía el mediodía, fueron hasta Palacio de Gobierno para despedirse personalmente del presidente Luis M. Sánchez Cerro. Este los recibió en el Salón Dorado y luego pasaron al Salón de Diplomáticos, construido especialmente para aquella visita inolvidable.
Tras 15 minutos de breve charla y un brindis con champaña, fueron acompañados por el jefe de Estado hasta la puerta principal del nuevo palacio. Nuevamente, los limeños aglomerados ante la expectativa de verlos expresaron su beneplácito de tenerlos entre ellos por esos días. La Marcha de Banderas acompañó a sus altezas hasta que el auto que los conducía desapareció en el jirón de la Unión.
El domingo 15 de febrero, muy temprano, tomaron en Las Palmas el avión que los conduciría a Arequipa, primero; para luego llegar al Cusco, donde esperaban conocer más del Perú. Durante el viaje fueron escoltados por otros dos aviones peruanos hasta su destino al sur del país.
El miércoles 18 de febrero de 1931 fue el último día en el Perú para los hijos del rey de Inglaterra Jorge V (más de una semana en total). Luego de conocer y maravillarse en el Cusco conocieron Puno, y desde allí, cruzarían la frontera para estar el jueves 19 en La Paz, Bolivia.
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