Tragedia en Surquillo: el accidente aéreo que enlutó las fiestas navideñas de 1935
Un avión de la aerolinea Panagra se estrelló contra una casa destrozándola por completo y matando a dos de sus habitantes. Además perecieron instantáneamente los tripulantes de la nave.
Minutos después de las seis de la tarde en la urbanización de Surquillo y en el distrito de Miraflores corría el rumor de que había ocurrido un grave accidente de aviación en la zona E de dicha urbanización, habiendo resultado muertos los ocupantes de la nave y habitantes de la casa sobre la que había caído el avión.
“Poco después la noticia corrió por todo Lima. Los teléfonos de esta ‘imprenta’ eran solicitados por el público para informarse del lugar del suceso y sus consecuencias. Conocida la noticia salieron nuestros cronistas para comprobar la veracidad del dato”, así comenzaba la extensa crónica que El Comercio publicó aquella Navidad de 1935.
Cómo se produjo el accidente
Días previos al accidente, el avión San Felipe de la compañía de aviación Panagra, había sido sometido a diversas reparaciones por los técnicos de la empresa, pues se había fijado su partida con rumbo al sur para la víspera de Navidad. Sin embargo, aquel día las reparaciones terminaron después de las 5:00 p.m.
Inmediatamente se ordenó un vuelo de ensayo para comprobar el funcionamiento de los motores como dictaba el procedimiento de rutina. Ocuparon la cabina de comando el piloto y mecánico norteamericano Harold Mac Mickle, quien tenía más de mil horas de vuelo, y el copiloto e ingeniero en jefe Russel Pecht, en calidad de observador.
Al bordear las 6:00 p.m. el avión San Felipe despegó a pesar de la densa neblina y el fuerte viento que reinaban cerca al campo de aviación. Poco después el avión enfiló hacia el sur de la capital. Como el viento aumentó el piloto Mac Mickle hizo una curva cerrada. En ese momento el motor comenzó a fallar. Todo hacía indicar que se estrellaría en la capilla de Surquillo, pero el avión logró avanzar hasta que se paralizó el motor y cayó verticalmente, desde una altura de 50 metros, sobre una casa de la calle Zela, ubicada en la zona E de la urbanización Surquillo.
En aquella época habían extensos campos entre Miraflores y Surquillo. Por ello es que muchos vecinos kilómetros a la redonda fueron testigos del paso del avión con el motor haciendo fuertes ruidos. Uno de ellos Humberto Gorrio, quien vivía en la avenida Primavera y servidor de la Compañía de Tranvías, relató a nuestro periodista que el avión intentó regresar al punto de partida y al no lograrlo los pilotos trataron de ganar tierra, pero el motor dejó de funcionar. A los pocos minutos se escuchó un gran estruendo. Acto seguido se levantó una columna de humo. Los policías de la comisaría de Miraflores observaron lo sucedido e inmediatamente fueron al lugar de la tragedia.
Al estrépito causado por la caída del avión y el derrumbe de la casa corrieron al lugar decenas de vecinos quienes trataron de ayudar a las personas sepultadas entre los escombros. La Guardia Civil se sumó a esta penosa y ardua labor.
En la cabina del avión estaban los cuerpos mutilados de sus ocupantes. Su muerte fue instantánea. La baja altura en que volaban les impidió escapar. Cuando sacaron sus cuerpos encontraron una billetera con 149 dólares y 100 soles en efectivo y otros papeles. Todo fue entregado a las autoridades.
El rescate de los heridos y víctimas
La policía con sus linternas alumbraban los lugares donde podrían estar los vecinos quienes, según contarían horas más tarde, estaban cenando cuando literalmente el mundo se les vino encima. “¡Aquí hay un muerto!” fue el grito que rompió el silencio y llenó el ambiente de pesar, pues el cadáver encontrado era del niño José Lozano, de 8 años.
El rescate continuó a pesar de la oscuridad de la zona y el peligro de derrumbe de las paredes de la casa. Algunas personas de avanzada edad resultaron heridas. Aun se temía encontrar más víctimas. Las ambulancias de Miraflores y de la Asistencia Pública de Lima llevaron a los médicos y camilleros para el transporte de los heridos. Los primeros en ser evacuados fueron María Ochoa Pérez, de 52 años, y Miguel Lloclla, de 13 años, ambos con fracturas y contusiones.
El llanto de la niña Gabriela Lloclla, de seis años, hizo que fuera escuchada bajo los escombros por uno de los policías. Cerca de ella estaba su madre Natividad Casimiro quien no logró sobrevivir. Entre los heridos figuraba un bebe de un mes de nacido quien fue salvado por su joven mamá Juana Ochoa.
Ya casi concluidas las labores de rescate, la policía prohibió tomar fotografías a los reporteros gráficos presentes. Incluso llegaron al punto de exigir la entrega de las placas de las cámaras fotográficas inutilizándolas por completo. Un reportero fue detenido al negarse a mostrar su herramienta de trabajo.
Los seis heridos fueron atendidos en una clínica de Miraflores. Las víctimas fueron veladas en el mortuorio de dicho centro de salud y enterradas en el cementerio general. Los cuerpos de los pilotos fueron embalsamados y llevados a Estados Unidos. Todos los gastos fueron pagados por la empresa Panagra.