Francisco Merino Amand: "Pasar por agua tibia un conflicto de interés puede dañar la función pública"
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Experiencias personales trabajando en la Defensoría del Pueblo y luego una serie de estudios académicos hicieron que Francisco Merino Amand profundice su interés en el comportamiento ético de los funcionarios públicos.
Más adelante, ya a finales de los años noventa, diversos casos de corrupción denunciados y hechos públicos en Perú pusieron el tema como uno de los más importantes para la opinión pública.
Es por ello que la publicación de ”Ética para la función pública: De la indiferencia al reconocimiento” (Editorial UPC, 2017) toma importancia porque reúne una serie de propuestas para que, no solo desde el ámbito burocrático estatal, sino también desde la sociedad civil, podamos enfocarnos en atacar el delicado problema de la corrupción.
Para saber más del tema conversamos con el autor de este libro, Francisco Merino Amand, a propósito de la presentación del mismo que será este jueves 6 de abril a las 7 p.m. en la sede que la UPC tiene en la avenida Salaverry.
-¿Cómo surge el interés por investigar sobre la ética en la gestión pública?
El interés nace de algunas experiencias personales generadas cuando trabajé en la Defensoría del Pueblo a inicios del año 2000, donde me encargué de temas vinculados a ética y gestión pública. Eso me llevó a preguntarme qué lleva a los funcionarios públicos a comportarse de forma ética. Además, esto ocurrió en años en los que esta temática cobró mucha notoriedad. Antes no se le daba tanta importancia, y es a partir de los escándalos de corrupción de finales de los noventa que cobra interés. No es casual que de una institución como la Defensoría se busque discutir al respecto. Luego de eso ya fue algo más vinculado a mi desarrollo profesional. Hice un doctorado sobre el tema. Y posteriormente ya viene este libro.
-¿Puede aplicarse un mismo código de ética en una institución si en esta laboran profesionales de distintas áreas?
En una entidad puede existir un mismo código de ética que sea compartido. Al final estamos hablando de un papel, que es una declaración de lo que la entidad busca, quiere y desea. Cuáles son sus parámetros de comportamiento. Creo que lo más importante no es el producto (código) sino que este haya sido trabajado con los miembros de la entidad. Por lo tanto, estos códigos son una oportunidad para que funcionarios, servidores, y empleados de diversos rangos, puedan conversar sobre aquellas situaciones que ocurren dentro de la institución.
-¿Cuál es el potencial ético de la sociedad civil con respecto al ejercicio de las funciones públicas?
No se puede entender un comportamiento ético de los funcionarios públicos si no hay ciudadanos que esperen y demanden que el Estado gestione bien los recursos, actúe transparentemente, y que los trate sin caer en discriminación. Esas demandas de la sociedad civil son las mismas que tienen los propios funcionarios.
-¿Cuáles son las cuatro normas que usted propone para lograr una ética de la función pública?
Son grandes áreas donde la ética y la función pública se desarrollan. La primera tiene que ver con la rendición de cuentas, relacionada al cómo los ciudadanos participan, están atentos y vigilan al Estado, pero también con cómo este responde a su población. El segundo ámbito está en la probidad del uso de los recursos. Es decir, regulaciones y controles. En tercer lugar está la propia eficiencia, eficacia y efectividad del Estado, que no solo debe hacer lo dicho previamente, sino también hacerlo concretando ciertos objetivos y metas. Y un cuarto ámbito está relacionado al buen trato al ciudadano. Sobre todo en el Perú, un país en el que muchos grupos fueron invisibles para el Estado. Hablamos de luchas y demandas de las mujeres, de la población indígena, de las personas con discapacidad. Que el Estado trate bien a sus ciudadanos es un componente muy importante donde se desarrollan normas éticas.
¿Existen suficientes antecedentes bibliográficos en Perú sobre ética en la función pública?
Aquí en Perú, sobre ética y funcionarios hay pocos antecedentes. Sobre lo que sí he podido investigar mucho más, a nivel micro y macro, es en cuanto a lucha y prevención de la corrupción. Pero creo que se trata de ir sumando y contribuyendo esfuerzos sobre este tema.
-¿Puede terminar siendo dañino trabajar un código de ética unilateralmente?
Dañino, no. Inútil, sí, porque estamos acostumbrados a recibir papeles desde arriba, y el asunto es cómo uno construye ese documento, pero también cómo uno encuentra en la propia institución mecanismos que te ayuden a llevar ese código a la práctica. Más bien, un código está vivo cuando opera a través de mecanismos que las propias entidades pueden diseñar e implementar.
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-¿Es posible conseguir neutralidad en la acción del Estado?
Es muy difícil porque todos los seres humanos tenemos intereses. Y los que trabajan en el Estado tienen una responsabilidad particular: que sus intereses pueden estar ahí y enfrentarse al interés general de todos los ciudadanos. Ahí viene el tema de la transparencia. Si yo como funcionario detecto un conflicto de interés, lo que toca es señalarlo, decirlo, y abstenerme de participar en una licitación o en comité de selección. Los funcionarios deben reflexionar y comprender que pasar por agua tibia un conflicto de interés puede finalmente dañar la función pública y dejar de promover los derechos de los ciudadanos.
-¿Son los códigos de ética el elemento más importante dentro del correcto funcionamiento del Estado?
No. Los códigos son solo frutos, documentos visibles de intenciones que pueda tener una entidad. Más importante es el conjunto de reformas e iniciativas que pueden darse en todas las entidades y en cada una en particular. No sé si recordarás que en el primer semestre de este gobierno se formó una Comisión de Integridad, que propuso 100 recomendaciones vinculadas a estos temas. Ese tipo de medidas, que incluyen la formación, educación vinculada a ética, y la creación de códigos al respecto, son las que pueden ayudar a mediano y largo plazo a cambiar las cosas. En resumen, el código solo forma parte de un conjunto de medidas que apunta a distintos lados y responsabilidades.
-Usted agrupa control, orientación y gestión como componentes de la denominada infraestructura ética. ¿Cómo aterrizar este cuadro tan complejo y aplicarlo en una burocracia algo anclada en el pasado como la peruana?
Todos tenemos alguna responsabilidad para que estos mecanismos vinculados a la gestión y al control puedan finalmente ponerse en práctica. Si todo fuera trabajo de una persona esta se volvería loca porque son demasiadas cosas para hacer. Obviamente, quienes tienen cargos políticos o funciones de dirección, tienen mayor responsabilidad. Como en “El hombre araña”, a mayor poder, mayor responsabilidad. Y no es solo porque decidan o manejen dinero, sino también porque son ejemplo para otros. En talleres o cursos que he participado siempre escucho “quiero cambiar las cosas pero mi jefe…”. Bueno, en el rol de los directivos, gestores y gerentes públicos de rango medio y alto es donde están las mayores responsabilidades.
-¿Cuál fue la mayor dificultad al trabajar su libro?
La mayor dificultad quizás estuvo en la parte filosófica del libro. Mi texto puede tener varios públicos. El diagnóstico del porqué este tema es actual podría ser para un público abierto. Pero hay también una parte en la que trato de darle un fundamento desde la filosofía política, que es mucho más trabajosa, en el sentido de buscar cómo –a través de las ideas de algunos pensadores y filósofos — podría darle fundamento al tema. Y ahí viene el subtítulo del libro “De la indiferencia al reconocimiento”.
-¿Y cuál fue la mayor satisfacción que le generó este libro?
Creo que poder concluir este trabajo. Sentir que hasta aquí puedes entregar una reflexión a la comunidad y recibir críticas, generar diálogo, siempre intentando ayudar. Me da mucha satisfacción el solo pensar que esto pueda ser un aporte modesto a la población.
-Viviendo en un país como el Perú, en el que la corrupción es un tema delicado y constante, ¿en algún momento sintió que el fin de su trabajo era algo idealista?
Te diría que es idealista el planteamiento si no conociera a funcionarios que tratan de hacer las cosas bien y lo logran. Aunque claro, lo que sale al público es casi siempre el aspecto negativo. Y a veces la imagen del funcionario que trabaja para sí mismo es la única que aparece. Sin embargo, tengo muchos testimonios cercanos y lejanos de muy buenas prácticas dentro del Estado, por lo que hay muchísimas razones para decir que este es un tema desde el que se puede aportar desde la reflexión filosófica, pero también desde la política y con reformas concretas. Existen muchas personas que se identifican con cambios éticos dentro del Estado, y son la mayoría, los que sostienen el aparato estatal. Por ejemplo, ahora existe el deseo de que durante la reconstrucción (tras el fenómeno del Niño) los funcionarios sirvan al país y no a sí mismos. Esa es una demanda que aparece. No queremos obras que se caigan o carreteras mal hechas. Tenemos una oportunidad como país para que con ese tipo de reflexiones trasladadas a la acción podamos tener una mejor calidad de vida para los ciudadanos en lo que al Estado le toca.