La autenticidad implica tener un sentido de proporción acerca de uno mismo dentro del contexto de la vida.
La autenticidad implica tener un sentido de proporción acerca de uno mismo dentro del contexto de la vida.
Maria Fe Maldonado

El ser humano siempre ha tenido deseo y curiosidad sobre sí mismo. Estaba inscrito en el templo de Apolo en Delfos: “Gnóthi Sautón”, conócete a ti mismo, frase atribuída a los siete sabios de Grecia. Hasta la actualidad, que se observa a través del crecimiento que muestran los temas relacionados con salud y bienestar mental: desde famosos que hablan, corporaciones que invierten, oficios que surgen a raíz de ella. Todo, con intención de que el ser humano logre percibir armonía interna.

La autenticidad implica tener un sentido de proporción acerca de uno mismo dentro del contexto de la vida. Sin embargo, para lograr esta dimensión, es necesario atravesar por un viaje de introspección y autodescubrimiento: para poder ser uno mismo, es importante entender a quien nos estamos refiriendo.

Las personas acumulamos información a través de nuestros sentidos desde que nacemos y mientras vivimos inmersos en una cultura. Esta cultura podría definir, por ejemplo, que las mujeres deben cubrirse el rostro, o que deben colocarse anillos en el cuello para alargarlo. Con el tiempo, los seres humanos adaptamos nuestro comportamiento, acomodándolo a la cultura, la cual no necesariamente refleja lo verdadero o lo que es compatible para la vida. Debería ser al revés.

La cultura puede etiquetar las experiencias de manera inexacta: la honestidad se entiende como ofensiva, estar en desacuerdo se entiende como rebeldía, ser mujer se entiende como inferior. Con el tiempo, nuestro “yo auténtico” (la energía con la que vinimos al mundo) va absorbiendo todas esas etiquetas culturales, muchas de ellas incongruentes, y recibiendo retroalimentación positiva, afirmando la veracidad de dichas creencias, logrando, por ejemplo, que sintamos vergüenza de decir la verdad, cuando debería ser al contrario.

Nuestras creencias y cultura nos brindan seguridad: luego de atravesar por una experiencia, la interpretamos, le colocamos una etiqueta, la clasificamos y la incorporamos como parte de nuestra identidad, generando ciclos; primero, hacia nosotros mismos: esta es mi piedra de la suerte. Luego, hacia los demás: tener una piedra de la suerte cambió mi vida, tú también deberías tener una. Luego, buscando validación en la sociedad: ¿Quieres cambiar tu suerte? Te recomiendo esta piedra milagrosa. Y finalmente creando normas que regulen esta creencia: si deseas tener buena suerte, es necesario que tengas una piedra y la cuides.

Así como la autenticidad es una dimensión en donde podemos experimentarnos a nosotros mismos: ser auténticos. La maldad, es una energía que se expresa a través de nosotros. Sin embargo, quienes expresan maldad son aquellos que no cargan con energía personal, que no son auténticos, ya que acumulan una historia muy difícil y dolorosa de sostener, expresando el dolor y sufrimiento en el que se han ido transformando, dejando de ser sí mismos.

Algunos consejos para levantar nuestros propios velos y poder observar la verdad sobre nosotros mismos y vivir en autenticidad podrían ser:

  • Suavizar cualquier pensamiento radical: Nada es completamente bueno ni completamente malo. Todo siempre debe tener matices, inclusive nuestros pensamientos. No somos dueños de la verdad.
  • Desarrollar coherencia entre los pensamientos de nuestra cabeza y los pensamientos de nuestro corazón: tener una mente clara y abierta.
  • Tomar contacto con el impacto que producimos: tanto a nivel medioambiental como a nivel energético en nuestro entorno. No vivimos aislados.

Si bien el positivismo ante la vida es una gran actitud, no debemos emplearlo para ocultar nuestro interior. La autenticidad es lo que sostiene la memoria de quien verdaderamente somos.

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