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Mientras el mundo era testigo de cómo las fuerzas armadas británicas se enfrentaban a sangre y fuego por las islas Malvinas (“Islas Falkland” para los ingleses) contra los soldados argentinos, que resistían como podían, en Lima, una banda de siete terroristas de Sendero Luminoso (SL), fuertemente armada, incursionaba en una mina al este de la ciudad. El 24 de abril de 1982, en las inmediaciones de la mina ‘Aurora Augusta” en Jicamarca Alta, los terroristas estaban dispuestos a todo: a secuestrar, robar y asesinar. Robaron mucha dinamita y luego mataron al dueño de la mina, el ingeniero Luis Jager Camino. La reconstrucción del crimen fue tan espectacular como dolorosa.
Eran las 3 y 30 de la tarde, del sábado 24 de abril de 1982, cuando siete encapuchados sorprendieron a un grupo de doce trabajadores de la mina “Aurora Augusta” que estaban siendo transportados en la tolva de un camión hacia Lima, donde cobraría su jornal semanal. Los terroristas los redujeron y se apoderaron del camión para ir con algunos de ellos al campamento minero, que se hallaba en el distrito de “Chaglia”, Huarochirí.
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Tras reducir allí también a otra docena de trabajadores, los subversivos obligaron al capataz Jacinto Collao a que les indicara dónde estaban las cargas de dinamita, es decir, dónde se hallaba el polvorín. En el campamento los atacantes senderistas izaron una bandera con la hoz y el martillo, y gritaron consignas a favor de la lucha armada antes de llevarse la carga que buscaban.
Cuarenta cajas con 200 cartuchos de dinamita cada una (unos 8 mil cartuchos en total) fueron las que cargaron consigo dentro de un camión de la propia mina. Cuando se cruzaron en el camino con la camioneta del ingeniero Luis Jager Camino, un “Land Rover”, de placa RG-7046, no dudaron ni un segundo en disparar, primero, contra el chofer del vehículo.
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Germán Medina Vega, chofer de Lager, quedó malherido en un brazo (los terroristas pensaron que había muerto) y, de inmediato, secuestraron al ingeniero Jager, el dueño de la mina. Se lo llevaron en su propia camioneta y, según la Policía, allí mismo lo ultimaron. El ingeniero, de 52 años, recibió seis balazos. En la reconstrucción de los hechos esos datos variarían.
“La Guardia Civil logró ubicar además un camión de propiedad de la mina, con parte de los explosivos, que los antisociales dejaron abandonados. El resto se recuperó a la distancia de dos horas de camino a pie”, informó El Comercio, en su edición del lunes 26 de abril de 1982.
Por lo visto, los subversivos habían abandonado el camión en su ruta de escape. Y se habían llevado al hombro lo que pudieron y dejaron lo que no dentro del vehículo. Así lo halló la Policía. Los investigadores señalaron que, al parecer, dentro del grupo terrorista había quien conocía bien la zona y la mina, así como a su propietario. La cédula senderista se expresaba con un “profundo odio” contra la mina y contra el ingeniero Jager, dijeron los testigos.
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El chofer Medina logró huir de la escena, con el auxilio de unas personas de la zona, quienes lo llevaron a una posta médica. “Luego puso el hecho en conocimiento de la Guardia Civil”. (EC, 26/04/1982)
El ingeniero Luis Jager Camino fue una de las miles de víctimas peruanas que dejó en su nefasto camino de muerte SL, durante esos turbulentos años 80. Los restos de Jager fueron velados en la capilla de Nuestra Señora del Consuelo, en Valle Hermoso, Surco, desde el mismo domingo 25 de abril de 1982, cuando todo el Perú se iba enterando del atentado terrorista que había sufrido.
En esa parroquia, se realizó la misa de responso fúnebre, y si bien el presidente de la República, Fernando Belaunde Terry no pudo asistir (se rumoreó su presencia), en su representación estuvo su edecán, el comandante de la GC, Jorge Ramella Bustos. Así, el gobierno nacional le daba simbólicamente el pésame a la viuda de Lager, la señora Lili Gilardi de Lager.
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La demencia terrorista de esa tarde del 24 de abril de 1982 dejó una viuda y cuatro hijas menores huérfanas de padre: Lili, de 15 años; Giuliana, de 13 años; Giannina, de 12 años; y la pequeña Annet de 9 años.
El lunes 26 de abril se realizó la inhumación de los restos del ingeniero Luis Jager, en el cementerio La Planicie. En todo momento, durante el entierro, hubo una mezcla de dolor, impotencia y conciencia del país violento en el que vivían los peruanos.
Cuando, por un lado, el dolor se apoderaba de los familiares y amigos de Luis Jager durante el sepelio, ese mismo 26 de abril de 1982, la Policía de Investigaciones (PIP) avanzaba con las pesquisas y el plan para capturar a los asesinos. Lo primero que hicieron fue averiguar entre los empleados y trabajadores de la mina “Aurora Augusta”.
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En la mina trabajaban muchos obreros procedentes de Ayacucho. Para la división antiterrorista de la PIP de esos años ese vínculo era un dato a tomar en cuenta. Catorce trabajadores de la mina, incluido el chofer herido, fueron recluidos provisionalmente en diferentes oficinas de la División de Seguridad del Estado. Ellos habían presenciado el asalto a la mina, y el secuestro y muerte de Luis Jager Camino.
La PIP buscó no solo antecedentes sino también las últimas actividades de ese grupo de detenidos, y también las de varios ex trabajadores de Lager. Ciertamente fueron interrogados, y de ese proceso salió a relucir un “identi-kit” del posible cabecilla terrorista. Según la Policía, el sospechoso era “un sujeto trigueño, de unos 28 años, que mide 1.55 mt. de estatura, es de contextura delgada, tiene ojos pequeños y rasgados, nariz recta, labios delgados y de mentón alargado ligeramente”. (EC, 27/04/1982)
Asimismo, “vestía en el momento del asesinato y robo con camisa y pantalón azul. Llevaba puesto en la cabeza un casco de minero. Este identi-kit ha sido distribuido en todas las unidades policiales del país”. (EC, 27/04/1982)
Ese mismo 26 de abril, por la mañana, un grupo de oficiales de la PIP (seis coroneles y cuatro comandantes) sobrevolaron en un helicóptero de la FAP, por 45 minutos, la zona de Jicamarca y marcaron las posibles rutas de escape del comando terrorista.
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La Policía informó que desde el aire detectó ropa de los criminales, que dejaron para luego con seguridad escalar los cerros. “La zona de Jicamarca tiene varios caseríos, a los cuales la Policía tendrá que llegar en una visita de inspección y búsqueda de los asesinos terroristas”, dijo un vocero policial. (EC, 27/04/1982)
La búsqueda era por aire y tierra. Los agentes de la PIP y de la GC, a pie, peinaron toda la zona alta de Jicamarca, incluso con ayuda de perros policías. En esa ruta hallaron otros 125 cartuchos de dinamita. Era, muy probablemente, material abandonado por los terroristas.
En tanto, en otro lado de la ciudad, en el Callao, Ventanilla, con más precisión en los alrededores de “La Pampilla”, agentes de la Guardia Republicana (GR) descubrieron, en una revisión de rutina, pues estaban a cargo de la seguridad del recinto, “una caja de cartón con 150 cartuchos de dinamita y guías detonantes”. Se hallaban entre arbustos y árboles, a un lado de la pista a Ventanilla. (EC, 27/04/1982)
Era evidente que esos cartuchos habían sido recientemente colocados en ese lugar. Los agentes buscaron entre los cerros de la refinería por si había más dinamita, pero no hallaron nada más. La conexión con los cartuchos de Jicamarca era muy probable.
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Pronto la sociedad civil se manifestó y protestó por el atentado terrorista, y por la captura de los asesinos. Una de las instituciones que hizo sentir su malestar fue la Sociedad de Ingenieros del Perú. La razón era que Lager había sido victimado en el “ejercicio de su profesión”. La protesta del gremio al que pertenecía el ingeniero hacía hincapié en un pedido al gobierno para que garantizara la legalidad que el país necesitaba.
Entonces, una de las primeras olas de rechazo general al terrorismo de SL, concluyó con detenciones de sospechosos. El sábado 1 de mayo de 1982, una semana después del asesinato de Lager, la Policía anunció la identificación de “uno de los siete terroristas, que la semana pasada asesinaron a balazos al ingeniero Luis Jager Camino, en el sector de Jicamarca Alta”. (EC, 02/05/1982)
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El dato de la identidad del terrorista fue de un obrero de la mina, quien durante una inspección ocular en el lugar de los hechos, ejecutada el miércoles 28 de abril de 1982, indicó que en una oportunidad anterior había visto a ese terrorista en un lugar de Jicamarca.
Con los datos otorgados por ese testigo se armó otro “identi-kit” con el rostro de aquel senderista. La búsqueda parecía estar encaminada, pero ni aun así la PIP dio el nombre del sospechoso. Había mucho hermetismo. Para el 1 de mayo de 1982 todo seguía aparentemente igual, pero las nuevas pistas fueron dando resultados.
No solo se detuvo a sospechosos, sino que en esa ruta de investigación la Policía descubrió, el 3 de mayo de 1982, en la cima de un cerro de Chaclacayo, un campo de entrenamiento terrorista, donde presuntamente se habían preparado y refugiado temporalmente los atacantes de la mina “Aurora Augusta” de Luis Jager Camino.
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Todo el mes de mayo fue un tiempo de investigaciones, detenciones, interrogatorios, hasta dar con los culpables del asesinato del ingeniero Jager. El mes de la muerte de Jager, recordado el 24 de mayo de 1982, también fue una fecha para exigir nuevamente resultados. La PIP y la GC, que seguían con el caso, parecían haberse perdido entre tantas pistas falsas o en versiones diversas.
Las semanas seguían, y en junio se hablaba de un supuesto extranjero (de origen español, llegó a saberse) que, al parecer, estaba involucrado en el homicidio de Jager. La PIP no soltó el nombre, pero se supo que era un ex trabajador de la mina o alguien cercano a uno de los ex trabajadores. Sin embargo, para el público peruano todo estaba aún en la nebulosa de la especulación.
Las cosas se complicaron cuando la propia Policía de Investigaciones y el Ministerio del Interior empezaron a relacionar al grupo que atacó la mina el 24 de abril de 1982 con otros atentados y asaltos en Lima. Así ocurrió con el asalto y muerte de dos guardias civiles en el puesto de Naña, cerca de Chaclacayo, el 8 de julio de ese año. Por su parte, la prensa peruana lo tomaba con calma, pues estaba acostumbrada a las continuas contradicciones o pistas falsas de la PIP en torno al Caso Jager.
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Hasta que, por fin, el martes 10 de agosto de 1982, la Policía pudo decir que había capturado a un miembro del grupo asesino de SL en la mina de Luis Jager. Se trató del llamado “Camarada Gastón”, un fanático senderista que actuaba en toda la zona este de Lima.
A este enigmático sujeto, atrapado el sábado 7 de agosto de 1982 en Chaclacayo, se le identificó con asaltos y asesinatos como el del puesto policial de Naña, y, por supuesto, con el asalto a la mina “Aurora Augusta” y la muerte a balazos del ingeniero. El terrorista quedó detenido en Seguridad del Estado.
El sábado siguiente, 14 de agosto de 1982, la Policía cerró la semana con otra buena noticia: la recuperación de 320 cartuchos de dinamita y cinco cajas de fulminante robados justamente de la mina de Jicamarca Alta. Pero la mejor noticia fue que ese golpe de la Policía se había logrado debido a la participación del verdadero cabecilla del grupo que había asaltado la mina de Jager. Así era, la Policía ya lo tenía detenido.
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Su nombre era Gilbert Fernández Melo, “Camarada Pepe”, y fue el que dirigió a ese grupo asaltante y asesino de SL. Era un estudiante de Derecho de la UNMSM, y condujo personalmente a los efectivos contra el terrorismo de la PIP hasta el lugar donde habían escondido el material explosivo. Se hallaba a dos kilómetros del Instituto Geofísico del Perú, en Cajamarquilla.
La Policía ya estaba en condiciones de realizar la reconstrucción del asalto a la mina “Aurora Augusta” y del posterior asesinato del ingeniero Luis Jager Camino. Tenían a la mayoría de los siete terroristas detenidos, convictos y confesos, y al mismo cabecilla. Su versión era pormenorizada. Así, podían proceder con ese paso decisivo en el esclarecimiento de los hechos.
El martes 17 de agosto de 1982 se hizo la penosa, pero necesaria reconstrucción de los hechos criminales del 24 de abril de ese año. Había cuatro terroristas de los siete que intervinieron esa nefasta tarde de sábado de hacía casi cuatro meses.
Ninguno de ellos parecía arrepentido, dijo el cronista del día que cubrió la reconstrucción en ese paraje alejado de Jicamarca. Todo el proceso de reconstruir “la forma y las circunstancias en que actuaron el pasado 24 de abril” duró cuatro horas. (EC, 18/08/1982)
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Allí el periodismo pudo confirmar o reconfirmar que el asesino directo del ingeniero Luis Jager Camino fue el jefe del grupo terrorista, Gilbert Fernández Melo, (a) “Camarada Pepe”. Este sujeto se comportó con la dureza que lo caracterizaba y parecía hasta disfrutar de esa reconstrucción criminal. “Se comportó durante la reconstrucción de los hechos, como si estuviera filmando una película”, escribió el cronista del diario decano. (EC, 18/08/1982)
“En algunos pasajes insistía a la policía en volver a repetir los aspectos más saltantes, que en su concepto no se ajustaban a la realidad”. Hasta la Fiscal Provincial, Flora Bolívar Arteaga se sorprendió de esa actitud del terrorista, como si no le importara nada la vida que había terminado con sus propias manos.
La diligencia policial y judicial empezó en la zona de ‘Quebrada Seca’, donde habían interceptado al camión con los doce obreros de la mina que se dirigían a cobrar. Estos participaron en la tarea en silencio; en ellos sí se sentía el respeto y la conmoción del momento que se reconstruía.
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Según “Pepe”, encañonaron a los obreros y les hicieron bajar del camión. Los llevaron a una explanada y allí les dijeron que se quitaran los zapatos. Entonces, periodistas, policías, fiscales y testigos escucharon la arenga que el “Camarada Pepe”, Gilbert Fernández, les dijo ese día, asegurándoles que nada les pasaría y que solo debían quedarse en ese lugar, tirados boca abajo.
Tres terroristas se quedaron como custodios de los obreros, mientras que los otros cuatro subversivos fueron al campamento minero con el capataz de los obreros y el chofer del camión, para llevarse la carga explosiva.
De esta forma, subieron al camión el propio Gilbert Fernández Melo (a) “Pepe”; Gastón Tineo Suasnavar (a) “Gastón”; Juan Sandoval Puga (a) “Carlos”; y Raúl Vega Mautino (a) “Lalo”. En el camino, según la reconstrucción de los hechos, hallaron al vigilante de la caseta a cinco kilómetros de distancia de la mina. Lo redujeron y llegaron al campamento minero minutos después.
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Más arengas, más amenazas y llegó el izamiento de su bandera roja con la hoz y el martillo. “Luego se dirigen al polvorín, donde roban gran cantidad de dinamita, fulminantes y mechas”, decía el diario decano. (EC, 17/08/1982)
Entonces llegaría el momento más trágico: “Con su cargamento de explosivos retornan con dirección a la capital, pero en el lugar denominado ‘Quebrada Seca’, ubicada en la altura del Instituto Geofísico, se cruzan con la camioneta donde va el ingeniero Jager Camino. Este reconoce al camión y ordena a su chofer Germán Medina a acercarse al vehículo que se ha detenido”. (EC, 17/08/1982)
En seguida, el terrorista “Pepe” hizo una variante en su relato con respecto a lo que se sabía. Hasta ese momento quedaba claro que el ingeniero Jager había sido asesinado dentro de su vehículo, quizás tras un tipo de resistencia personal. Sin embargo, según la versión del senderista, Jager fue encañonado fuera de la camioneta y llevado a un lugar solitario conocido como “Huaycoloro”.
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Fue en ese lugar donde Gilbert Fernández Melo (“Pepe”) lo asesinó a sangre fría. En su propia versión, no fueron seis disparos sino cinco. Cinco balazos. El terrorista se ensañó con el cuerpo de la víctima, con el profesional y padre de familia que era Luis Jager Camino.
El cabecilla senderista había participado en varios atentados terroristas en Lima, como el asalto a la comisaria de Ñaña (dos GC muertos), la tienda “Hindú”, la embajada de los Estados Unidos, el local principal de Acción Popular, en Paseo Colón y la residencia del doctor Luis Roy Freire.
Ese fue la clase de hombre que había acabado con la vida del ingeniero Luis Jager Camino. Todo hace 41 años.
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