Son numerosos los pacientes que veo en la consulta que logran dejar de tomar medicinas convencionales para distintos problemas. Los dolores de cabeza, manejados con analgésicos como el acetaminofén, hasta drogas más potentes derivadas de opioides; los problemas dolorosos del aparato locomotor, en donde los antiinflamatorios son consumidos dos o tres veces al día; los trastornos del estado de ánimo con inhibidores de la recaptación de la serotonina, también tomados en forma diaria durante meses, son además causantes de gastritis, por ejemplo, con lesión de la mucosa gástrica.
Aparte del problema doloroso, agregamos gastritis o úlceras. En el caso del consumo de AINEs, donde se afecta el metabolismo renal alterando la filtración de sangre y eliminación de sustancias tóxicas, se produce insuficiencia renal aguda, una condición severa de mal pronóstico. Así, muchas veces ejemplos como estos suceden con otros tipos de enfermedades secundarias también a la automedicación.
Muchos piensan que cuando existe una dolencia, las medicinas se pueden tomar de una manera continua. Si bien esto es cierto, por otro lado, también se debe saber que deben ser tomadas solo en casos muy necesarios. Siempre tratando de evitarlas, con excepciones obviamente difíciles, como un proceso infeccioso, por ejemplo, en donde si no se suministran de forma oral, intramuscular o endovenosa, nuestra vida corre peligro. Así, a principios del siglo XX, el descubrimiento de la penicilina rompió con todo pronóstico. Las personas morían antes de los 30 a 40 años debido a la falta de manejo de las infecciones. Sabemos que las bacterias colonizan rápidamente secreciones bronquiales y sin un correcto tratamiento complican el pulmón, matando a cualquier persona en semanas. Lo mismo ocurre con las infecciones intestinales, dermatológicas, entre otras.
Los agentes físicos surgen así como una herramienta importante para que los pacientes puedan, por ejemplo, manejar temas dolorosos. Así, el ultrasonido, la magnetoterapia, las corrientes interferenciales y el láser de baja intensidad ayudan mucho a desinflamar problemas musculares, tendinosos, óseos, articulares, entre otros muchos problemas. De esta manera, el consumo de pastillas en la rehabilitación de una lesión del aparato locomotor se reduce considerablemente, usando menos del 70% de medicamentos de lo que debería usarse en el curso de la misma. Esto es algo formidable.
Las visitas a baños fríos y estiramientos acompañados de ejercicios respiratorios nos ayudan a oxigenar mejor nuestro sistema nervioso central, reduciendo el probable consumo de medicinas para los trastornos del ánimo o la depresión. También, las visitas al psiquiatra bajarían considerablemente. La psicología aporta muchísimo para liberar pensamientos o tensiones en la esfera mental que deterioran nuestra calidad de vida y llevan a los pacientes a consumir muchas veces pastillas para dormir. Así, existen muchos otros ejemplos de cómo evitar tomar medicamentos de una manera trivial y sin miedo a caer en sus efectos secundarios.