El 17 de junio de 2012, casi olvidado, murió Rodney King. En algún momento su nombre fue tan famoso como el de George Floyd. King estará asociado siempre a la gigantesca revuelta que azotó Los Ángeles en 1992.
En 1991 King, un hombre de raza negra de 25 años, recibió la orden policial de detenerse mientras conducía su auto, pero no lo hizo. Tras una persecución, fue capturado y lanzado al suelo por los policías. Estaba alcoholizado y manejaba a excesiva velocidad.
A pesar de no oponer resistencia, los agentes lo golpearon salvajemente y le aplicaron sus armas eléctricas, sin percatarse que el ciudadano George Holliday los estaba filmando.
El vídeo se hizo público y corrió como reguero de pólvora. Los agentes policiales fueron llevados ante los tribunales. A diferencia de Floyd, King sobrevivió.
Pero este joven afroamericano ya había tenido problemas con las justicia. Al momento de la masacre estaba bajo libertad condicional.
Había estado en prisión un año, cuando se le condenó por aplicar una golpiza al dueño de un local donde había ingresado a robar.
A pesar que el registro visual mostraba que King había recibido 56 golpes en 81 segundos, el 29 de abril de 1992 un jurado absolvió a los cuatro policías de los cargos presentados.
Este jurado, compuesto por diez blancos, un hispano y un asiático, aceptó los argumentos de los abogados de los policías, que insistieron en que la brutal paliza era “justificable”.
A las pocas horas, más de 20 edificios comerciales ardían en Los Ángeles y decenas de columnas de humo se elevaban desde distintos puntos de la ciudad.
La comunidad afroamericana había tomado las calles para expresar su indignación ante la resolución judicial. “Por disturbios declaran en emergencia a Los Ángeles”, tituló El Comercio en su portada del 30 de abril. Ese día se aplicó un “toque de queda nocturno”.
Y para el 1 de mayo, en que ya se contaban 13 muertos, 170 heridos y 500 edificios destruidos por las turbas, 4 mil soldados y mil policías llegaron a la asolada urbe para tratar de controlar la violencia.
El presidente George Bush dijo que “tenía un sentimiento de frustración y angustia” ante el veredicto. Estados Unidos no experimentaba un hecho similar desde los desórdenes de Watts, también en Los Ángeles, en 1965.
“Es gratis. Todo el mundo lo está haciendo”
Así declaró un fornido negro americano cuando se le interrogó por las acciones de pillaje. Afroamericanos e hispanos salían presurosos de las tiendas llevándose consigo ropa y juguetes. La escalada de violencia fue superlativa.
Pronto los saqueos se extendieron por San Francisco, Seattle, Filadelfia, Tampa y Florida. El propio King tuvo que hacer un llamado público al orden el 2 de mayo, cuando se contaban 37 muertos y 1.200 heridos.
Dos días después recién amainó significativamente el caos y el desorden. La cifra final de muertos fue de 53 –incluidos 15 hispanos- y los daños totales ascendieron a 1.000 millones de dólares.
Ese día grupos de negros y blancos, incluyendo a algunas estrellas de cine, empezaron juntos a limpiar la ciudad.
Tras la revuelta, como se esperaba, dos de los agentes fueron condenados a prisión.
Los últimos días de King
Consumido por el alcoholismo, King fue encontrado muerto por su novia en la piscina de su casa, en California, un 17 de junio de 2012. Tenía 47 años.
Rodney King llegó a ser indemnizado con 3,8 millones de dólares por abuso policial. Pudo escapar de la pobreza, pero jamás del alcohol.
Un año antes de su muerte aceptó su condición de alcohólico en un programa de televisión y aseguró que era una lucha difícil. Las investigaciones determinaron que al morir había consumido cocaína, alcohol y marihuana.