Durante la Segunda Guerra Mundial el Bismarck, de 35.000 toneladas, el más veloz de su época (31 nudos de velocidad), navegó por los mares del Atlántico sembrando temor entre sus enemigos por su enorme potencia de fuego. Siempre lo escoltaba el Prinz Eugen.
Su principal objetivo era destruir los convoys que llevaban alimentos y combustible a Inglaterra. El día 20 fue avistado por un avión spitfire inglés. La caza de la mayor maquinaria de guerra nazi había empezado.
Alertados sobre el desplazamiento del Bismarck por el estrecho de Dinamarca (entre Islandia y Groenlandia), los cruceros británicos Príncipe de Gales y Hood se dispusieron a interceptarlo.
El día 24 ambas flotas estuvieron frente a frente e intercambiaron varias andanadas de disparos. Uno de los cañonazos del acorazado alemán impacto en el almacén de pólvora y municiones del Hood, que se partió en dos tras la explosión, perdiendo la vida 1.421 hombres.
A partir de allí la persecución del Bismarck fue implacable. Pero el buque comandado por Lutjens había sido impactado y tuvo que descender su velocidad a solo 28 nudos, obligándolo a dirigirse a un puerto de Francia para las reparaciones necesarias. Dos días después fue identificado por un hidroavión británico, quien comunicó su posición.
Entonces fueron lanzados desde el portaaviones Ark Royal un grupo de aviones Swordfish, que dirigieron sus torpedos contra el buque alemán, averiando su timón y dejándolo a la deriva.
Expuesto a la artillería enemiga, en la mañana del día 27 los buques Rodney, Rey Jorge V y el Dorsetshire lo vapulearon a cañonazos hasta hundirlo definitivamente. Solo se salvaron 115 marineros de los 2.220 que formaban parte de la tripulación del famoso Bismarck.
Fue en dos ediciones vespertinas consecutivas, del mismo día en que la batalla marítima llegó a su fin. En su Primera edición de la tarde el decano tituló: “Fue hundido el acorazado Bismarck”.
También explicó que la nave alemana se vio acorralada por los buques británicos Rey Jorge V y el Príncipe de Gales. Aunque los primeros despachos no abundaban en detalles, se afirmaba que el Bismarck se había ido al fondo del mar a 400 millas al oeste de Brest (Francia).
El acorazado, que era temido por las fuerzas británicas, después que hundió el poderoso crucero Hood, había perdido velocidad debido al impacto de un torpedo, según informó su capitán Lutjens.
En su segunda edición de la tarde, El Comercio amplía información anunciando en su portada: “Aviones lanzatorpedos despegados del Ark Royal decidieron la suerte del Bismarck”. Así quedaba confirmada la desaparición del navío alemán.
El capitán del Bismarck estuvo en el Perú en enero de 1935 al mando del crucero Karlsruhe, nave que comandaba oficialmente desde el año 1927. El 25 de enero de 1935 acudió con los más altos oficiales de su nave a presentar su saludo al presidente del Perú, Oscar Benavides, quien los recibió en el Salón de Embajadores, según informó El Comercio.
La visita de la delegación germana fue parte de la llegada de numerosas embajadas y representantes de todo el mundo, quienes arribaron a nuestra capital a expresar su saludo por la celebración del IV Centenario de la fundación de Lima. Acompañando al crucero Karlsruhe llegó el transporte Hansa, quien le abastecía de petróleo.
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