Las celebraciones del Centenario de la Independencia del Perú -en 1921- son consideradas como las más fastuosas de todas. No solo se inauguraron una serie de monumentos y plazas que transformaron Lima, sino que se vivió un entusiasmo nunca antes visto.
Se recibió a delegaciones de diversos países, representantes de Argentina, Francia, Colombia, y enviados del Papa y del Rey de España, quienes participaron en las celebraciones y banquetes oficiales.
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Los actos oficiales comenzaron el 27 de julio cuando se develó el monumento al Libertador José de San Martín. El Comercio informó: “A las 12 y 30 se hizo un religioso silencio entre la muchedumbre, cuando el presidente, señor Leguía, acompañado del mariscal Cáceres, de los miembros de Estado y de su casa militar, descendió de la tribuna presidencial y avanzó hacia las gradas del monumento para proceder a decorrer el velo”.
Un aviso publicado en el decano informaba que se ofrecerían vasitos de cerveza Pilsen Perú gratis a los que asistan a la Exposición Industrial Internacional ubicada en la Plaza San Martín.
Mientras tanto en los bares y cantinas chalacas los militares argentinos y los marinos de diversas nacionalidades fraternizaron con nuestros compatriotas en tan importante fecha.
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Pasada la medianoche, llegado el centenario, el entusiasmo se hizo más palpable en el Palais Concert, el Estrasburgo, el Café Roma y diversos clubes sociales. Los jóvenes cantaban el Himno Nacional en las calles y las vivas al Perú se escucharon hasta las 5 de madrugada.
En el día central del Centenario, la liga peruana de ‘foot-ball’ organizó carreras de resistencia y velocidad en la avenida Grau. A las 10:00 a.m. se realizó el Te Deum en la Catedral. A media mañana se lanzaron bombardas japonesas en diversos puntos de la capital. También se realizaron funciones de cine para los niños y a partir de las 2:00 p.m comenzaron las fiestas en los clubes como el Ciclista Lima, Ciclista Callao, por mencionar algunos.
La noche del 28 la mayor parte de la ciudad quedó, por primera vez, iluminada. “Viéndola de ciertos sitios, ofrecía la impresión de un voraz incendio cuyos reflejos llenaban de luz el firmamento”, describía la escena uno de nuestros periodistas.
Entre los edificios iluminados destacaban el Palacio de Gobierno, la Cámara de Diputados, la Municipalidad, el ministerio de fomento, y el Paseo Colón y la Plaza San Martín. Las veredas resultaban estrechas para el mar de gente que salió a celebrar. Como no podía ser de otro modo, la fiesta terminó con fuegos artificiales.
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