El 6 de mayo de 1951, a bordo del “Reina del Pacífico”, uno de los transatlánticos más lujosos de la época, arribó a Lima Georgette de Vallejo, la viuda del ilustre poeta nacional César Abraham Vallejo, quien murió en la Ciudad Luz en 1938.
Llegaron hasta el Callao para darle la bienvenida muchas amistades que radicaban en nuestra capital, y que ella había conocido en París. Informado El Comercio de su presencia, le realizó una entrevista que salió publicada el miércoles 9 de mayo. La también poetisa, nacida en Francia en 1908, contestó en un perfecto castellano las interrogantes de nuestro redactor. “He venido al Perú en devoto peregrinaje, como quien dice a recoger los pasos de Vallejo”, dijo al empezar la entrevista.
¿Cómo era Vallejo? ¿Sombrío?, se le pregunta. “Ni sombrío, ni sañudo (furioso). Era callado, por él siempre hubiese permanecido en silencio. Pero al mismo tiempo era muy respetuoso de la dignidad humana y por nada del mundo hubiese defraudado a quien iba a conversar con él. Eran admirables sus largos silencios, con los que -a modo de su verso"- hablaba.
“Tenía a veces un fino humor”, precisa la viuda del autor de “Los heraldos negros”. El periodista le pregunta si era un personaje dolido. “Era de una actitud serena y mesurada, tras la que se ocultaba la agitación interior. Ante las cosas sin remedio tomaba una actitud de conformidad. No hablaba de las cosas amargas que nos eran comunes; para él era mejor orillarlas”, refiere la señora Georgette.
“Era Vallejo un admirador de Chaplin, y alentaba el empeño de escribir sobre él, pero murió sin hacerlo”, revela la entrevistada. ¿Cómo empezó la enfermedad?, se le pregunta. “Hacía tiempo que Vallejo se sentía cansado. Los médicos pensaron que solo sería una fatiga sin gravedad. Un buen día se acostó para no levantarse. Yo presentí el fin… Los días pasaron dentro de un clima de angustia tremenda. Lo llevamos a la clínica. Durante cinco días permaneció en estado de coma. Unos breves instantes de lucidez y luego el desenlace…”.
¿Cuándo escribía, pudo usted observar agitación en él? “Nada de eso. Me daba en esos trances la impresión de inamovilidad. Apenas si un leve movimiento de la mano se advertía en él. Mi devoción lo seguía en esos trances en que su recia cabeza tomaba un perfil magnífico a mis ojos”.
Georgette Marie Philippart se conoció con el poeta peruano en 1927, cuatro años después de que este arribara a París. Muerto Vallejo, conservó muchos de sus textos y manuscritos, protegiéndolos de la invasión alemana de Francia, en 1940.
El periodista continuó preguntando: ¿Se daba en la confidencia? “Se podía llegar hasta cierto límite en su reino. Había una línea que era imposible de traspasar, hasta para los más caros amigos”. ¿Recordaba al Perú? “Lo recordaba a menudo y… ¡con qué amor! Ciertas veces le oía musitar los versos en que evocaba su tierra natal. Los repetía con cierta porfía infantil, como un ritornelo (estribillo)”. El redactor del decano le pregunta si existe obra inédita. “Sí, por cierto, y la traigo conmigo…”.
¿Está usted contenta de haber llegado al Perú? “Feliz, muy feliz de encontrarme en la patria de Vallejo”, contesta la señora Georgette al final de la entrevista. Georgette se quedó a vivir en el Perú y falleció el 4 de diciembre de 1984.