Carlos Serván: “La vida puede ser algo dramática, pero nunca una tragedia”
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Mientras el hijo de Pablo Escobar daba múltiples entrevistas a su paso por la FIL Lima 2017, un peruano presentaba un libro que, desde la humildad y sencillez de su concepción, sería capaz de enfrentársele en los ránkings de ventas al cierre del evento literario.
“Volver a correr” (La Nave, 2017) no es una simple historia con final feliz. Este es el testimonio de un luchador. Su autor, un hombre que soñaba ser policía y terminó perdiendo la vista y una mano mientras entrenaba con sus compañeros, nunca llegó a graduarse como oficial, sin embargo, hoy es un hijo, padre y esposo ejemplar. Lo suficiente para sobresalir en una sociedad adversa como la actual.
Carlos Serván, responsable del segundo libro más vendido en la categoría Autobiografía de la FIL Lima 2017, accedió a conversar con nosotros sobre su vida posterior a ese abril de 1986, cuando una explosión lo dejó invidente. Lo que para cualquiera sonaría como una pesadilla para él fue una oportunidad de demostrar que –en condiciones mínimas de justicia e igualdad—todos pueden ser útiles y valiosos.
El autor de “Volver a correr” es Magíster en Administración Pública y Doctor en Jurisprudencia por la Universidad de Nuevo México. Además es director adjunto de la Comisión a favor de las personas ciegas y con deficiencia visual en Lincoln, Nebraska. Su libro, publicado por el sello La Nave, está a la venta en todas las librerías de Lima a 39 soles.
-¿Mantiene usted las mismas ganas de vivir que tuvo el día después del accidente en el que perdió la vista?
Claro que sí. La vida es bella si uno la vive bien, de manera productiva. Siempre he pensado así. Antes lo creía más por mi madre y hoy por mis hijos.
-La amistad está presente en su historia personal. Ha presentado un libro con auditorio repleto de amigos de su promoción, algo poco habitual en tiempos de egoísmo y soledad como los que vivimos…
Lo que he logrado ha sido en parte gracias a los pilares de esa amistad. Siempre me dicen “promoción, cualquier cosa, estamos acá”, y yo siento que se me abren las puertas. Aunque no los busco para pedirles favores, sí les conté que presentaría mi libro y ellos ofrecieron ayudarme. Creo que mis amigos me han visto volver a correr, como dice el título del libro, y ellos felizmente estuvieron a mi lado para celebrar.
-¿Por qué animarse a contar su historia?
Mucha gente me ve con una vida normal y me pregunta “¿naciste ciego? Porque te vemos contento y productivo”. Yo solo les cuento mi historia. Cuando me invitaban a dar presentaciones y a motivar a otras personas terminé animándome a escribir un libro. Así poco a poco fue creciendo la idea en mi subconsciente, hasta que lo logré. Para mí la vida puede ser algo dramática, pero nunca una tragedia.
-Un personaje fundamental en su libro es su madre. Ella lo acompañó desde el accidente, cuando todo parecía perdido. ¿Cuánto le debe usted a su mamá?
Si pudiera ponerle un nivel al cariño que siento por mi mamá, es el más alto posible. Ella siempre oraba para que yo recupere mi vista. Y creo que Dios le respondía dándome más coraje y valentía. Ella ha sido una de las razones por las que salí adelante. Y no solo porque me acompañó a varios lados, sino también porque nunca me gustó verla sufrir. Quise demostrarle que sí puedo hacer las cosas.
-A raíz de los buenos comentarios que ha recibido su libro y de la presentación a sala llena en la FIL Lima 2017, ¿le provoca escribir un segundo texto?
Claro. Aunque también siento algo de temor por la posibilidad de no llenar las expectativas de los demás. Ya tengo escrita la parte (de mi vida) previa al accidente, porque me interesa que la gente sepa que soy quien soy no por lo que me pasó, sino porque así crecí. Quedarse ciego o tener una limitación física no debe limitarte a ser quien sueñas ser.
-¿Por qué luego del accidente nunca tuvo dudas de que quería vivir en Estados Unidos?
En los años ochenta había terrorismo, violencia, no había estabilidad económica ni política. Y si para un joven normal conseguir trabajo era difícil, pues era casi imposible para un ciego. Y creo que en Estados Unidos sí había entonces posibilidades para ello. Sentía, además, que nadie me iba a parar si viajaba.
-¿Siente que en Estados Unidos hay una mayor preocupación de la sociedad por las personas con discapacidad visual?
En parte sí, pero tiene que ver también porque al haber una mejor situación económica, entonces hay dinero, te descuentan más y se otorga mayor ayuda social, la cual va en parte a las personas con limitaciones físicas. Creo que en Perú dependerá mucho de que las personas con limitaciones se unan y trabajen todos juntos.
-¿Hasta qué punto el Estado debe encargarse de apoyar las operaciones de personas que corren el riesgo de perder la vista en accidentes parecidos al suyo?
Creo que si hay dinero no debe irse todo en ayuda pública, sin embargo, me indigna que sí haya plata para la corrupción. Debe haber un balance. Me parece que el Estado debe apoyar pero tampoco darle todo a la gente porque o sino nos acostumbramos a solo recibir. La idea es ser productivos, tener trabajo.
-Si hablamos sobre el amor, usted debió dejar y lo dejaron… ¿Qué piensa de este sentimiento hoy Carlos Serván?
Como digo en el libro, tuve una enamorada que casi consideraba mi novia porque pensamos casarnos. Fue doloroso terminar con ella. Luego conocí a otra chica, me enamoré, pero su familia no me aceptó. Y ella me contó que la gente en la calle le decía “¿cómo puedes estar con un ciego?” Llegué a sentir temor por si algún día tendría o no familia.
-Hasta que conoció a quien hoy es su esposa…
Así es. Ella siempre me trató de la manera más normal. Y me conoció ciego. Ella había estudiado terapia ocupacional, donde enseñan que rehabilitarse significa ‘habilitarse al máximo’. Mi esposa siempre creyó en eso. Entonces, yo no me daba cuenta, pero creo que ella se enamoró de mi determinación.
-¿Siente miedo de algo?
Siento miedo constante al fracaso. Y también temo que le pase algo a mis hijos o a mi madre. Sin embargo, pienso que tener coraje no implica carecer de temor.
-¿Cuál fue el momento más feliz de su vida?
Cuando nacieron mis hijos.
-¿Y el más triste?
Cuando no me permitieron graduarme con mis compañeros de promoción.
-A veces nos sentimos abrumados por pequeños problemas. ¿Qué mensaje tiene usted para los que nos ahogamos en un vaso con agua?
A veces pensamos que nuestros problemas nadie más los tiene, y nos encerramos y deprimimos. A todos nos pasa algo. Pero los problemas son problemas precisamente por eso, porque se pueden solucionar. Es natural sentir que uno cae, pero el cuerpo humano está hecho para siempre levantarse. Ahí está el camino.