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En la calle Las Carrozas, lo que hoy es la cuadra 1 del jirón Huánuco, en Barrios Altos, nació Luis D’Unián Dulanto, el 4 de marzo de 1925. De niño jugueteaba en la ‘Huerta Perdida’, su espacio vital, y allí mismo se escondería luego de cometer sus iniciales asaltos en plena adolescencia. Cuando la Policía lo capturó por primera vez, a los 17 años, en 1942, ya le decían ‘Tatán’ (Tarzán mal pronunciado).
Pero ‘Tatán’ estaba predestinado a ser casi siempre noticia de portada de los diarios limeños hasta su último día de vida. A los 20 años, con su propia banda robó 68 mil soles de una empresa en Lima. Una parte de su banda de siete sujetos fue capturada en la capital, pero otra parte, en la que se encontraba él, escapó al norte del país.
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‘Tatán’ y dos de sus compinches llegaron a Guayaquil, Ecuador, donde también robaron por un tiempo. De allí, luego de atraparlos a punta de balazos, las autoridades ecuatorianas los deportaron en un barco hasta Paita, Piura. Allí subieron a otro barco, el ‘Mantaro’.
Esa nave fue la encargada de transportar a los delincuentes a Lima. Los custodiaban detectives de la Brigada Criminal. Así, llegaron al puerto chalaco el 26 de febrero de 1946. Pero ‘Tatán’ tenía una aberración a estar encerrado. Por eso, en el mismo Terminal Marítimo trató de fugar, con esposas y todo. No fue muy lejos. Recapturado su destino era la Cárcel Central de Varones de Lima, a la entraron como reclusos recién el 30 de marzo de ese año.
Dirigidos en la misma cárcel por su joven jefe `Tatán’ de 21 años y meses, los miembros de la banda actuaron con astucia, habilidad y oportunismo. Ricardo Moreau Mena (a) ‘Cucho’ y Guillermo Fernández Caballero (a) ‘Conde’ empezaron a tener, de la nada, raptos “psicóticos” y denunciaron estar volviéndose locos.
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De esta forma, estos reclusos lograron ser trasladados al hospital psiquiátrico “Víctor Larco Herrera”, en Magdalena del Mar. De ese centro médico fugaron apenas empezado el mes de julio de 1946 (el mismo año de su encarcelamiento). Por esos días, testigos dijeron que los habían visto concurriendo a salas de cine en el Callao y La Victoria.
Solo ‘Cucho’ logró ser recapturado y devuelto a prisión. A ‘Conde’ se lo había tragado la tierra. Pero lo que vino luego fue el plato fuerte. Sucedió en la noche de Año Nuevo, en la primera hora del 1 de enero de 1947.
LA POLICÍA DE INVESTIGACIONES PUDO EVITAR LA FUGA DE ‘TATÁN’ Y SU GENTE
El Comercio realizó sus propias investigaciones dentro y fuera del penal, y los reporteros asignados al caso supieron antes un dato que después los investigadores policías indicarían en su informe final: poco antes de Navidad, en la Cárcel Central de Varones se hablaba ya de que “se planeaba la fuga de Tatán y su gente”.
Los reporteros del diario decano averiguaron e informaron que la Policía de Investigaciones había estado en los penales (Cárcel Central y Penitenciaría, ambas una al lado de la otra), el lunes 23 de diciembre de 1946, es decir, ocho días antes de la ejecución del plan de fuga. El objetivo era hacer una inspección, pues sus fuentes dentro del penal les habían dado el dato de una posible fuga para el miércoles 25 de diciembre.
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“Cuando estos miembros de Investigaciones llegaron al Penal, los reclusos se hallaban en el canchón y no se pudo llegar hasta ese lugar, pues los detenidos estaban en grupos, con caras extrañas, chavetas en los bolsillos, dando un aspecto no muy alentador. Los detectives indicaron la necesidad de sacarlos de allí, y separarlos para poder realizar el trabajo que los llevaba”, publicaría El Comercio días después, el 4 de enero de 1947.
La situación era de dominio absoluto de los reclusos en el penal. Los investigadores policiales no quisieron arriesgarse a meterse entre tantos delincuentes a los que ellos mismos habían capturado o ayudado a capturar. “Allí estaban libres para cualquier actitud, más considerando que todo lo que pasaba en el canchón, se toma como obra colectiva”. (EC, 4/2/1947)
Los policías de investigaciones se percataron, además, que las propias autoridades penitenciarias los miraban con desconfianza o recelo. En la Cárcel Central de Varones, con presos más hacinados que en el antiguo ‘Panóptico’ (Penitenciaría), todos los consideraban unos “alarmistas”. Siendo así, los miembros policiales debieron retirarse “sin poder cumplir sus propósitos”. (EC, 4/2/1947)
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EL ESCAPE DE TATÁN Y SU BANDA: SILENCIOSOS Y ESPECTACULARES
Todo había sido tan rápido que las autoridades tardaron en reaccionar o, en realidad, tardaron en salir de sus distraídas celebraciones de fin de año. El Comercio arrancó 1947 con esa noticia, la primera que se cubrió. El escape fue considerado “espectacular”. (EC, 2/1/1947)
Fugó no solo ‘Tatán’ sino también otros cuatro internos de su banda de la Cárcel Central de Varones. Se confirmó que su plan de escape había empezado exactamente a la medianoche, justo en el cambio de año, de 1946 a 1947, un momento, como era costumbre, de gran fanfarria, bulla y festejo general.
Al día siguiente, el director general de Establecimientos Penales (el INPE de esa época), Julio Altmann Smith admitió que la fuga se había dado en ese instante de cambio de año. Y se confirmaron los nombres de los prófugos: Luis D’Unián Dulanto (a) ‘Tatán’, Ricardo Moreau Mena (a) ‘Cucho’, Américo Punin Montalvo (a) ‘Punin’, Francisco Chávez (a) ‘El Tenebroso’ y Marcos Pérez Bautista (a) ‘La Pistolera’.
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Ellos habían hecho un forado en una de las celdas que ocupaban en la Cárcel de Varones. Como si se tratara de una película, los delincuentes peruanos hicieron sigilosamente un hoyo en la delgada pared, a través del cual llegaron hasta el patio del penal.
De allí, tras cruzar un patio, dos puertas y un muro, ‘Tatán’ y su banda llegaron al penal contiguo, la antigua Penitenciaria Central de Lima (‘Panóptico’). Así lo contó la autoridad penitenciaria de entonces: “Luego se descolgaron a la Penitenciaría Central, llegando hasta el patio que da frente al Paseo de la República y avenida Bolivia. Ya allí los cinco delincuentes han llegado hasta la puerta del Paseo ganando la calle”. (EC, 2/1/1947)
¿Complicidad de algunos vigilantes carcelarios o policías, o simple negligencia de estos? Lo más probable es que fuera lo primero. Era imposible cruzar dos centros penitenciarios (Cárcel de Varones y Penitenciaría) sin haber sido avistados por los guardias republicanos, encargados entonces de la seguridad interna de los penales.
Incluso, el torreón de vigilancia de la vieja Penitenciaria contaba con un miembro de la Guardia Republicana en custodia permanente. Pero nada funcionó o no quiso funcionar.
Es más, limaron dos rejas y llegaron a una puerta que tenía un foco prendido toda la noche y que iluminaba el extenso patio. Por allí era imposible salir sin ser vistos. Todo ello sumó a la idea de algún tipo de ayuda, en pocas palabras, de corrupción de algún funcionario o agente policial.
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La Policía se movilizó en brigadas y las fotos de los prófugos empezaron a recorrer todo el país. Incluso se avisó a las autoridades de las fronteras. Nada podía impedir sus recapturas, decía el director general del futuro INPE. Este informó también que “una exhaustiva investigación se abriría de inmediato”.
Lima entera vivió en zozobra esos 13 días de fuga (del 1 al 13 de enero de 1947), y es que no era la primera vez que esto sucedía; en algunas ocasiones los malhechores fugitivos, para no ser recapturados, terminaban dentro de las casas y tomaban de rehenes a sus dueños.
Pero, ¿dónde se hizo exactamente el forado de la “libertad”? No podía ser en otra que en la celda de ‘Tatán’. Él quería mantener el control de ese momento clave del proceso de escape. Esta celda se ubicaba en el segundo piso de un pabellón, la primera si contamos desde el fondo. Entonces, la Policía dedujo el escenario: luego de cerrar las celdas, los funcionarios penales dejaron a los internos solos.
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Fue un “plan perfectamente calculado y coordinado en cuya ejecución debieron de haber intervenido una serie de factores y circunstancias”, decía El Comercio, del 4 de enero de 1947. No hubo una vigilancia eficiente, eso era seguro. La preocupación de las autoridades venía por la peligrosidad de los delincuentes libres. Todos eran reincidentes en diversos delitos y también en fugas de la prisión. Los cinco delincuentes escaparon como fantasmas, como almas que volaron al Paseo de la República.
Una vez a solas, sin vigilantes cerca, empezaron su labor de horas. Aprovecharon el bullicio de los fuegos artificiales que antes de la medianoche explotaban en diversos barrios de Lima por el venidero Año Nuevo, y no cejaron en su meticuloso trabajo de escarbar.
En ese contexto, ‘Tatán y los suyos disimularon el ruido que seguramente hicieron al perforar con una barreta esa pared vieja carcomida por el tiempo, hija del siglo XIX, hasta llegar al canchón de la Penitenciaría, que daba a ese lado de la pared. La abertura era de 50 cm. de diámetro y 70 cm. de largo.
“Luego avanzaron hasta la puerta roja que queda al lado de la panadería, distante unos veinte metros. Ya en la puerta comenzaron a limar y terminaron con el barrote, necesario para abrirla; esta obra duró más o menos una hora y media sin ser advertida”. (EC, 4/1/1947)
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La reconstrucción de la historia de la fuga se completaba con la forma en que los prófugos superaron con el barrote el soporte de la puerta. Con un fierro llamado ‘tonto’ pudieron palanquear la vieja chapa que, pese a ello, les dio pelea, hasta que lograron vencerla.
“Seguidamente limaron el otro soporte que amarra con el candado, y después abrieron la puerta que da frente al Paseo de la República para salir a la calle en la madrugada del 1º del año”. (EC, 4/1/1947). De esta forma, los cinco reclusos no escaparon a sangre y fuego, luchando por su libertad; todo lo contrario, lo hicieron callados, tranquilos, sin escándalos.
Para los investigadores, una de las cosas extrañas de este caso fue que los criminales estuvieran juntos en una sola celda, aun sabiendo que habían realizado los robos más escandalosos de los últimos tiempos y, lo más evidente, la mayoría de ellos había fugado de la cárcel anteriormente (‘Cucho’ tres veces y ‘La Pistolera’ una vez). Libres, en la calle, los reclusos se dieron el lujo de cambiarse de ropa, para no levantar sospechas. Estaban preparados hasta en esos detalles.
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La Inspectoría General de Investigaciones estaba, desde ese mismo 1 de enero de 1947, concentrada en la recaptura de ‘Tatán’ y sus compinches. Los agentes luchaban contra el tiempo, y contra esos escurridizos criminales que contaban con buenos recursos económicos.
El 10 de enero de 1947, Luis D’Unian Dulanto, ‘Tatán’, fue recapturado por la Policía, la cual contó con una red de contactos (‘soplones’) que les dieron el dato -esa vez con certeza- del paradero exacto del criminal prófugo. Esta vez, no perdieron ni un minuto.
Armaron la brigada compuesta por agentes de la Guardia Civil y personal de la comisaría de Bellavista, y minutos después del mediodía de ese viernes 10 de enero lo fueron a buscar a la calle José Gálvez, en La Perla, Callao, informó el diario decano. (EC, 10/1/1947).
Allí, al ver la férrea decisión de los agentes policiales en detenerlo o balearlo si no cedía, ‘Tatán’ no la pensó dos veces. Soltó el arma y levantó los brazos. No estaba solo. Con él se hallaba su compinche Marcos Pérez Bautista (a) ‘La Pistolera’, quien en un acto audaz evadió el cerco policial que se había armado en torno a ellos. Aunque la Policía informó luego que era cuestión de horas su captura final.
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‘Tatán’ pasó el fin de semana bien custodiado, primero unas horas en la comisaría de Bellavista, y luego en el local de la Brigada Criminal, donde permaneció esposado todo el fin de semana. En ese lugar declaró y una vez bien chequeada su identidad, y tras algunas objeciones policiales, las autoridades superiores del Cuerpo de Investigaciones y Vigilancia dispusieron que volviera a la prisión de donde escapó.
El delincuente fue trasladado en la mañana del lunes 13 de enero de 1947, de nuevo, a la Cárcel Central de Varones. “Fue así que a las 9 y 30 am. en el carro celular fue trasladado ‘Tatán’ de los calabozos de la Brigada Criminal al penal. Fue acompañado por el miembro de investigaciones Fortunato Tinoco”. (EC, 13/1/1947)
Frente al penal, en pleno Paseo de la República, el joven criminal bajó del auto policial con una frazada debajo del brazo. Y al ver al cronista de El Comercio, le dijo con sorna: “Regreso después de 13 días, mal número, no me gusta, pero en fin, confiemos en el destino”. El cronista aseguró entonces que “‘Tatán’ no dejó de sonreír en ningún momento”. (EC, 13/1/1947)
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El delincuente limeño volvió a estampar su nombre en el cuaderno de registro de ingreso, y luego cruzó tranquilamente un pabellón, en el que los internos los observaron con interés, curiosidad y hasta con una especie de admiración. ‘Tatán’, quien fue noticia de portada durante esos 13 días, regresó a la misma cárcel casi como un héroe: con una media sonrisa eterna, derrochando cinismo y, eso sí, seguro de que volvería a escaparse. Era un líder nato, pero hecho para el mal.
Su carrera criminal seguiría fuera del penal, y luego pasaría unos años más en otros penales, entre ellos la isla penal de El Frontón. A comienzos de los años 60, ‘Tatán’ regresaría al penal donde más se sentía seguro: la Cárcel Central de Varones. Pero los tiempos habían cambiado, y en vez de recibirlo con admiración, el odio de un interno, que se la tenía jurada, se convirtió en nueve puñaladas en el pecho y abdomen que acabaron con su vida, el 15 de junio de 1962.
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