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Faltaban solo diez días para festejar las fiestas patrias de 1963, y esa zona de Miraflores, cerca de la avenida Armendáriz, soportaba una suave garúa de madrugada cuando tres ruidos secos, pero rotundos acabaron por despertar a los vecinos de la tercera cuadra del entonces jirón Santa Isabel. Un hombre había disparado a una mujer. Era una polémica pareja que apareció en los titulares sin imaginarse lo que sobrevendría en aquel invierno y primavera de 1963.
Iliana Livoni Noriega y Juan Carlos Maeglia eran dos jóvenes, que andaban a la mitad de sus 20 años, y que solían frecuentar fiestas de amigos y diversas reuniones sociales. Ambos estaban dedicados a la actividad profesional como sobrecargos en líneas aéreas, y la noche anterior a los luctuosos hechos, el miércoles 17 de julio de 1963 habían ido a una “sala de baile”, como cualquier pareja de esos años.
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Ya en la madrugada del jueves 18 de julio, deciden retirarse de la fiesta, y dirigirse al departamento del jirón Santa Isabel Nº 343, en Miraflores, que pertenecía a Maeglia. En una primera instancia, la Policía no pudo saber por parte de sus protagonistas cuál fue el detonante de esa violencia extrema.
Lo que se supo ese día 18 de julio de 1963 fue que el hombre había disparado tres veces, pero que solo una bala había herido a su pareja, Iliana Livoni. Luego, el hombre intentó quitarse la vida ingiriendo “Nembutal”, un somnífero potente, famoso en esos días por ser el barbitúrico que tomó la estrella de Hollywood Marilyn Monroe y que, al tomarlo en gran cantidad, provocó su muerte, el 4 de agosto de 1962, un año antes.
Iliana Livoni quedó grave, tendida en el piso. Al verla así, si novio, que ya llevaba en encima algunas pastillas de “Nembutal”, pareció arrepentirse de todo: llegó a cargarla y a salir a la calle para pedir ayuda. Esta es la primera versión que la Policía recogió de algunos testigos.
Entonces, los vecinos los auxiliaron y llevaron a Livoni a la Clínica Angloamericana; Maeglia, que empezaba a desvanecerse, fue llevado primero al Hospital Dos de Mayo, en el Cercado de Lima, y de allí fue trasladado al Hospital del Empleado (hoy Hospital Edgardo Regabliati Martins), en Jesús María.
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Al ser imposible interrogar a los involucrados por razones médicas, la Policía empezó a investigar por su lado ese mismo 18 de julio de 1963. Así, pudo informar a la prensa, de manera extraoficial, algunos detalles de los hechos ocurridos en plena calle esa madrugada de invierno.
“Se sabe que un guardia civil, de servicio en la zona, socorrió a Iliana Livoni cuando trataba de ingresar a una de las casas de la tercera cuadra del jirón Santa Isabel. Atrás, y bajo los efectos del alcohol y del ‘Nembutal’, avanzaba Juan Carlos Maeglia. Eran las 5 y 25 de la madrugada”, decía El Comercio. (EC, 19/07/1963)
Otro punto adicional que recopiló la Policía, más allá de los testimonios que darían luego los protagonistas de esta historia, es que ellos no fueron la única pareja que llegó al jirón Santa Isabel, tras haber asistido a un “club nocturno”. Otra pareja los acompañó hasta las 5 de la madrugada y luego se retiró, dejándolos solos. Unos 25 a 30 minutos después, sucedieron los hechos de sangre.
Cuando los agentes investigadores ingresaron al departamento miraflorino, hallaron “pastillas de ‘Nembutal’ regadas en el suelo y un casquillo del arma de fuego utilizada”. Los diarios calificaron los sucesos de Santa Isabel como propios de un “dramático hecho pasional”. (EC, 19/07/1963).
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La Policía, que esperaba hablar en cuanto pudiera con Maeglia y Livoni, supieron detalles de la vida de cada uno: de Livoni comprobaron que vivía en realidad en la calle Mayta Cápac, en Jesús María. La describían como una “joven rubia de gran belleza”, y que hasta hacía poco tiempo “prestó servicios como station Hostess en una compañía de aviación”.
Asimismo, informaron a los medios que Maeglia “trabajaba como purser”, es decir, como sobrecargo, formando parte de la tripulación en vuelos aéreos. Que era argentino, de Buenos Aires, y que “habla los idiomas inglés, alemán y español”. (EC, 19/07/1963)
Pese a la reserva policial y médica, el diario decano se las ingenió para saber el estado de salud de Livoni y Maeglia. De la mujer se supo que ese mismo 18 de julio fue sometida a una intervención quirúrgica para extraerle una bala que se había alojado en su abdomen (efectivamente, le cayó una sola bala de las tres que su pareja disparó). Livoni estaba respondiendo bien a los cuidados. Su juventud ayudó mucho en su recuperación.
El “purser” argentino había llegado al Dos de Mayo en “estado de coma” debido a las pastillas de “Nembutal” que consumió. Afortunadamente, no tuvo ninguna otra lesión o herida. Es por ello que fue trasladado al Hospital del Empleado para su completa recuperación.
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Ese fin de semana, sábado 20 y domingo 21 de julio, sirvió de reposo a los involucrados y de esta manera los dos pasaron a estar “fuera de peligro”. El lunes 22 de julio de 1963, Maeglia estaba en perfectas condiciones para declarar a la Policía.
Instalado en el “Hospital Central del Empleado”, el sujeto aclaró alguna información que estaba empezando a difundirse: negó que hubiera una tercera persona cuando sucedieron los terribles hechos; y rechazó que Iliana hubiera salido desnuda del departamento. Maeglia dijo que no recordaba haber disparado a su novia, aunque los testigos escucharon tres disparos, y la mujer quedó con un tiro en el abdomen que, según la Policía, fue disparado a quemarropa. (EC, 23/07/1963)
La Policía no halló el arma por ningún lado; Maeglia, si bien admitió tener un arma dijo que esta “se perdió en la calle”. El “purser” argentino también señaló que su matrimonio con Iliana Livoni estaba dispuesto “para el 15 de agosto”.
El departamento era ciertamente suyo, pero lo compartía con su compatriota, el también “purser” (sobrecargo) argentino Miguel Ángel Caló, hijo del entonces reconocido compositor y director de orquesta Miguel Caló. El joven Caló se hallaba en Miami (EE.UU.) cuando acaecieron los hechos.
En una exhaustiva revisión de todos los rincones del departamento del jirón Santa Isabel en Miraflores, los investigadores policiales encontraron “balas de pistola, de calibre 7.65″, pero extrañamente la bala extraída del cuerpo de Iliana Livoni era de “calibre 38″. El arma, hasta ese momento, estaba desaparecida. (EC, 23/07/1963)
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Ese mismo día, el lunes 22 de julio de 1963, la Policía intentó interrogar a Livoni, pero los médicos de la Clínica Angloamericana, donde estaba internada, se opusieron, pues no estaba en una situación médica adecuada. Allí, ella solo recibía la visita de sus familiares.
Recién el miércoles 24 de julio de 1963, Iliana Livoni pudo hablar ante los investigadores policiales. Les narró muchos detalles y su punto de vista dejó sorprendidos a los agentes que veían su caso. La joven mujer contó que ella no se dio cuenta de que estaba gravemente herida, porque estaba en ese instante buscando ayudar para Meaglia, quien ante ella había tomado varias pastillas de “Nembutal”. “No quería que muriera”. Solo cuando vio sangre por su brazo y estómago cayó en cuenta de su estado.
Iliana Livoni relató que Juan Carlos Meaglia había ido a buscarla a su casa a las nueve de la noche del miércoles 17 de julio. Allí estaban su hermana Mirella y su novio, y la mamá de ambas, la señora Margot Noriega de Livoni. “Los cinco salimos a comer a un restaurante”, dijo. (EC, 25/07/1963)
Luego de eso, todos juntos fueron a la “fiesta de aniversario de un club nocturno”, donde permanecieron hasta las “4 y 30 de la madrugada”. Iliana reconoció que en el club estaba muy indispuesta, “me hallaba exasperada y violenta”, confesó. A esa hora se separaron: Mirella y su novio se fueron por su lado, y ella y Meaglia llevaron a su mamá hasta su casa en Jesús María. De allí, se dirigieron ambos al departamento de Miraflores.
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El relato de Iliana Livoni fue de detalle en detalle: en la casa de Santa Isabel, discutieron, gritaron; Meaglia intentó ahorcarla, admitió, pero este se contuvo, precisó Iliana. Entonces allí fue que el sujeto sacó de una caja varias pastillas de “Nembutal” y amenazó con tomarlas.
Iliana se asustó e intentó salir a la calle para buscar ayuda. Estaba desesperada. Pero Juan Carlos Meaglia se lo impidió con la pistola en la mano y con los efectos del alcohol y el poderoso somnífero que había ingerido. El cronista de El Comercio contó lo que siguió, según la víctima, quien aún reposaba en la Clínica Angloamericana.
Livoni escuchó dos o tres disparos, “como si fueran de fulminante”, dijo. No sintió ningún impacto de bala. Se zafó de su pareja y alcanzó la calle. Fue entonces que, tras recibir las ráfagas del frío de la madrugada en la cara, sintió un ardor en el abdomen. Habría caminado unos 30 metros, cuando notó que le corría sangre por el cuerpo, y luego se desplomó en el pavimento.
La crónica del diario decano completaba la escena: “Carlos algunos metros más atrás, también cayó al suelo. Así los encontró el guardia de servicio en el sector, que hizo trasladar a Iliana a la Clínica Angloamericana y a Carlos al hospital Dos de Mayo, de donde pasó después a Hospital del Empleado”. (EC, 25/07/1963)
La historia parecía completa. La Policía tenía todas las secuencias cubiertas, desde el inicio de la historia hasta el final. Lo demás era de público conocimiento. Incluso, las autoridades policiales postulaban que el arma podía haber sido recogida de la calle por algún transeúnte o ladrón.
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Acabó el mes de julio y todo agosto de 1963, y la recuperación de Iliana Livoni fue dándose lentamente, pues luego de extraerle la bala debió ser intervenida quirúrgicamente cuatro veces más “debido a posteriores complicaciones que se le presentaron”. Por eso motivo, aunque estaba fuera de peligro, siguió internada en la Clínica Angloamericana, incluso hasta setiembre de ese año. Era una forma también de evitar el asedio de la prensa. (EC, 08/09/1963)
La opinión pública peruana ya había dado su punto final a la historia del jirón Santa Isabel. Una “historia de pasión dramática”, como se decía en esos años, hecho que no ocultaba que se trató de un caso de violencia de género. No obstante, el caso volvió a la primera escena nacional cuando ella, Iliana Livoni, presentó un recurso a un juez, para que este otorgase la clemencia a Juan Carlos Meaglia. Así evitaría la cárcel.
El 7 de setiembre de 1963, el trámite de Livoni salió a la luz pública. ¿Iliana Livoni había perdonado a Juan Carlos Meaglia? Parecía que sí. Incluso, la mujer que había sido herida de bala renunció a su derecho de ser parte civil en el proceso. El Juez Instructor estaba anonadado.
La madre y hermana de Iliana habían declarado para el juez Jesús Valenzuela, pero sus versiones no difirieron de las dadas por su familiar. Todo parecía encaminarse a explicar la acción temeraria (otros dirían homicida) de Meaglia como algo circunstancial.
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Si por un lado, Iliana Livoni parecía estar por recibir el alta médica, calculada para fines de ese mes (setiembre); por el otro lado, Juan Carlos Meaglia era víctima de sus propios fantasmas. El diario decano comprobó que el “purser” argentino estaba pasando por un periodo de grave crisis nerviosa y existencial, y venía tratándose con neurólogos y psiquiatras del Hospital del Empleado (Rebagliati), donde aún estaba internado. (EC, 08/09/1963)
Meaglia estaba aún en el inmenso hospital de Jesús María, de donde no parecía querer salir nunca, “bajo vigilancia policial”. En tanto, su abogado de entonces, José Antonio Arismendi, con el apoyo de la propia agraviada, Iliana Livoni, estaba por presentar “un recurso solicitando su libertad provisional bajo caución”, solo esperaba que otras diligencias importantes se realizaran. Al parecer, la propia familia Livoni y el abogado de Meaglia estaban jugando en pared.
El 5 de octubre de 1963, El Comercio dio la noticia de que los protagonistas de los hechos de violencia de aquella madrugada del 18 de julio último, habían decidido casarse. Parecía una historia increíble. Además, ambos habían alargaron sus estadías en los nosocomios donde fueron internados (Angloamericana y Del Empleado) con el fin de cuidarse de todos y mantener el contacto.
Tanto fue el impacto en la opinión pública, que hasta el alcalde interino de la Municipalidad de Lima, Carlos Pease Olivera, se ofreció a casarlos civilmente “a distancia”. La alcaldía limeña les aseguró que, si lo deseaban, solo bastaba que fijaran “la fecha y la hora de la ceremonia”. Indicaron que por “humanidad”, el alcalde Pease, “llevaría el libro de matrimonio, primero, a la clínica de Iliana y luego a la de Meaglia”. Sin duda, hubiera sido el primer caso de matrimonio civil en ausencia y sin poder notarial en el Perú; pero no ocurrió de ese modo.
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Para redondear el caso, el propio monseñor Zacarías Untiveros, párroco del Sagrario y Camarero Secreto de Su Santidad, indicó que “religiosamente solo podrían casarse por poder”. La familia Livoni, por su parte, dio la conformidad a esa unión matrimonial exprés y sin medias tintas. Era la única forma que veían “para que el caso quede cerrado y olvidado”. (EC, 05/10/1963)
Sin embargo, un sector del Poder Judicial, de jueces y fiscales, consideró que la situación de Meaglia no podía pasar por agua tibia. Apelaban al derecho de la ciudadanía a no tener suelto a alguien capaz de disparar ante una situación inmanejable. “Tiene que ser juzgado por intento de homicidio”. Un anónimo magistrado dio su opinión del caso, concluyendo que “el matrimonio no lo beneficiaría, toda vez que el hecho aconteció antes de su celebración”. (EC, 05/10/1963)
Pero, finalmente, se impuso el amor contra viento, marea y balazos. El miércoles 16 de octubre de 1963, el alcalde interino de Lima, Carlos Pease cumplió su palabra. Pero no lo hizo a distancia, como dijo, sino en presencia de los novios. La ceremonia civil se dio en la casa familiar de los Livoni-Noriega, en Jesús María. Ocurrió casi tres meses después de la pesadilla del jueves 18 de julio de 1963, en que ella estuvo a punto de morir.
“A las 5 de la tarde llegó Iliana a su casa de Mayta Cápac (Jesús María) y una hora después, Meaglia lo hizo acompañado de su abogado y portando un ramo de rosas rojas para su novia”.
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Los dos venían desde sus respectivos cuartos de hospital. Iliana, con una bata cerrada y una manta de lana encima, que no dejaba ver su rostro; en tanto, Juan Carlos estaba tranquilo y equilibrado, aparentemente. Ambos dieron el “sí”, con voces débiles, pero firmes. (EC, 17/10/1963).
El alcalde interino de Lima manifestó a la pareja que el “matrimonio les servirá para rehacer sus vidas”. Y sí, sus vidas cambiaron. Los dos volvieron a la clínica y al hospital por un tiempo, respectivamente. Luego, ella pasó a vivir en la casa de su familia en Jesús María, donde se había casado, y él, debió ingresar a la Carceleta Judicial.
Con el paso de los meses, Iliana Livoni celebró el año nuevo 1964 embarazada; mientras, Juan Carlos Meaglia la pasó aún detenido, pero solo por tres días más: el 3 de enero de 1964, el Primer Tribunal Correccional le concedió la “libertad bajo caución”. Esta instancia judicial consideró que el delito cometido no merecía una pena mayor de dos años; por eso, al cumplir casi seis meses, calificaba legalmente para recibir esa libertad condicionada.
El juez que investigó su caso, Jesús Valenzuela, no estuvo de acuerdo con su libertad. En una conferencia de prensa el mismo día de su salida, el 3 de enero de 1964, su abogado, el doctor Arismendi, y el propio Meaglia, agradecieron a la prensa que vio el lado humano de su historia, lo cual permitió a los jueces decidir por su libertad.
Como el acusado siempre dijo que no recordaba haber disparado contra su entonces novia (luego esposa), el abogado Arismendi soltó la hipótesis -a destiempo- de que, quizás, pudo haber sido otra persona la que disparó el arma desaparecida.
Acabaron esa conferencia protestando por la excesiva caución que le fue impuesta a Juan Carlos Meaglia por el tribunal judicial, pues llegó a la cifra de ocho mil soles. Así acabó su historia.
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