Carlos Enrique Freyre: “La constancia es una de mis palabras favoritas”
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Conforme progresa en su faceta de escritor, el comandante EP Carlos Enrique Freyre se cruza con nuevas oportunidades para demostrar su talento en la creación de historias sumamente interesantes.
En esta ocasión, mientras espera la próxima publicación de una ambiciosa nueva novela, el autor nacido en 1974 se dio el tiempo para presentar –en la reciente feria La Independiente– una reedición de “El semental”, obra con la que quedó finalista del Premio Novela Breve de la Cámara Peruana del Libro en el año 2012.
“El semental” cuenta la historia de Ladislao de la Caravaca, un portentoso hombre que va dejando hijos perfectos a lo largo y ancho del Perú. Todo parece ir sin problemas hasta que llega a un pueblo en el que la esposa del alcalde parece obsesionada con verificar la capacidad que el protagonista tiene para “mejorar la raza” de la mujer que se le ponga al frente.
Aquí nuestra charla con Carlos Enrique Freyre sobre la segunda edición de “El semental”, esta vez publicada por Ediciones Baluarte de Moquegua.
“El semental” es una novela por la que guardas mucho cariño. Te hizo quedar finalista del Premio de Novela Breve Cámara Peruana de Libro 2012.
Sí, la escribí con mucho cariño y aplicando mucho el humor. Tenía varios sentimientos encontrados porque relataba una historia de libertad, amor y de fantasía al mismo tiempo. Y era también una historia con un discurso escondido que tiene que ver un poco con la esperanza que cada familia tiene en sus hijos. Además de la burla y la sátira sobre el racismo, que es uno de los males que ha atravesado todas las épocas en el Perú, el libro tiene un toque de humor y de ficción que tiene que ver con la influencias que yo tenía en el momento que escribí la novela.
¿Cuántas ideas coincidieron en tu cabeza hasta que se concretó la imagen de Ladislao, el protagonista?
La imagen física de él la tengo desde los catorce o quince años, que fue cuando una amiga me llevó donde un adivino, una de estas personas que tienen la particularidad de atraer al ser amado o realizar ‘amarres’ en 24 horas. Y por lo general el concepto que siempre se tiene de ellos es el de un personaje oscuro que trabaja en un cuarto igual. Sin embargo, cuando llegué a la ‘oficina’ de este hombre no había esta imagen sino la de un tipo muy plantado, que podría bien pasar por un vendedor de autos, con una cola de caballo amarrada, y que hablaba muy bien. Creo que mi amiga se olvidó del novio al que quería ‘amarrar’ y comenzó a pensar en el tipo, que se apellidaba De la Caravaca.
Hablemos sobre el alcalde presente en la novela, Nicolás Cabello, que es un personaje vital. Destaca en él su habilidad política para mantenerse tantos años en su cargo y para convencer a sus votantes. Sin embargo, él es también un hombre muy acomplejado, inseguro de sí mismo. ¿Cómo creaste a este personaje?
Él tiene que ver con un concepto que conozco muy bien: el vicio por el poder. El poder debería ser exclusivamente para servir a la nación, pero hay gente que lo saborea y le cuesta desprenderse de él. Ese caramelo que simboliza el poder, y que puede llevar a la adulación desmedida de la gente que lo detenta, genera personajes curiosos que toman decisiones curiosas, que siempre están tratando de estar un paso adelante. Y en el caso del alcalde Cabello, cuando le dicen “alcalde, nunca un cachudo ha ganado una elección en el Perú”, genera en él un deseo por eliminar a este rival (Ladislao), no tanto por amor ni por el sentido de posesión de la esposa, sino por temor ante una posible pérdida de. Eso lo tiene claro. Entonces, esas argucias y malas praxis presentes en el alcalde son reflejo de muchísimos ejemplos que he visto en mi experiencia dándome la vuelta al Perú. Estos tipos se repiten en uno y otro lugar.
¿Esta es tu obra más política?
No sé si es tan política, porque la novela también mezcla esperanza, humor, y esta tendencia que he ido abandonando paulatinamente: lo real maravilloso. Entonces, quizás sí hay una sátira sobre la política, sobre lo que observo y he observado en la gente tratando de alcanzar el poder a través de un doble discurso, que da esperanza pero que también en el fondo oculta la incapacidad por sostener el vicio. Más que político, creo que el gran tema une varias aristas al mismo tiempo.
Entre “El fantasmocopio” del año 2010 y hoy, ¿cuánto ha ido mejorando tu escritura?
Creo que la práctica y la constancia, que es una de mis palabras favoritas, más las grandes lecturas terminan haciéndote un poco más ducho, y eso yo no lo puedo percibir pero sí quienes me leen en “El Comercio” y en “IDL Reporteros”. Soy uno de los autores que más ha publicado en los últimos años, como si fuera una máquina de hacer historias, y eso tiene mucho que ver con la constancia. Y ahí quizás influye mi formación militar que termina volviéndome un hombre muy constante. Ese rasgo no lo tenía en la adolescencia, por ejemplo. También he ido mejorando en la capacidad de hacer historias leíbles que reflejen no solo lo que pienso sino también el contexto general de mi país.
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Podría uno imaginar que la historia solo presenta a Ladislao, al alcalde y a su mujer. No obstante, tu novela tiene más personajes que aparecen y desaparecen. ¿Qué nos puede decir de ellos?
Uno de los personajes principales es también Regina Vargas. Ella no está en contra del poder sino que detecta rápidamente la columna de corrupción y egoísmo que existe no solo en el alcalde sino en su séquito inmediato. Y esto me hace recordar que cuando yo era niño se hablaba mucho del malecón ribereño de Moquegua. En esa época aún no existía. Siempre se decía ¡cómo va a hacerse un malecón en un lugar donde nunca llega el agua! Y en la novela yo tergiverso eso y pongo que el alcalde justifica la construcción de un malecón no por el agua sino para el lava del volcán. “¿Acaso usted sabe que el (volcán) Huaynaputina no va a volver a erupcionar?”, decía el personaje. Entonces, construir un malecón para contener la furia de un volcán es algo exagerado. Regina se da cuenta de esto y lo combate. Por esto el alcalde utiliza los medios que sabe podrían debilitarla. He entendido que las personas que actúan mal siempre encontrarán un contrapeso. Y lo más cobarde de nuestra parte es dejar que las malas personas actúen como si nada.
Ya no estás combatiendo en el VRAEM. ¿Cómo es tu trabajo ahora entre el cuartel y la laptop para escribir?
Ahora estoy en Arequipa pero tengo otros trabajos que igual generan mucho movimiento de gente. Así que siempre escribo con ruido ambiental. Conservo la misma laptop hasta hoy. Recuerdo que empecé a escribir “Desde el valle de las esmeraldas” cuando era teniente y estaba escribiendo una noche, cuando mi comandante entró al cuarto y me dijo: ¿Qué haces, por qué no duermes? La verdad es que no podía porque había tantas ratas que se paseaban por los techos. Prefería estar despierto para evitar que estos animales ingresen a mi cuarto y se lleven el jabón para comérselo. Ese mecanismo siempre lo mantuve. Incluso en el VRAEM, donde hace muchísimo calor, me detenía para escribir historias. Y eso tiene que ver mucho con un tema de formación, de siempre tener la ambición y la visión de saber que siempre que le pongas constancia llegarás a un puerto definido.
¿Llegaste a ‘meterle el bichito’ de la escritura a algún soldado que trabajó contigo?
Sí, para mí fue sorpresivo y es un orgullo. Hay un teniente que hace unos meses publicó una novela. Recibo muchísimos mensajes de oficiales que salieron de la actividad, que estuvieron en zonas de emergencia, y empezaron a escribir. Quizás sus publicaciones no tienen la expansión nacional pero entiendo que es porque son sus comienzos. Creo que en unos años habrá una corriente literaria que proviene de las fuerzas armadas y de la policía por lo mucho que se puede vivir en el país. He sido el que dio la chispa iniciadora, sin quererlo, y ya todo se está haciendo algo más visible. Y eso ayudará a reconstruir la memoria de la nación. Siendo el Perú un país tan complejo de requieren varias visiones desde los mismos espacios y tiempos.
¿Por tu trabajo no te pide la gente ‘la gran novela’ sobre la lucha contra el narcoterrorismo?
Eso es en lo que he venido trabajando y espero poder publicarla este año. Ojalá esté a la altura de “Desde el valle de las esmeraldas”, que tuvo mucho éxito pese a que cuando la escribí era un oficial muy joven. Hoy estoy mucho más cuajado.
Finalmente, esta reedición de “El semental” ha salido por una editorial independiente moqueguana como Baluarte. Ahora darás el gran salto a una editorial grande. ¿Cómo ves esta experiencia de cambio?
Es un proceso que tiene que ver con la idea de contar historias, pero también con el aprecio que comienzan a tener por tu trabajo los demás. Es parecido a lo que pasa con los jugadores de fútbol. A no ser que seas un superdotado, todos proceden de clubes chicos y son llevados a otros lugares. Lo entiendo así. Este tránsito para mí está siendo tranquilo porque entiendo que el reconocimiento viene de gente que sabe del tema. Por eso lo tomo con mucho halago, pero también con humildad y tranquilidad.