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¡Tragedia en el aire!: el terrible accidente de un alférez FAP que murió carbonizado cuando manejaba un avión supersónico en 1956
Estar a la vanguardia de la tecnología militar aérea le costó la vida a Raúl Cohen, un alférez de la FAP que se estaba perfeccionando en el manejo de los famosos aviones caza ‘Sabre F-86′. La desgracia ocurrió en el cielo de la ciudad de Arequipa, en noviembre de 1956.
Los aviones ‘Sabre F-86′ eran lo último de la aviación militar a mediados de los años 50. Esos caza eran fantásticos aviones supersónicos, que desafiaban la velocidad y la habilidad humana. Un grupo de seis de esos artefactos aéreos de última tecnología llegó desde los Estados Unidos, en julio de 1955. Los había adquirido la Fuerza Aérea del Perú (FAP), y allí el alférez Raúl Cohen G. (1930-1956) vio una oportunidad de adiestrarse en el manejo de esos aviones que eran el futuro de su profesión militar. En Arequipa, cuando había terminado de practicar giros extremadamente peligrosos, el joven militar descendía a tierra y entonces sintió que la vida era más breve que nunca.
Desde inicios de la década de 1950, los vuelos, las travesías y los retos aéreos eran el pan de cada día para las fuerzas aéreas de muchos países. Bimotores de propulsión a chorro cruzaban los océanos Atlántico y Pacífico, siempre tratando de imponer un nuevo récord. La obsesión por las horas de partida y llegada se convirtió en parte de la vida de la gente.
Esto ocurrió como si después de la Segunda Guerra Mundial el nuevo reto fuera ser más veloz, más intrépido, y esto era solo la antesala de lo que vendría de inmediato con los primeros vuelos alrededor de la Tierra de las dos superpotencias: EE.UU. y URSS (el primer vuelo espacial de Yuri Gagarin fue en 1961), los cuales sostenían una “Guerra Fría” tras la conflagración mundial.
Los aviones de moda a comienzos de esa década de 1950 eran los cazas de propulsión a chorro, los recordados ‘Sabre F-86′. El gobierno del dictador Manuel A. Odría (’Ochenio’: 1948-1956) había impulsado la llegada de aquellos “aviones supersónicos”, lo que se logró recién a finales de su régimen. Pero antes de ello, en 1954, la eclosión de los aviones de exhibición norteamericanos convertía con frecuencia el aeropuerto de Limatambo en un escenario de “guerra ficticia”.
El 24 de enero de 1954, por ejemplo, Lima pudo observar las acrobacias y los desafíos aéreos de “cuatro ases” del aire, provenientes de los EE.UU. Hacía las 12 y 30 de la tarde, miles de personas presenciaron en el aeropuerto “la demostración de los aviones de reacción de los Estados Unidos, el avión Sabre F-86, Nº 747, comandado por el Mayor Bowers, inició el mitin aéreo, despegando en la pista de aterrizaje orientada a 200 grados de Norte a Sur”. (EC, 25/01/1954)
Nadie quería perderse de ver -algunos ya se imaginaban manejándolos- esos impresionantes aviones supersónicos. Uno de los que soñaban con tomar el timón de esos monstruos del aire era el alférez FAP Raúl Cohen G. Pero, antes, esos aviones debían llegar al Perú no como productos para la exhibición sino como herramientas de vuelo, como armas nuestras que debían dominarse en el aire para el resguardo de nuestras fronteras. Eso ocurrió recién en julio de 1955.
LA LLEGADA DE LOS AVIONES ‘SABRE F-86′: MODERNIDAD AÉREA EN EL PERÚ
El mayor J.E. Madison de la Fuerza Aérea de los EE.UU. lideró la llegada de la escuadrilla de seis aviones supersónicos, el 1 de julio de 1955. Así lo anunció en El Comercio: “El Perú es el primer país de la América Latina que ha adquirido aviones de combate a reacción, ‘Sabre Jet’ F-86″, dijo Madison. (EC, 4/7/1955)
De esta forma, la FAP se convertía en una fuerza única en la región. Los seis súper aviones habían partido de una base aérea en el estado de Georgia (EE.UU.), y se dirigieron a Guantánamo, en Cuba; luego a “Albrook Field”, la estación aérea de EE.UU. en Panamá. Desde ese punto, volaron a Talara, Piura (Perú), donde se aprovisionaron de combustible para finalmente dirigirse a la capital. Ese breve trayecto de Talara a Lima lo hicieron en solo una hora y diez minutos.
La escuadrilla voló a una altura promedio de 4.500 metros., y así recorrido el límite entre la costa y el mar peruanos. Tanto el mayor Madison como los otros cinco oficiales que manejaron cada cual uno de los ‘Sabre F-86′ (tres capitanes, un teniente y un subteniente), habían combatido con esos aviones en la Guerra de Corea (1950-1953). Con los ‘Sabre F-86′, la fuerza aérea de EE.UU. combatió a los famosos ‘MIG’ soviéticos, que apoyaron a la invasora Corea del Norte.
Según los militares norteamericanos, la proporción de derribe de estos cazas a los aviones rusos fue de 14 a 1. Esto es, por cada ‘Sabre F-86′ derribado caían 14 ‘Mig’. Era considerado un “aeroplano de combate que cumple importantes operaciones tácticas”. Con carga completa, podía volar más de 1.000 km/h. (EC, 4/7/1955).
Todos los jóvenes pilotos de la FAP estaban atentos a la explicación de estos militares combatientes de Corea, especialmente cuando remarcaron las ventajas del ‘Sabre F-86′ frente a los ‘Mig’; es decir, su mejor “rendimiento, maniobrabilidad del avión y poder de fuego”. Eso era suficiente para seducir a cualquier joven militar de la fuerza aérea peruana como fue Raúl Cohen G. (EC, 4/7/1955).
RAÚL COHEN Y SU SUEÑO DE VOLAR EN UN AVIÓN SUPERSÓNICO DE GUERRA
El lunes 26 de noviembre de 1956, llegaron al aeropuerto de Arequipa “Alfredo Rodríguez Ballón” ocho aviones a reacción, los conocidos ‘Sabre F-86′, además de escuadrillas de T-33. Se cumplía así el “Plan de Entretenimiento de los Pilotos de la Fuerza Aérea”, cuya realización se venía ejecutando en diversas zonas del país.
Ese grupo pasó el martes 27 de noviembre a Puno y luego a Tacna, donde realizó con normalidad las pruebas de aire previstas. De la ‘Ciudad Heroica’ partieron la mañana del miércoles 28 de noviembre hacia la ‘Ciudad Blanca’, donde estaba previsto el aterrizaje para el mediodía. Siete de los aviones ‘Sabre F-86′ habían hecho su aterrizaje en condiciones normales. El último, el octavo, el que llevaba el Nº 599, iba a cerrar el proceso. Pero no lo pudo hacer.
El avión ‘Sabre F-86′ Nº 599 cayó a tierra, hecho un bólido de fuego. El avión de combate se prendió cuando trataba de aterrizar, y dejó completamente carbonizado el cuerpo de su piloto: el alférez FAP Raúl Cohen G., de 26 años, natural de Iquitos, y quien en ese momento “estaba prestando servicios en uno de los Escuadrones acantonados en Talara”. (EC, 29/11/1956).
El público civil y militar que estaba en el aeropuerto de Arequipa “Alfredo Rodríguez Ballón” no podía creerlo. No era posible. Vieron la muerte instantánea de un compañero que no era ningún novato, pues para perfeccionarse en el manejo de ese tipo de aviones había recibido “instrucción y entrenamiento especial en Bases de los Estados Unidos de América, y al regreso del país del Norte fue destinado a uno de los Escuadrones de Caza de la Fuerza Aérea, en el norte del Perú”, comentaba el diario decano. (EC, 29/11/1956).
El accidente fue tan rápido ese miércoles 28 de noviembre de 1956 como el vuelo del supersónico avión. La tragedia fue imposible de evitar. No hubo tiempo para hacer algo. Sus compañeros se quedaron impotentes ante el fuego, ante la máquina hecha añicos.
Se plantearon algunas hipótesis, pero la más certera fue la que indicaba que, “al tratar de aterrizar el avión, el tren de aterrizaje rozó con una pequeña quebrada en el extremo norte del aeropuerto”. (EC, 29/11/1956). Allí empezaba justamente la pista de aterrizaje.
Aquello determinó que la nariz del avión caza chocara con violencia en la quebrada y el aparato se descontrolara, a pocos metros del asfalto. Se incendió al instante. Entonces el ‘Sabre F-86′ de Cohen explotó, por lo que su motor salió disparado y quedó “a 50 metros del sitio donde ocurrió el impacto”, y las alas a unos 40 metros a la redonda, al igual que los restos de la cabina. En la propia quebrada, cayeron algunas piezas y una rueda. (EC, 29/11/1956). Ese fue el escenario de muerte para el alférez FAP Raúl Cohen.
Por más que los bomberos y el personal de salvataje llegaran en segundos, tras la caída en llamas del avión, nada pudieron hacer. Incluso, cuentan que escucharon detonaciones en medio de las llamas del avión: eran los proyectiles que traía el aparato.
Los curiosos que estaban cerca del aeropuerto en esos minutos y un pequeño grupo de periodistas se acercaron al borde de la pista, solo para comprobar la desgracia. El fuego había impedido el rescate del cuerpo del piloto. Apagado este, extrajeron los restos mutilados y carbonizados del alférez FAP. El cuerpo de Raúl Cohen, destrozado, fue colocado sobre una manta y luego trasladado a la morgue, donde no hubo acceso a la prensa. Ya eran las 1 y 33 de la tarde de ese 28 de noviembre de 1956.
La autopsia, que se le hizo a las 2 y 30 de la tarde, verificó las numerosas fracturas en los brazos, piernas y en el cuello. El capellán de la FAP llegó a la morgue en la camioneta de El Comercio. Los restos del joven piloto fueron llevados a las 3 y 15 de la tarde al Casino Militar y allí fue velado en la tarde ese mismo día.
Pero la familia Cohen, enterada de la fatídica muerte de su hijo Raúl, pidió que sus restos fueron traídos rápidamente a Lima. Ese pedido se cumplió por orden del propio gobierno central (Manuel Prado cumplía cuatro meses en el poder). Así, un avión bimotor de Transportes Aéreos Militares (TAM) cumplió la misión a las 4 de la tarde, aterrizando en el aeropuerto de Limatambo, ya en horas de la noche, a las 7.45 pm.
El entonces Ministerio de Aeronáutica emitió ese mismo día 28 de noviembre un escueto “Comunicado Oficial” de dos puntos:
“1.- El día de hoy, a las 12.35 horas, en circunstancias en que se disponía a aterrizar en el Aeropuerto de Arequipa, el avión F-86 No. 599, tripulado por el Alférez FAP. Raúl Cohen G., se precipitó a tierra, incendiándose y pereciendo el piloto.
2.- Las causas que motivaron el accidente se desconocen y son materia de investigación por las autoridades de Aeronáutica de esa ciudad.
Miraflores, noviembre 28 de 1956″
GRAVE ACCIDENTE EN AREQUIPA: EL DOLOROSO SEPELIO DEL ALFÉREZ COHEN
Por orden militar, nadie pudo acercarse a los restos del avión, ya que constituían un peligro debido a que podía haber restos de munición recalentada. Estos residuos del ‘Sabre F-86′ Nº 599 serían luego embalados y llevados en camión a Lima para las investigaciones del caso en los laboratorios de la FAP.
Mientras eso se organizaba en Arequipa, en Lima, ese mismo día, los restos del alférez FAP Raúl Cohen fueron velados en el local del “Instituto de Sanidad de Aeronáutica” en la avenida Petit Thouars, Miraflores. Allí, las ofrendas florales abundaron, tanto como los congresistas, militares y demás gente dolida por la prematura muerte de un joven alférez de las “Alas Peruanas”, como se solía decirse.
El momento de la salida del féretro en hombros de sus compañeros de la “Promoción Edmundo Jaramillo”, fue precedido por un sentido responso del capellán de la FAP, fray Vicente Sánchez Valer O.P. Los cordones del ataúd los llevaron el edecán del presidente Manuel Prado, el comandante FAP Rolando Gilardi R., junto a otros miembros de la FAP. La familia fue representada por el señor Alfonso Alves Milho.
“Una compañía de la FAP, con estandarte y banda, al mando del Teniente FAP Antonio Ugarte, le rindió los honores reglamentarios”, decía El Comercio (EC, 30/11/1956). Pero no todos fueron de las fuerzas aéreas, asistió también un nutrido grupo de oficiales y jefes del Ejército. Los compañeros de promoción de Raúl Cohen cargaron también sus restos ya en el campo santo.
También estuvo en ese momento crucial y doloroso del acto, cargando el féretro, el hermano de la víctima, Rafael Cohen. Hubo otro rezo del responso, y luego habló a nombre de la promoción, el alférez FAP José Zalatar. Fue un discurso necrológico que regresó en el tiempo a todos, a fines de los años 40 y comienzos de los años 50, cuando Raúl Cohen destacaba por su fortaleza mental, su generosidad y su valentía en el aire.
El entierro, aquel jueves 29 de noviembre de 1956, fue a las 4 de la tarde en el Cementerio Presbítero Maestro. Todo finalizó con el toque de silencio del Corneta de la FAP.
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