Niños y toros: sentencia histórica en México
PABLO J. GÓMEZ DEBARBIERI
La semana pasada, la Suprema Corte de Justicia de México dictó un fallo contundente. La sentencia determinó que la fracción IX del artículo 45 de la Ley de Protección y Defensa de Derechos de Niños y Niñas y Adolescentes del Estado de Baja California que prohíbía la asistencia de menores a las corridas es inconstitucional; anuló la prohibición y dictó jurisprudencia para todo México.
Los antitaurinos, recurrentemente, piden prohibir el ingreso de menores a los toros; sostienen, sin ningún fundamento, que los perjudica. No sólo es un atentado contra la libertad de los padres para educar a sus hijos en su cultura. Más grave aun: esa pretensión no está avalada por la ciencia ni por la experiencia de millones de aficionados y como se ve en México, no tiene asidero legal alguno.
–Tres intelectuales peruanos–
Mario Vargas Llosa, premio Nobel: “La primera vez que fui a los toros fue de niño, de la mano de mi abuelo Pedro, a una placita que había en lo alto de un cerro, en Cochabamba, Bolivia. No creo que haya hecho de mí una persona insensible a la crueldad y a la violencia, dos formas de inhumanidad que rechazo con todas mis fuerzas y las combato sin descanso como escritor y ciudadano.”
Diego García Sayán, expresidente de la Corte Interamericana de Derechos Humanos: “Siempre le agradecí a mi padre esas tardes extraordinarias cuando me llevaba con él a los toros, siendo niño, desde los diez años. Lo veía como un espectáculo fabuloso de color, música y arte, en el que, por supuesto, el momento del drama de la muerte, de la tragedia, era, como en la vida, parte de los claroscuros de la realidad. En absoluto las corridas me han vuelto violento ni nada semejante; he sido y seré fanático pacifista”.
Max Hernández, psiquiatra y Secretario General del Acuerdo Nacional: “He ido de muy niño y mi padre fue de muy niño. Aparte de algunos arrebatos iracundos que suelo tener, no soy para nada partidario de la violencia. No me produjo pasión por la violencia. Pero hay algo más: el ser humano tiene capacidad para enmarcar determinadas actividades en lo que llamaríamos espacios lúdicos, de juego; un juego riesgoso, no sólo para el toro, también para los toreros, cosa que los animalistas aplauden, lo que es terrible; aplauden no sólo su riesgo, sino también la muerte del torero.”
–La sentencia mexicana–
Contiene frases notables: “No se pueden menoscabar los derechos de los padres y los menores para asistir a espectáculos que son parte de su cultura, tradiciones o costumbres, sin justificación robusta. Las sugerencias del Comité de los Derechos del Niño de la ONU y el informe de la Fundación Weber, no son suficientes para imponer la medida, ya que nunca se explicó por qué ante el interés superior de la niñez debía prohibirse su entrada”.
“Era necesaria alguna investigación científica que demostrara si efectivamente es nocivo para el menor asistir a esos eventos; no basta asociar violencia contra animales con la afectación al menor si esto no se acredita, máxime que como se indicó, la prohibición puede afectar la convivencia familiar, sus costumbres y tradiciones”.