Episodio 1: cuando el futuro rey de Inglaterra y su hermano Jorge conocieron Piura en 1931
A una semana de la cuarta temporada de la popular serie de Netflix The Crown (“La Corona”) recordamos, en dos partes, el viaje que en 1931 hizo el Príncipe de Gales al Perú. El futuro rey Eduardo VIII, que abdicó por amor, llegó aquí el mismo año que conoció a su musa Wallis Simpson.
El entonces Príncipe de Gales (1894-1972) y heredero de la corona británica (luego de su abdicación conocido solo como Duque de Windsor) desembarcó en Talara, Piura, el lunes 9 de febrero de 1931, junto a su hermano, el príncipe Jorge (Duque de Kent desde 1934). Tres días antes, el viernes 6, habían navegado desde la isla de Cuba a Panamá. En este último país, el domingo 8, sobrevolaron la Zona del Canal en un trimotor Ford de la Pan American Airways y, de regreso a Panamá, se reembarcaron en el vapor “Oropesa” para aproximarse a la zona ecuatorial, la mitad del mundo, y ya muy cerca del Perú.
El futuro rey Eduardo VIII de Inglaterra y su hermano Jorge hicieron historia al alternar con autoridades civiles y militares peruanas, cuerpos diplomáticos y miembros de la Colonia Británica en el norte peruano. Pero antes, bien instalados en el barco “Oropesa”, Sus Altezas Reales atravesaron la línea ecuatorial y, obligados por la tradición, realizaron a bordo una alegoría muy típica para los primerizos que navegaban por esa parte del mundo.
SUS ALTEZAS REALES Y EL ESTRAMBÓTICO RITUAL DE LA LÍNEA ECUATORIAL
El Príncipe de Gales se vistió de barbero y afeitó a los principiantes “en los secretos de Neptuno”, incluido el príncipe Jorge, su hermano menor. El Comercio publicó una información del All America Cables Inc., a través de su oficina en Paita. La descripción es notable y revela la verdadera personalidad del hombre que asumiría el reinado de Gran Bretaña, entre enero y diciembre 1936, pero que luego de once meses renunciaría a todo.
El futuro rey de Inglaterra, vestido con un pintoresco traje de baño y armado de una gigantesca navaja de afeitar, hecha de cartón, haría la barba a los neófitos, en tanto que su escudero les daría una mano abundante de jabón bajo la cual desaparecerían las facciones de los iniciados, ya que sus rostros quedarían convertidos en una masa blanca de espuma en la que no se vería ni ojos, ni narices ni boca, indicaba el cable desde Paita.
Pero el Príncipe de Gales se ensañó, en el principio del juego, con su hermano Jorge. Mandó traerlo con la “policía” del barco, ante lo cual el joven príncipe se defendió, tratando de impedir su captura. Entonces, el rey Neptuno (el Príncipe de Gales), con voz tonante, acusó a Jorge de Windsor de mala conducta.
Decía el cable: “Muerto de risa y entre sonoras carcajadas y un griterío ensordecedor de todos los viajeros, el Príncipe de Gales ayudó a la policía a sujetarlo para que ingiriera las píldoras y demás remedios recetados por los médicos de la corte neptunesca; luego el ayudante del príncipe-barbero dio una abundante mano de jabón al rostro del Príncipe Jorge y el heredero británico procedió a despacharlo lleno de alegría”.
Las ganas de divertirse del heredero estaban enfocadas en Jorge, sin duda, lo que provocó grandes risas y celebraciones de toda la tripulación, entre oficiales y pasajeros del “Oropesa” luego de cruzar la mitad del planeta en alta mar. Pero la cuestión no quedó allí para Jorge. Ya entrando en aguas peruanas, el rito llegó casi a su final, cuando el Príncipe de Gales agarró a su hermano, lo levantó en vilo y sosteniéndolo de los talones lo lanzó a la improvisada piscina del barco. Allí Jorge de Windsor fue zambullido “sin compasión ni miramiento alguno”. Desde esa piscina, sentado, impotente, el hermano del futuro rey observaría cómo los otros veintitantos iniciados seguían su mismo camino hasta ser revolcados a la misma piscina.
LOS PRÍNCIPES DE INGLATERRA EN EL NORTE PERUANO
Tras llegar a Cabo Blanco, a las 9 de la mañana del lunes 9 de febrero, Sus Altezas Reales visitaron un hospital y luego la zona petrolera de Talara, donde vieron un pozo en proceso de perforación y, para que puedan comparar, un pozo ya perforado y en plena producción de la International Petroleum Company (IPC). El más interesado en el tema petrolero era el heredero de la corona británica. En automóvil se dirigieron a Lobitos, donde visitaron el Club Inglés y el Príncipe de Gales leyó un diario en español (o al menos lo hojeó).
De regreso a Talara, ambos fueron atendidos en el Club Peruano, cuyo presidente les dio una primera bienvenida oficial al Perú. El futuro rey agradeció el saludo y el recibimiento cálido del pueblo peruano. Luego, los príncipes ingleses firmaron el libro de visitantes. Antes de irse, un viejo huaquero les regaló a Sus Altezas Reales un par de huacos prehispánicos.
A eso de las 4 y 30 de la tarde partieron con el vapor “Oropesa” de nuevo rumbo a Paita, escoltados por aviones de la línea aérea Panagra. Llegaron al puerto de Paita a las 7 de la noche. De esta forma, Piura los acogía por unas horas. Los visitantes reales no pronunciaron ningún discurso oficial, pero dejarían constancia de su beneplácito de esos días de verano en el norte peruano.
Sin duda, toda la prensa nacional tenía en la mira al Príncipe de Gales, pues era el predestinado para suceder en el reinado británico a su padre, el rey Jorge V de Inglaterra (ello sucedería 5 años después). Oficialmente se les debía llamar “Sus Altezas Reales, el Príncipe de Gales y Jorge de Inglaterra”. Y, por supuesto, hubo hasta una “Comisión de Adscritos” del Perú dedicada a cuidar los detalles de la visita real británica, encabezada por el ministro de Relaciones Exteriores, el coronel Ernesto Montagne.
En su camino hacia Lima en el “Oropesa”, el Príncipe de Gales agradeció mediante una carta la hospitalidad peruana, y recordó el papel que ciudadanos británicos desempeñaron en las luchas por la independencia del Perú, como lo fueron Lord Thomas Cochrane, Martín Guise, Guillermo Miller, etc.
La carta publicada en El Comercio el 11 de febrero de 1931 decía lo siguiente: “En ocasión de la primera visita que yo y mi hermano hacemos al Perú y aprovechando la cortesía de la prensa, deseo manifestar al pueblo peruano lo feliz que nos sentimos al satisfacer nuestro antiguo anhelo de visitar este país, a cuyo desarrollo y liberación estuvo la Gran Bretaña tan íntimamente ligada. Estoy seguro que nuestra corta visita será agradable e instructiva para nosotros y espero que contribuya a estrechar aún más las amistosas relaciones que siempre han existido entre la Gran Bretaña y el Perú. Mi deseo, el más sincero es que el Perú pueda vencer con toda felicidad las dificultades económicas con las que debe luchar actualmente, como sucede a la mayor parte de las naciones del mundo”.
Edward P.
Eligió firmar como Edward, porque era su primer nombre de un nombre completo muy largo. Su Alteza Real había sido bautizado como “Edward Albert Christian George Andrew Patrick David”. Aunque, en verdad, la familia real lo llamaba David, su último nombre.
El Príncipe de Gales comenzó a viajar representando a su padre el rey Jorge V desde que tenía 22 años, tras casi el final de la primera guerra mundial (1914-1918) y así lo haría hasta 1935, antes de asumir el poder real debido a la muerte de su padre. Era un heredero muy popular y al Perú llegó en una de sus giras por el mundo, con la historia de ser aparentemente contradictorio, porque era visto como alguien snob y hasta “inmaduro”, pero a la vez como alguien capaz de romper protocolos para acercarse al dolor humano. Esto lo probó cuando visitó inopinadamente las zonas más pobres de Inglaterra afectadas por “crack” de 1929.
Ese mismo año de 1931, en enero, un mes antes de llegar a tierras peruanas, el Príncipe de Gales había conocido en Londres, en una fiesta de una amiga en común, nada menos que a Wallis Simpson, la mujer casada y luego divorciada de la que se enamoraría en los años siguientes, y por la cual abdicó de la corona británica en diciembre de 1936, es decir, 11 meses después de asumirla en enero de ese mismo año.
Lima esperaba a ese maduro príncipe, soltero, vital e impredecible, que encantaba a todos, a nobles y plebeyos, y que en la capital peruana causaría tanto revuelo, admiración y ensueño.